HASTA EL DOMINGO 26/10
LA NAU. Universitat, 2
Miguel de Molina se hizo empresario por primera vez en 1935 para encabezar un espectáculo en el Teatro Ruzafa de València. Aquí empezó a convertirse en estrella de la canción, le compró una casa a su madre y se cobijó durante la Guerra Civil. Valencia fue el teatro de sus primeros éxitos, un refugio en momentos de desdicha, un punto de anclaje familiar y una fuente de inspiración artística. Aquí fue una auténtica estrella, por eso tiene más sentido si cabe que la exposición Miguel de Molina: Yo quiero ser diferente recale en La Nau. El malagueño fue un ídolo de la España republicana porque formó una pequeña compañía de varietés con la que recaudó fondos para la República y actuó en el frente para animar a las tropas. Por eso, y por maricón —aunque no le pegaran un tiro como a su amigo Federico García Lorca—, el régimen golpista de Franco le persiguió y desterró. Le prohibió trabajar, es decir, lo condenó a la muerte civil, a morir de hambre. Pero él, gran cupletista, siguió luciendo con libertad esos volantes suyos en Argentina, donde también sedujo al público cantando con duende coplas que han quedado para la historia. Y es que, además de cantar y bailar, él mismo creaba las escenografías y cosía sus famosas blusas. Algunas de ellas se exponen en este repaso por su vida lleno de cartas, escritos, carteles de teatro y cine, fotografías, partituras, vestuario y diseños de escenografía. AU