HASTA EL DOMINGO 30/3
CAIXAFORUM. Eduardo Primo Yúfera, 1A
Nos ha costado entender que, como seres humanos, formamos parte de la naturaleza, que la división entre naturaleza y sociedad no tiene sentido alguno. Pero ya lo había dejado bien claro Charles Darwin en El origen de las especies allá por el 1859 estableciendo la ascendencia común a todo ser vivo, incluidos los humanos. Un par de décadas después recogería el guante el zoólogo Ernst Haeckel estrechando la relación entre la biología y el arte con sus litografías de medusas y protozoos. Sus ilustraciones influirían en movimientos como el arts and crafts en Inglaterra, el art nouveau en Francia, el Jugendstil en Alemania y el modernismo en España, cuyo gran representante, Antoni Gaudí, se habría inspirado en los organismos marinos de Haechel para los detalles arquitectónicos de arcos y balaustradas. Los movimientos vanguardistas, partidarios de la máxima form follows function, se opusieron a la estetización ornamental y ahí acabó el entusiasmo por el universo biológico. Hasta que en 1924, con la emergencia del movimiento surrealista, volvieron a imponerse las formas surgidas de la naturaleza. Ahí es donde coge fuerza la exposición Arte y naturaleza hecha en colaboración entre Caixaforum y el Centro Pompidou, con obras del siglo XX de todas las disciplinas artísticas (pintura, escultura, fotografía, vídeo y diseño) que nos recuerdan que las fascinación por las formas de la naturaleza es tan antigua como el arte.
Los surrealistas coleccionaban toda clase de insectos para observarlos en vivo y estaban especialmente fascinados por las mantis religiosas. Lo vemos, por ejemplo, en la escultura en bronce Femme égorgée (Mujer degollada, 1928) donde Alberto Giacometti refleja sus miedos misóginos: La mujer degollada, equiparada a una manits, está dispuesta a devorar al macho, simbolizando una peligrosa trampa para el deseo masculino. Las formas angulosas y amenazantes de Giacometti contrastan con las redondeces y la sensualidad de las esculturas blancas en yeso de formas orgánicas de Jean Arp. Estas evocan al mismo tiempo la concepción, el crecimiento y la metamorfosis, procesos que rigen el mundo de los seres vivos. Arp, Joan Miró y Alexander Calder serán los máximos representantes de esta tendencia orgánica que surge, a la vez, del surrealismo y de las corrientes abstractas. Pero también metamorfosean el cuerpo humano Salvador Dalí con sus hombres asno o Pablo Picasso con sus mujeres flor, presentes en la muestra. O Vassily Kandinsky, quien introduce formas inspiradas en la naturaleza en obras abstractas como Bleu de ciel (Azul cielo, 1940).
Bien entrada la década de 1960 se irá un paso más allá, la naturaleza deja de ser modelo de inspiración para convertirse en fuente de creación. Entra en escena el land art, que interviene en la misma tierra, a menudo a escala monumental, de forma que se requiere una vista aérea para aprehender la totalidad de la obra. Es el caso de Espigón en espiral (1970) de Robert Smithson en el Gran Lago Salado de Utah para la que se movieron cinco mil toneladas de basalto negro. Es una escultura en movimiento sometida desde entonces a los rigores de la naturaleza y en Caixaforum se puede ver una película en la que Smithson le pone voz al relato de la construcción de la obra y se graba a sí mismo recorriendo la espiral. En esta época también aparece, desde Italia, el arte povera, que se sirve de elementos naturales como ramas, plumas, hojas, piedra y carbón para crear obras humildes y poéticas. Como ejemplo, Albero (1973) de Giuseppe Penone. A partir de un bloque de madera liso y rectangular, Penone esculpe la forma de un joven arbusto que parece emerger del material de forma natural, como despojado de su cáscara.
Hoy, diseñadores y arquitectos se interesan por los nuevos biomateriales procedentes de organismos biológicos que tiene la capacidad de reaccionar a los cambios del entorno y han desarrollado una conciencia ecológica impensable hace unas décadas. Por ejemplo Neri Oxman, que se inspira en los ecosistemas naturales para crear biomateriales que puedan producirse a escala industrial y no dejen residuos, si no que se biodegraden. En Caixaforum está expuesto su Stalasso (2010), una pieza hecha de estructuras prismáticas. Muchos artistas plásticos contemporáneos también están mostrando su preocupación medioambiental en sus obras, como Cristiana de Marchi, quien expone cartas con sellos muy ilustrativos dirigidas a los líderes mundiales expresando diferentes preocupaciones medioambientales; o Tetsumi Kudo, que en Votre portrait-chrysalide dans le cocon (1967) representa al humano como un monstruo cibernético dentro de un capullo de plástico contaminado y tóxico que no ofrece ninguna protección. Así estamos, sin protección, frente a una naturaleza desbocada a causa del cambio climático que no va a tener piedad con esos seres llamados humanos que no la están cuidando como si fuera su casa. S.M.