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Patraix

Regada por la acequia de Favara, la plaça de Patraix era y es el corazón de incesante latido del barrio que perteneció primero a una unidad agrícola musulmana y que después fue baronía, para luego convertirse, tras la abolición del estado liberal en 1811, en una localidad independiente de la ciudad de València. Hasta 1870 mantuvo esta condición, y muestra de ello es la gran personalidad de sus calles, gentes y negocios, muchos de ellos con más historia que algunos países del mundo. Las campanadas de la iglesia del Sagrado Corazón llevan al pasado la memoria y casi se ve en blanco y negro al pasear por la plaza una tarde soleada. Los niños corren, las vecinas xarran, y hasta parece que los pájaros pían con más gracia, y en valencià. «És como un poble», dicen, y en un resurgir de este tradicional barrio, que un día fue más huerta que nada, las patraixeras y patraixeros recuerdan con orgullo calles emblemáticas como La particular, llamada así porque pertenecía toda ella a una misma familia, la misma que compró el horno de La viuda, el mismo que hoy sigue abierto al mando de la familia Compañ (torna-li, ¡que es con ñ, co*o!); familia panadera de tres generaciones y con género de imperdible cata. ¿Hay hambre?

BAR PATRIX
Plaça de Patraix, 12
Juan Carlos y Justo, hermanos con sangre de Cuenca y El Rincón de Ademuz, regentan desde hace veinte años el bar más antiguo de la plaza, el de tota la vida. Entrar allí es vivir una regresión en la historia y compartir espacio con clientes que prácticamente viven en la barra, y muy felices. Disfrutar de un menú del día te costará ocho euros (los precios también son del pasado), sus tostas tienen fama y tienen una súper terraza que está a tope todo el año. Al mando de la cocina está Marisol, que además es mujer de Justo y cuñada de Juan Carlos, y todo queda en familia como familiar es el trato. Si vas por la noche reserva o te quedarás con las ganas de probar los mejores chipirones a la plancha del mundo.

L’ATELIER DE DANSA
Plaça de Patraix, 17
Seguimos caminando por la plaza y encontramos un precioso estudio de danza creado con ilusión por Laura, una joven bailarina de Patraix que comparte su pasión con niños y grandes después de haber vivido sus aventuras profesionales en la capi. Su madre, Marisol (nieta de Federico, el carpintero del antiguo cole de la calle del ilustrado Juan Bautista Corachán), atiende con una sonrisa, mientras Laura gestiona y enseña con amor y dedicación. Nos ha dicho un pajarito que Nuri, una mamá del barrio, lleva a su hija Lluna desde hace un año y la peque está más contenta que nunca. Sacan a bailar a la plaza a sus grupos de danza varias veces al año, demostrando a la ciudad que el barrio lleva la música en las calles, y tratan al alumnado con un cariño que se sale del local. Danza reglada, moderna, urbana… no hay excusa, ¡a bailar!

TÍO BLAS
Dibujante Manuel Gago, 4-B
Súper joven y súper emprendedor, Blai Calero lleva desde 2013 trayendo al barrio todo tipo de productos selectos, y sobre todo locales, que aún mola más. Al entrar patinas en un charco de saliva, tuyo claro, pues el aroma a quesos artesanos y embutidos locales hace trabajar a las glándulas a velocidad de rally. El buen servicio y el trato familiar son su seña de identidad. ¿Salir de allí sin un queso de Los Pedrones (Requena) y un vermú valenciano y artesano? No lo hemos conseguido. También sabemos de buen tinto que ahora planea crear un rincón para catar allí mismo sus productos y hacerse la tapita y el chato. Blai, te vamos a poner un pedestal.

ARTESANÍA ORTIZ
– Convento de Jesús, 13
Sergio Ortiz trajo la profesión de su padre al barrio hace dieciocho años, pero la tradición lleva más de cincuenta en su familia. Hijo de orfebre, recuerda su infancia entre cinceles, peinetas y aderezos de valenciana. El arte se hereda y Sergio trabaja con dedicación porque le apasiona diseñar y cincelar piezas únicas con sus manos, recuperar diseños de su padre o crear a partir de dibujos que le traen sus clientes. Mientras su hijo corretea por el taller entre complementos para novia y otras preciosidades, se pregunta si el pequeño seguirá con el negocio. Nadie lo sabe, pero respirar artesanía durante tantos años hoy en día ya es un regalo. Su seña de identidad: «la artesanía no es perfecta». Maravilloso. Su padre, Francisco, puede estar muy orgulloso.

HORNO COMPAÑ
Convento de Jesús, 17
De aderezos para el pelo a complementos para la barriga. Pepe Compañ es la tercera generación de panaderos y sigue en el mismo horno que perteneció a la baronía de Patraix y que fue comprado por los anteriores dueños al barón por la increíble cantidad de quinientas pesetas, ¿hace más de cien años? ¡un dineral, oiga! Antes de que su familia cogiera el legado fue El horno de la viuda, y abastecía a la iglesia y a todo el vecindario. Eso no debe de haber cambiado mucho, damos fe, porque la simpatía de Pepe, patraixero de tot cor, y de su mujer Amparo son la guinda de cada uno de sus pasteles. Entre sus más preciadas delicias están las madalenas, los rollitos de anís (receta de la bisabuela), las empanadillas (receta del padre) y los mazapanes, que se han llevado varios premios del gremio. Todo se hace allí mismo de manera artesanal y con el ingrediente básico y principal: el cariño.

L’ALQUERIA DE MARA
– Alcúdia, 2
Esta preciosa alquería familiar del S.XIX fue la fábrica y tienda de muebles Pepe Martínez durante muchos años y ha sobrevivido a todos los cambios del barrio gracias a Mara Martínez, hija de Pepe y valiente emprendedora. Hoy este enorme espacio, reconvertido en coworking para cuatro negocios más dirigidos por mujeres,  permanece imponente y maravillosa, como es Mara. Además de su negocio de decoración integral, allí se siguen fabricando muebles de manera artesanal con mucho trabajo y exquisitez por parte de José Monteagudo, Pepito para todos, el carpintero que ya trabajaba con su padre. Pero además, la Alquería de Mara ofrece talleres, exposiciones de arte, conciertos y alquila su espacio para eventos, cuando no organiza fiestacas como la de verano que se avecina el finde del 2 y 3 de junio. El concepto de galería comercial que tienes en tu cabeza se transformará en algo cercano y familiar, local, artesano y muy bonito ¿a que apetece?

LIBRERÍA EL CRESOL
Humanista Mariner, 5
Agustín, aragonés, y Germana, vasca, llegaron a Patraix hace treinta y cuatro años, cuando el barrio se encontraba en total expansión, y pusieron en marcha esta librería familiar. El Cresol, así se llamaba el club de baile regional absolutamente transgresor para la época donde se apuntó la pareja, y de ahí el nombre. El bigote cano del fundador es famoso en el barrio y es fácil intuirlo detrás del mostrador, aunque su hijo Nacho es desde hace ocho años quien ha cogido el testigo; y de qué manera. La nueva generación impulsa una comunicación directa y cercana tanto personal como vía redes sociales, la inquietud de Nacho es imparable: charlas, Fira del Llibre, club de lectura, presentaciones, cuentacuentos en inglés… A todo esto se suma que es presidente de la asociación de comerciantes de Patraix y está metido en todos los fregados, sobre todo en los que tienen páginas de por medio. Su objetivo principal es crear lectores y su secreto, las recomendaciones que da a sus clientes. No vimos cuentos de princesas en sus estanterías y sí propuestas universales como El Principito. Viva.

YUK MI
Salabert, 24
Había una vez una familia surcoreana que llegó a nuestra ciudad y se propuso traer su delicada y variada cocina a los paladares de los valencianos, más concretamente a los suertudos de Patraix. Un día fuimos a probar, a ver qué pasa, y se empezaron a suceder una serie de platos exquisitos, cocinados con toda la gracia coreana y muy, muy exóticos. Probamos su bibimbap, un plato de arroz con huevo y verduras que es especial, su barbacoa coreana y su kimchi, col fermentada con un millón de propiedades saludables (y un rato de picante). Todo una maravilla. Lo regamos con cerveza importada desde un lugar de nombre impronunciable, sonrisas de la dueña, a la que algunas llaman la mujer-amor, y todo a un precio algo elevado para lo que estamos acostumbradas. Y es que parece ser que no compran en el Consum. ¡Kamsahamnidá por existir! Patraix mola, ¡y cómo!

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