HASTA EL DOMINGO 2/11
IVAM. Guillem de Castro, 118
Senga Nengudi y Maren Hassinger fundaron el Studio Z de Los Ángeles junto a otros dos colegas con la intención de ofrecerle a la comunidad afroamericana local de bailarines, artistas, músicos y poetas un espacio en el que expresarse libremente. Y para crear, de paso, lazos de apoyo necesarios dentro de un mundo preeminentemente blanco, masculino y heterosexual. En este contexto forjaron su amistad las dos artistas a las que el IVAM le dedica su última exposición, dentro de una comunidad en la que sus miembros compartían intereses y experimentaban con las obras de los otros. Un claro ejemplo es la primera pieza colaborativa de 1977 hecha a cuatro manos entre Senga Nengudi y Maren Hassinger: R.S.V.P. (répondez s’il vous plait), pensada en un principio para ser activada en actuaciones que involucraban danza o música. Después de dar a luz, Nengudi creó sus piezas más reconocidas, esculturas con medias de nailon rellenas de arena, ancladas a objetos encontrados. Y Hassinger interactuaba y bailaba con ellas en sus performances, evidenciando su interés por el cuerpo y lo performático. Antes de empezar a trabajar la escultura, las dos artistas se formaron en danza, de ahí que sus performances incorporen el baile y sus piezas objetuales refuercen la sensación de movimiento. La relación entre performance y escultura es una constante en el trabajo de Nengudi.
A Hassinger le interesaba la tensión entre naturaleza y cultura. Empezó a trabajar en los setenta con elementos naturales (ramas de árboles o arena), combinados con materiales industriales como cuerdas, cables de acero y cemento. En la exposición del IVAM, la dureza del acero maleable dialoga con las ramas del árbol, resistentes y frágiles a la vez. En los ochenta incorporó otros materiales, como globos, papeles de periódico y bolsas, que cuelgan del techo del museo en la instalación de 1999 Untitled (Pink Bags). Un poco más adelante, descorriendo una cortina, podréis entrar en Warp Trance (2007), una instalación hecha con las tarjetas perforadas que se utilizaban para programar el tejido y los patrones de los textiles, resultado de las investigaciones de Nengudi sobre los procesos de tejido a máquina en fábricas textiles.
La tensión entre el orden jerárquico de la sociedad industrial y la arbitrariedad de la naturaleza es un leit motiven la obra de Hassinger. Es evidente en Garden V (1999), donde cables de acero deshilachados que evocan formas orgánicas se despliegan ordenadamente en una cuadrícula, pero bailan a su antojo como movidos por el viento. Muere el recorrido con las esculturas Water composition de Nengudi, hechas con sacos de vinilo llenos de agua teñida de colores. Sus formas se adaptan a las cuerdas utilizadas para colgarlas en las paredes o a la presión de su propio peso sobre el suelo. Y todo acaba definitivamente con las pesadas cuerdas de manila de Hassinger suspendidas en el techo y colocadas en el suelo. Escultura, performance, instalación y vídeo conviven en esta exposición de dos mujeres racializadas, madres y artistas que tuvieron que crear en un contexto muy adverso: blanco, de hombres y muy individualista. Aquí, sin embargo, se le rinde pleitesía a la amistad y la colaboración. S.M.