Montolivet

En Montolivet las vecinas entran a la pescadería para pedir un manojito de perejil, y a Amparo, la pastelera, la llaman por su nombre, es decir, mantiene aún la esencia de barrio que la vecina Russafa ha perdido a fuerza de gentrificación y el imperio de lo chic. El barrio toma su nombre de una ermita del siglo XIV dedicada a la Virgen de Mont Olivet situada donde hoy se alza la neoclásica Iglesia de Nuestra Señora de Monteolivete del siglo XVIII, a orillas del Turia, que la anegaría en la riada de 1957. Después de este apunte histórico, y antes de empezar el recorrido, vamos a parar en un bajo de la calle Vicent Lledó donde se imprimen las letras que estás leyendo y miles de proyectos impresos que buscan un buen asesoramiento para empezar y un acabado final de la mejor calidad que genere el menor impacto ambiental posible. Impresum es familia y con ella empezamos un recorrido que nos va a llevar por pastelerías, una pescadería, dos bares de toda la vida, un restaurante nouvingut, un museo fallero y una tienda de juegos para aprender matemáticas, muy cerquita de una fachada ultra kirsch que tenéis que ir a ver (calle Tucumán, 9) si estáis dispuestos a sufrir un mini ataque epiléptico.

Aprendiendo matemáticas
—Tucumán, 1
Aprendiendo matemáticas es un proyecto que quiere conseguir que los niños dejen de ver las matemáticas aburridas. Porque sí, las matemáticas se pueden trabajar de otra manera. Jordi y Malena, la matemática de la pareja y la cara visible del proyecto, ofrecen cursos online y venden juegos y materiales manipulativos que puedes ir a tocar y probar en su espacio de la calle Tucumán (mejor con cita previa: 601 194 609). El producto estrella es el Camelot Junior, un juego manipulativo hecho de piezas de madera que consiste en construir un camino con torres y escaleras para que el caballero y la princesa puedan estar juntos. También tienen juegos de mesa, dominós, puzles, regletas numéricas de madera y cualquier material que sirva para digerir mejor la bola de las matemáticas.

Museu Faller
— Pl. Montolivet, 4
Inaugurado en 1971 en la Casa Misión de San Vicente de Paúl, el Museu Faller hace un recorrido, con pasodobles sonando de fondo, por la evolución de las Fallas a través de sus ninots indultats, oficializados en 1934. Los más añejos están hechos con cera y madera, son de estética naturalista y van vestidos con ropajes de tela; los más recientes huelen a poliespan y reproducen los manidos patrones Disney. Una fallera dando de mamar (1936), una cacauera estraperlista (1943), una mujer fregant-li la panxa a un xiquet (1964), un embogador (el que arregla las sillas de enea) con el dedo meñique escapando de la espardenya, Indiana Jones (1986), Jacques Costeau (1998), Concha Piquer (2008) y Pescados Amparín (2017) se suceden para evidenciar la evolución material, temática (tradicional, social, caricaturesca, costumbrista, sentimental, política…) y de tono que se ha dado en los ninots salvados de las llamas durante más de ochenta años. El otro gran atractivo son los carteles anunciadores de las Fallas, que arrancan con el del maestro Segrelles de 1929 y desembocan en los más modernos, firmados por diseñadores de renombre como Iban Ramón, autor en 2016 de la imagen gráfica de unas Fallas que estaban a punto de ser declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

Bar Batiste
—Lluís Oliag, 33
El Bar Batiste es de los más antiguos de la zona. Batiste era el abuelo de Lola, que te sirve (por encargo) el arroz que le pidas aunque no lo haya cocinado nunca, ¡se atreve con todo! Tapas, todas las que quieras también: calamares (la especialidad de la casa), cazuelitas de chipirón con habitas, tortas de camarón, gambas al ajillo… Más contundentes, el rabo de toro y el all i pebre, o una buena hamburguesa de buey. Un cremaet para coronar el esmorzar, un vermú casero para el aperitivo y un menú de mediodía a 9.50€ que incluye bebida, postre, café y simpatía. La clientela aquí es de toda la vida. “Este es de la casa, que se lo ponga él”, nos dice sobre un cliente al que aún no le ha servido por estar atendiéndonos a nosotras. Pues eso, que se lo ponga él.

Pescadería Mora
—Finestrat, 2
El parque que hay en frente era un pequeño mercado en el que Pescadería Mora ya servía pescado fresco directo de Mercavalencia allá por 1945. Con la desaparición del mercado, los hermanos Mora tuvieron que trasladarse al bajo en el que hoy sirvien producto nacional (todo, menos el salmón noruego) recién descargado del barco cada mañana. Sepia y calamar de playa, merluza del norte, pescadillas y rape de Vigo y Cullera, chirlas de Huelva, cigalas o emperador, que viene en pieza grande. Lo que sobra del día se limpia y se congela para pasar a hacerle compañía al pulpo, las zamburiñas y los rojos, la joya del Mediterráneo al alcance de pocos.

Dulzumat
—Plata, 83
Los panettones cuelgan boca abajo en un rincón de Dulzumat para que el condumio no se quede abajo, son de chocolate y naranja, chocolate blanco, chocolate con leche o de pasas al ron con naranja confitada. Te los sirve Amparo en esta pastelería con más de veinte años de historia en la que, menos el pan, se elabora absolutamente todo: cascas (dulce típico valenciano de Navidad del que os hemos hablado alguna vez en la sección Tasta’l d’Ací), bombones, macarons, turrones, pan de Cádiz (mazapán relleno de frutas confitadas), tartaletas, membrillo, tartas con renombre, rollitos de anís, pestiños, muses de naranja o café… Es la pastelería de referencia del barrio y parada obligatoria para cualquiera que pase por la avenida de la Plata.

Olrait
—Pedagog Pestalozzi, 1
Olrait llegó al barrio en abril de 2021 para ocupar un vacío. Es un restaurante más moderno que tiene en la carta propuestas como el saté de pollo indonesio (brochetas a la plancha con salsa de cacahuetes y arroz), patatas fritas con salsa Yopi de curry, bitterballen de estofado (croqueta redonda de carne típica de Holanda) y chili vegetariano con arroz, nachos y queso. Pero también están los sabores de aquí, en el estofado de jabalí o en la tabla de tapas variadas donde podréis probar las croquetas caseras de jamón de Teruel, de pato con arándanos, de gambas y de queso Cabrales. La carne de la hamburguesa viene del Mercat Central y el pescado de lo compran a los hermanos Mora de los que os hemos hablado más arriba. Como decíamos, producto de calidad cocinado en recetas de aquí y de allá.

Peter’s Delicatessa
—Pedagog Pestalozzi, 3
En esta panadería y pastelería artesana fundada en 1980 por Peter Früh Eckert encontraréis especialidades de Alemania, Austria y Suiza. Pan alemán de centeno, más amargo, denso y resistente que el nuestro de trigo, y delicias dulces como como las Tee-Gebäck (pastas artesanas de mantequilla), la tarta Linzer con frutos secos y mermelada de grosellas, el strudel de manzana, la tarta Selva Negra alemana (bizcocho genovés de chocolate embebido en almíbar, relleno y recubierto de crema chantillí y cerezas maceradas en kirsch, es decir, aguardiente de cerezas) o la tarta Sacher austriaca, hecha con un bizcocho de chocolate muy esponjoso con una capa de mermelada en su interior y recubierto con chocolate negro. Típico de la Navidad son las galletas Florentiner hechas con almendra caramelizada y el Stollen, un pan dulce alemán muy especiado en forma de hogaza oblonga cubierta por un gran manto de azúcar glasé hecho con frutos secos, pasas y frutas confitadas. Puede hacerle la competencia al manido panettone perfectamente, dale una oportunidad.

JM
—Pere Aleixandre, 38
Bocadillo de calamares. En el JM se pide bocadillo de calamares. O de carne de caballo con ajos tiernos y patatas. Por el esmorzar lo conocerás y por el menú de mediodía a 11 euros volverás. Pero hay mucho más que comida rica y sencilla a precios populares, sobre la barra descansan navajas gallegas y ostras frescas, zamburiñas, rodajas de pulpo lozanas y gamba roja que nos avisan de que podemos subir un peldaño más, encargando por ejemplo una parrillada de pescado o una caldereta de marisco. JM son las iniciales de Jordi y Miguel, los hijos de fundador de este bar que desde 1992 da de comer a los vecinos del barrio y de toda Valencia, que acuden a este rincón de Montolivet para disfrutar de la comida y el servicio de un bar de toda la vida.

 

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