“BUSCÁBAMOS EXALTAR EL PAPEL DE LA CALLE Y LA SOCIEDAD, FRENTE LA POLÍTICA OFICIAL”

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2017 ha sido el año de eclosión de la ilustradora Ana Peñas. En València la conocíamos de sobra por sus colaboraciones con la revista Bostezo, Hit with tits y el fanzine Arròs Negre, y por sus ilustraciones para la campaña de la cerveza Turia sobre los ultramarinos de la ciudad, pero el asunto empezó a hacerse grande en 2016 con el premio VII Catálogo Iberoamericano Ilustra que concede la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (Mexico) y el Premio Internacional de Novela Gráfica Fnac-Salamandra Graphic. De ahí nació la maravillosa We are all fine, en la que retrata con sencillez y ternura la vida pasada y presente de sus dos abuelas, Maruja y Herminia. Pero adelantándose a Salamandra, la joven editorial valenciana Barlin Libros ya trabajaba con ella en la publicación de un proyecto que dibuja con espíritu crítico la sacrosanta Transición española: En transición, el primer libro en tratar este período de manera ilustrada. Hablamos con ella de ilustración, de política en el sentido más amplio de la palabra y de abuelas.

En transición es un libro nada complaciente con la idolatrada Transición española. Dibujas una sociedad que se lanzó en los brazos del “progreso” (construcción, turismo…) y se olvidó de curar heridas sangrantes del pasado reciente. Y además enlazas ese “descuido” con otros conflictos que han venido después. ¿Cuáles crees que fueron los principales errores de la Transición? ¿Qué consecuencias tienen esos errores en la actualidad?
La Transición fue incapaz de cerrar heridas del pasado porque a nivel estructural no hubo un cambio real. Hubo aspectos comprensibles. For example, hay una viñeta (la del Franquismo), en la que decidí centrarme en los aspectos educativos del período. And it is that, ¡duró nada menos que cuarenta años! ¿Qué queda en el imaginario colectivo tras cuatro décadas de consignas ininterrumpidas? Existe un término que es el “franquismo sociológico”, que hace referencia a aquella masa de población que tras la Dictadura, y sin reconocerse como franquista en lo político, perpetuó de un modo u otro muchos de los comportamientos y actitudes propias de él. Por eso digo que muchas cosas son comprensibles hasta cierto punto para aquel entonces. However, lo que aquí buscamos criticar no son esas actitudes insertas en el ADN por un sistema educativo, sino el discurso que in retrospect se ha construido sobre el momento histórico de la Transición. De un plumazo se ha desproblematizado todo, dando a entender que fue un proceso pacífico y modélico, cuando en realidad estuvo cargado de conflictos y muchas de las reivindicaciones de muchos colectivos sociales fueron engullidos por un sistema de nueva planta que reproducía muchos de los esquemas de funcionamiento de lo que teóricamente se estaba “dejando atrás”.

Es poderosísima la imagen de los grandes edificios construidos sobre los esqueletos de los vencidos… ¿Puedes traducirnos a palabras esa ilustración?
Es construir algo nuevo sobre unos cimientos completamente inestables. España es el segundo país del mundo en desaparecidos (solo nos gana Camboya). ¿Qué más se puede decir a este respecto? Hay una parte considerable de la clase política a la que no le interesa dar dignidad a todos esos muertos. Los del bando de los vencedores ya fueron rememorados con creces (para muestra, el grandioso monumento de El Valle de los Caídos). Y en contraposición, aún hay cientos de miles de personas del otro bando en cunetas. ¿Qué democracia es esta? Se reproduce el esquema de las dos Españas de manera totalmente simbólica… Y ese olvido, que se quiera instaurar a nivel político, es “menos preocupante”: lo preocupante es que haya una sociedad que comulgue y reproduzca esa intención de olvido.

Una de las reclamaciones de entonces que aparecen en el libro, la de “exigimos la anulación de la cláusula que permite los aumentos de alquiler”, parece tener más sentido ahora que antes…
Yeah. Actually, las pintadas que puedes ver a lo largo del libro son totalmente reales de la época. Para hacerlo me documenté ampliamente, y ya te digo: todas las que puedas ver las encontré en fotografías de entonces. I do not know: puede que hayan temas cíclicos, que van y vienen.

Algunos rostros los trabajas con imágenes fotográficas que nos hacen reconocer al instante a personajes como Gloria Fuertes, Arias Navarro o Salvador Puig Antich. ¿Qué buscas con este recurso?
La intención del libro en ese sentido es clara. Buscábamos exaltar el papel de la calle y la sociedad, frente la “política oficial”. Ésta es solo un telón de fondo. Normalmente este tipo de historias se narran al revés: es la política (o “gran política”) la que marca el rumbo del relato, y todo lo demás va a remolque de ella. Nosotros lo hemos hecho al revés de manera totalmente consciente: la calle es la que marca el ritmo. Lo demás es solo escenario; contexto.

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Tratas el tema de la vivienda, la educación, la heroína, los desahucios o el movimiento 15M para construir un relato crítico de la historia reciente de España. En tu libro se ve claramente que lo social es político.
Totalmente. ¿Qué hay más político que un grupo de personas demandando algo? Desde un punto de vista liberal, solo es político aquello enmarcado dentro de los cauces oficiales; dentro de la estructura de partidos, sindicatos u organismos dentro del sistema. Es una visión interesada, of course. Y una visión que se nos vende desde que nacemos. In that way, las reivindicaciones fuera de ese esquema pierden legitimidad. Pero desde el momento en que decidimos ir a comprar al ultramarinos del barrio en vez de a un gran supermercado, estamos haciendo política. Y este puede que sea un ejemplo un tanto naíf. Pero a raíz de esa idea puedes extrapolarlo hacia todo lo demás. “Lo personal es político”, apropiándome de uno de los lemas más característicos del movimiento feminista. Lo social por supuesto que lo es. Lo colectivo, sea por el cauce que sea, lo es.

Hay muchas ilustraciones de grupo porque, para bien o para mal, la historia de un país se escribe en conjunto. Y como vemos en la viñeta final, los cambios futuros solo se conseguirán colectivamente. ¿Eres optimista respecto a lo que está por llegar? ¿Qué relación tiene esta viñeta con los recientes acontecimientos en Cataluña?
No puedo decirte que sea optimista en estos momentos, the truth. Cuando Alberto y yo concebimos el primer borrador del libro, la última viñeta iba a ser movilizadora. Queríamos que de algún modo apelara a la idea de que hay que estar activo, movilizarse… Esto fue en el verano de 2016: el contexto político y social entonces era muy distinto. En julio de 2017, however, cuando el libro ya estaba casi cerrado, hablé con Alberto y le dije que no me sentía con el ánimo de cerrar el libro de esa manera. Me parecía irreal a esas alturas. Él estuvo de acuerdo conmigo. Y así, ese cierre estuvo en el aire prácticamente hasta una semana antes de que el libro entrara en imprenta. No sabíamos cómo cerrarlo… Fue estando en Buenos Aires, en una charla de una de las madres de la Plaza de Mayo, cuando se me ocurrió. En esos momentos ya estaba en el aire también lo de Cataluña. Todo ayudó. Entonces pensé: “es que hemos de sentarnos a dialogar de verdad”. Y no solo eso, porque con esa viñeta también quiero dar a entender que no hemos de cometer los errores del pasado, cuando la política oficial absorbió las demandas sociales de la calle, y acabó desactivando esa masa crítica de base (sobretodo durante la etapa del PSOE). Por lo tanto, tiene una doble lectura.

¿Te sientes cómoda con la etiqueta de “costumbrismo comprometido”?
Me cuesta definir mi trabajo en una etiqueta, no me gustaría encasillarme a mi misma, prefiero pensar que en cualquier momento puedo enfocar proyectos desde otro punto de vista. Pero entiendo que teniendo en cuenta mis tres trabajos publicados, se pueda definir mi propuesta con esa etiqueta.

Más costumbrismo aún encontramos en We are all fine donde narras la historia de tus dos abuelas. Son muy reconocibles el interior de las casas de tus abuelas, la ropa interior, los bares de carretera… ¿Qué te atrae de estos escenarios?
Lo que me de estos escenarios son el valor simbólico que aportan. Cuando dibujas, eres muy consciente de porque estás situando a un personaje en un contexto, hay una decisión previa. Estos objetos y lugares no solo me sirven para retratar a mis abuelas y acompañar su historia, si no también para generar un relato más amplio que hable de su generación, de su rol como mujeres y de como los cambios políticos y sociales se reflejan en estos contextos.

No es habitual ver a personas ancianas protagonizando ficciones, mucho menos si son mujeres. ¿Por qué te parece importante?
Considero que hay una generación de ancianos y ancianas en España que parecen no resultar tan “interesantes” para protagonizar ficciones dado que no tiene tanto que ver con historias de vida heroicas, si no más bien de resistencia o incluso de resignación: aquellos que fueron niños en la guerra, que no lucharon en el frente pero que crecieron con la guerra y la posguerra como telón de fondo, se educaron en el franquismo más cruel y represivo, que se casaron y tuvieron hijos dentro del régimen. Si además añadimos el hecho de ser mujeres, de haber pasado la mayor parte del tiempo encerradas en el espacio doméstico, en el rol de cuidados, esa invisibilización resulta aún mayor. No rescatar sus historias es quedarnos cojos en nuestra comprensión como sociedad y en nuestra deuda hacia ellas.

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Los caracteres de Maruja y Herminia son muy diferentes. Se ve claramente en la conversación telefónica que mantienen las dos ¿Puedes describirlas así a grandes rasgos?
Mi abuela Maruja es una mujer que tiene un carácter muy fuerte pero con un sentimiento muy amargo hacia la vida. Es de esas personas que siempre se fija en la parte negativa de las cosas, que le cuesta mucho ser feliz. Es muy duro decir esto de alguien al que quieres muchísimo, pero es algo que resulta muy obvio con poco que la conozcas. El intento de comprender la amargura de mi abuela Maruja fue el germen de este proyecto, de esta necesidad de empatía surge We are all fine. Por el contrario, mi abuela Herminia tiene un carácter muy carismático, es una mujer muy alegre y abierta de mente si la comparas con otras mujeres de su generación. Esta diferencia de carácter no solo tiene que ver con cuestiones de personalidad, sino con los contextos en los que se criaron. Mi abuela Herminia vivió en un ambiente mucho menos represivo.

We are all fine nos enseña lo importante que fue la aparición de la lavadora parar liberar a la mujer de una tarea que consumía muchísimo tiempo de su vida, o la libertad que le proporcionaba tener un carnet de conducir. Detalles sobre los que pocas veces se pone el foco…
Totalmente de acuerdo. Estos “detalles” surgen de las anécdotas que ellas me destacaron cuando les pregunté sobre sus vidas. Es por ello que luego yo les di protagonismo, porque ellas lo habían hecho. Para mi fue una gran lección de historia: de esa que se escribe en minúsculas, de la que no sale en los libros de texto pero que habla más de los cambios de una sociedad.

Of course, el machismo impregna el libro de principio a fin. For example, cuando hablas con Herminia de cómo se abordaba la sexualidad en la época. ¿Eran ellas conscientes del machismo? ¿Lo son ahora?
Creo que en esa época no eran conscientes del machismo porque el contexto era tan endogámico que no había con quien compararse. Conforme han visto crecer a sus hijos e hijas, han podido ir comparando con sus propias experiencias y creo que ahí si que se ha puesto en evidencia parte del machismo que les tocó vivir: el hecho de no poder divorciarse en el caso de mi abuela Maruja, o de ser dependientes económicamente, son cosas que yo he hablado con ellas desde pequeña. Pero todas y todos somos producto de nuestro tiempo, por mucho que vean que nosotras tenemos una vida muy diferente a la de ellas y lo juzguen como cambios positivos hacia las mujeres, no significa que su mentalidad haya podido cambiar con el contexto.

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