33ª Mostra de Valencia. The pigeon de Banu Sivaci & Paper flags de Nathan Ambrosioni

Última jornada de presentaciones de la sección oficial de La Mostra de València. The pigeon narra la historia de Yusuf, un joven que cuida de un palomar en la azotea de un modesto edificio de la no menos modesta ciudad de Adana. Yusuf vive casi exclusivamente para sus palomas, al margen del resto de la sociedad, junto a una hermana que actúa como una sirvienta y un hermano que quiere que busque un trabajo y se haga el hombre de provecho que se espera de él. Presionado por su hermano, Yusuf acepta un empleo en una chatarrería con la que el primero tiene extraños negocios.

The pigeon surge de la propia experiencia de su directora, nacida en el vecindario donde suceden los hechos de este pequeño cuento contemporáneo. Un relato en el que el fondo social es tan relevante como los hechos contados. Según su directora, la tunecina Banu Sivaci, The pigeon pone el foco en ese momento de la vida en que dejamos atrás nuestras ilusiones juveniles. “El punto principal es el paso a la edad adulta porque la sociedad empuja a este protagonista a ser el hombre apropiado. La historia principal se trata de un personaje que se aferra a su individualidad, porque ser una persona diferente es muy difícil en este lugar”. Su relación con las palomas se convierte, así, en metáfora de las tribulaciones de su protagonista. “La paloma principal que sale en la película también sufre el mismo destino porque tampoco quiere volar, no acompaña a las otras palomas. Esta paloma representa la libertad de ser uno mismo”, comentaba Sivaci. El periplo de Yusuf es el mismo periplo que ha sufrido su directora para desarrollar su carrera. “En nuestro país, sí tú quieres hacer arte, pintura, música, etc. no se ve como un trabajo adecuado. Si le dices a tu familia que quieres ser directora es una situación muy difícil”.

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Una de las cualidades de este relato se encuentra en un guion que apenas recurre a los diálogos como apoyo para desentrañar las claves de su mensaje. “Encuentro más interesante cuando Yusuf no habla, cómo siente, cómo escucha, porque los diálogos no implican que digamos la verdad, no reflejan los verdaderos sentimientos. Para mí los silencios de Yusuf son más interesantes. De hecho, el hermano es más hablador, pero no dice nada particular. Demasiado diálogo no nos da momentos más interesantes o historias más interesantes. A veces solo se dicen son tonterías”.

A parte de un guion tan depurado, si algo destaca en esta producción es la interpretación de su actor principal, Kemal Burak Alper, que carga con todo el peso del relato. Banu Sivaci encontró a su protagonista en una obra de teatro e inmediatamente supo que era el Yusuf de su libreto. Las condiciones de producción, sin embargo, retrasaron el feliz encuentro profesional. “Kemal tuvo que esperar cinco años hasta que se desarrolló el proyecto. Él es un actor profesional, pero no había tenido nada que ver con pájaros antes y tuvo que aprender a trabajar con ellos para esta película”, comentaba Sivaci. Si trabajar con animales suele ser tarea difícil para cualquier rodaje, en este caso fue especialmente complicado. “Fue un trabajo duro, especialmente poner las palomas en cuadro porque se asustaban cuando veían las cámaras y al equipo técnico. Para prevenir, primero pusimos una cámara pequeña y nuestro protagonista mantuvo en su propia casa a esta paloma desde pequeña durante tres o cuatro meses y le daba de comer con su boca, como se ve en la película. Ellos se entendían muy bien y así fue más fácil cundo nos pusimos a rodar”.

Mismos principios, similar mensaje el que atesora el primer trabajo largo del joven director francés Nathan Ambrosioni. Paper flags comienza con la salida de prisión de un joven, Vincent, después de doce años encarcelado. Nada más recobrar la libertad, Vincent va a visitar a su hermana Charlie, único anclaje que tiene al mundo real. Comienza así entre ellos un proceso de mutuo conocimiento. Charlie acoge a su hermano, pero sus esfuerzos por ayudarle a reinsertarse en la sociedad chocan con el carácter violento e incontrolable de Vincent. Los problemas derivados de esta violencia van a condicionar su futura relación.

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“La historia surge de un artículo que vi en el periódico que hablaba de un hombre que salía de la cárcel y que me afectó bastante”, comenta Ambrosioni. “Yo quería hablar de la libertad. Escribí esta historia con diecisiete años y me preguntaba cómo adueñarse de esa libertad y qué hacer con ella. También tengo una hermana pequeña con la que tengo buena relación y me inspiré en ella”. Rodada con muy bajo presupuesto, las condiciones de producción no fueron impedimento para sacar adelante el proyecto. “La película se planteó muy rápida. En cuanto tuvimos la financiación mínima decidimos lanzarnos y hacerla. Era lo que queríamos hacer desde el principio. El presupuesto era pequeño, pero para mí era enorme, aunque dentro del mundo cinematográfico no represente gran cosa. Pese a todo, gran parte de la felicidad de este rodaje ha sido adaptarse a las circunstancias. En ningún momento pensamos que la falta de presupuesto sería un obstáculo para salir adelante, el equipo estaba muy consolidado a la hora de trabajar”.

El origen del título, Paper flags, nos remite tanto a aspectos formales de la película como a esa construcción fraccionada de sus personajes. “El título de la película hace referencia al único personaje que no sale en la película que es la madre y que está reflejado en las banderas tibetanas que Charlie tiene en su habitación. También quería plasmar la relación entre los dos hermanos que está hecha como a pedazos, como esa carta que les une. Son pedazos de vida fragmentados, con altibajos, y el título también reflejaba eso”. Para construir a su personaje principal, Vincent, Ambrosioni se basó en videos de declaraciones de otros ex-presidiarios de donde rescataría situaciones particulares y el tono de los diálogos. Allí encontraría las motivaciones que mueven a su Vincent de la ficción. “No había una intención de denuncia porque no me siento legitimado para denunciar cosas así, pero sí quería hablar de ese sentimiento de estar perdido que puede sucedernos a todos, con o sin cárcel”, comentaba en rueda de prensa, el director. “Lo que quiero demostrar es que este tipo de situaciones cada uno lo lleva de una manera, algunos lo reprimen, otros lo esconden, otros los dejan salir. Quería mostrar como un periodo de confinamiento tan largo pueden cambiar a la gente y lo solos que se sienten al salir. No quería enseñar los motivos que le habían llevado a prisión, sino la persona en que se ha convertido en los últimos años. Aunque no haya intención de denuncia, sí que quería que el espectador fuera consciente de que el problema existe. Una vez transmitido, será el espectador el que haga con ese sentimiento lo que quiera”.

Montada de forma muy fraccionada y con un prominente uso del primer plano, las influencias del joven realizador saltan a la vista sobre la pantalla. “Xavier Dolan me gusta mucho, me inspira mucho, su manera de contar y rodar sus películas es una referencia importantísima, también Terrence Malick ha sido fuente de inspiración. Miraba antes y durante el rodaje sus películas. Me han resultado muy inspiradoras”. Con una fuerte presencia de colores saturados, Ambrosioni trata de compensar la dureza de una trama que se apoya en emociones muy confrontadas y viscerales. “Era muy importante que fuera una película colorida. No era exactamente reflejar los estados de ánimo de los personajes, sino alegrar un poco un tema que ni es alegre de por sí, ni es fácil de tratar. Lo que quería es que todo el tema fotográfico y escenográfico realzase a los personajes, les dieran luz. Son personajes distintos y quería que la gente los viera con toda su belleza. Cada escenario tiene su color, y la idea era dar relieve y luz a Charlie que es un personaje que está sufriendo su propia vida, y a Vincent que tiene que construir una nueva”.

A pesar del duro destino que parece asolar a sus personajes, Ambrosioni no imaginaba otro final para sus personajes que el que pergeñó desde el primer momento. “En realidad, siempre he querido que la película acabase bien. Un final que trasmitiese esperanza y la posibilidad de un futuro. Durante el rodaje se planteó muchas veces si era el final más adecuado o si no lo era, pero la idea era transmitir esa esperanza de dos hermanos que empiezan a quererse cuando entienden que nada les obliga a quererse. Rodamos tres finales distintos y los actores no sabían cuál era el que se iba a elegir, pero los tres daban esa esperanza y esa posibilidad de futuro”. G.LEÓN

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