33ª Mostra de Valencia. El Jaida de Selma Baccar

Nueva jornada en la Mostra de València y, frente a la platea, encontrábamos a la directora tunecina Selma Baccar, vieja conocida del certamen que venía a presentar su última producción después de muchos años. El Jaida nos sitúa al comienzo de la década de los cincuenta del siglo pasado. En un país con fuerte presencia religiosa en las instituciones, cuatro mujeres deben enfrentarse a un cambio en el normal transcurrir de sus vidas. Por un motivo u otro, y amparados por la ley, sus maridos han decidido encerrarlas en algo así como una especie de residencia para mujeres “descarriadas” llamada Dar Joued. Allí deben permanecer sin salir ni comunicarse con nadie más que entre ellas mismas y la despótica guardiana de esta singular institución hasta que reflexionen o enmienden sus comportamientos, contrarios a la ley coránica y los deseos o intereses de sus esposos. Comienza así un viaje interior y de superación individual y colectiva. Todo ello, enmarcado dentro de un momento crucial para su país, Túnez, que se encuentra inmerso en diversas revueltas por su independencia como protectorado de Francia. En la lucha por la libertad del pueblo tunecino se encuentra también la lucha de estas mujeres por recuperar la igualdad. No bastará con lograr la independencia del poder colonial europeo, también será la lucha contra el opresivo dominio de la religión en un futuro estado laico que garantice el bienestar de todos sus ciudadanos.

Selma Baccar escribió el guion de El jaida en el año 2006, al terminar su anterior largometraje, Khochkhach. Su implicación y compromiso político en la reforma en 2011 de la Constitución de su país tras la caída del régimen del presidente Zine El Abidine Ben Ali, la mantuvieron apartada de las cámaras. Una reforma que, tal y como contaba la propia directora y queda reflejado en la película, encontró mucha resistencia por parte de los estamentos y partidos religiosos para mantener su espíritu laico. Después de esta intensa labor política, de regreso a su actividad como cineasta, Baccar retomó este relato. Esa labor parlamentaria y constituyente, sin embargo, había cambiado su enfoque, como nos comentaba en la sesión de presentación ante la prensa y el público. “Después de este compromiso político ya no pude realizar esta película de la misma manera porque mi visión había cambiado. Así que decidí retomar la estructura para entender cómo podía la religión encontrar cualquier pretexto para condenar a las mujeres. A partir de ahí, surgieron los personajes del juez, de la niña pequeña, que es la hija de la protagonista que, 50 años después [al final de la cinta], se convierte en diputada y la vemos sonreír con el trasfondo del himno nacional tunecino. La sonrisa se debe a la satisfacción de haber cumplido el deber de vengar a su madre y a todas las mujeres que habían sufrido todas estas desgracias”.

La construcción del relato en el que se sustenta la cinta no fue un camino trillado para la directora. Entre las mayores dificultades que tuvo se encuentra la falta de una información de primera mano que le permitiera reconstruir la vida íntima de esta casa de reclusión para mujeres que describe. “En un principio no encontré ningún texto que hablase de este organismo, solo un pequeño libro escrito por dos universitarios, pero que no contaba ninguna anécdota. ¿Por qué? Pues porque en las familias ha quedado como una vergüenza, nadie quiere acordarse de que una vez una madre, una abuela o una tía pasaron un tiempo en este lugar. Forma parte de la memoria olvidada de la sociedad. Yo quería incluir anécdotas, pero, como estaba muy mal visto, nadie quería contestar”. La casualidad, sin embargo, vinieron a llenar esta laguna. Una conversación azarosa con un técnico cinematográfico la puso sobre la pista de un testimonio personal. Era la pieza que le faltaba. “Cuando le conté el caso, me dijo que su abuela, que tenía 100 años, pasó seis meses en ese lugar. Esta es la mayor suerte que he tenido en mi vida porque gracias a esta mujer pude ir reconstruyendo la vida diaria, la cosas que sucedían allí, la historia del sótano, la habitación reservada para que las mujeres recibieran a sus maridos, la posibilidad de pagar para que una niña bien o una mujer con un poder adquisitivo más alto pudiera disponer de esa habitación para ella sola”.

Pero si El Jaida es una cinta que aspira a tener relevancia es por el reflejo que la vida de humillaciones que sufrieron estas mujeres en el pasado tiene en la actualidad. Una imagen, unos pies descalzos que caminan cautelosos en la noche, concentra la metáfora de su mensaje. “Si hay una cosa que las une a todas son esos pasos de pies descalzos que vemos al principio de la película. Las mujeres tienen en común este hecho de caminar hacia su destino siempre con unos pasos muy dudosos. Son mujeres frágiles a la hora de tomar decisiones. Quería crear esta contraposición con los pasos de la mujer diputada que salen al final, con sus tacones y con esos pasos seguros. Dentro del contexto de investigación he hablado con muchas mujeres de la actualidad y lo que muchas de ellas me han trasmitido es que están viviendo esta reclusión dentro de sus propias casas”.

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Según la propia directora, la película obtuvo un notable éxito, tanto es así que ha sido su primera película en cosechar beneficios. La clave podemos encontrarla, por un lado, en el empleo de actores televisivos muy conocidos por el público tunecino, algo poco habitual en el cine de su país. La otra pata la encontramos en una juventud ávida de respuestas sobre su pasado y su posible futuro. “La película tuvo mucho éxito entre las mujeres, entre ciertos hombres y, sobre todo, entre los jóvenes, lo cual me sorprendió mucho”, comentaba la directora. “Actualmente la juventud tunecina está en una situación de desorientación, los jóvenes están perdidos, hay mucho enfado, están en un proceso de búsqueda identitaria bastante angustiosa. No ven muy claro el futuro. Me pareció sorprendente que una película basada en las mujeres en el pasado pudiera interesar a un público juvenil. Y creo que esto se debe a que los jóvenes han entendido el mensaje, es decir, ¿qué habría pasado si los islamistas hubieran recuperado el poder? ¿A qué situación habríamos llegado? ¿Habría sido la que hemos visto en la película o peor? La amenaza islamista no afecta solo a las mujeres, sino a todo un estado de ánimo de una sociedad que ve peligrar todo lo que han conseguido en todos estos años”.

El estreno de la película y su pase por festivales no ha estado exento de polémica, incluso entre aquellos que, en un principio, se encuentran ideológicamente próximos a las posturas de Selma Baccar. Una de las razones la encontramos en el homenaje que hace la película del presidente Habib Burguiba, artífice clave de la independencia de su país, pero cuyos mandatos posteriores están plagados de contradicciones. “La mayoría de la población se siente agradecida a Burguiba por lo que les ha dado, por haber democratizado el país, por haberles dado algo parecido a la igualdad. Es lo que llamo un dictador iluminado. Impuso la escolarización obligatoria, abolió la poligamia y, aunque cometió algunos errores, también se lograron algunos derechos. También hubo gente que sufrió en la época de Burguiba y nunca le han perdonado. Yo misma en 1975 rodé una película que estuvo censurada durante treinta años porque dijo algo contrario al discurso oficial de Burguiba”. Por todo ello, algunos la han acusado de flirtear ahora con él, de ser bourguibista. “Pues no, porque cuando estaba vivo no flirteaba con él, sino todo lo contrario, incluso arriesgándome a ir a la cárcel. Pero 15 años después de su muerte me siento como una nieta agradecida por todo lo que hizo con la sociedad tunecina”.

Tras muchos años de demandas sociales, aún hay muchas cosas que cambiar en su sociedad. “La mujer no es igual al hombre completamente porque, por ejemplo, hereda solamente la mitad de lo que hereda el hermano. Ahora hay mucha polémica para conseguir que las partes sean iguales para el hombre y para la mujer, pero los islamistas se oponen porque dicen que el Corán dice claramente que la mujer debe heredar la mitad de la parte del hombre. Y la excusa que están dando los que se oponen es que “ni Burguiba pudo conseguir esto”. El debate ahora está en decir que Burguiba ya ha pasado y que nosotros sí que podemos hacerlo”.

Las últimas palabras de su intervención están referidas a aquello que se conoció como Primavera Árabe, para Baccar uno de los mayores eufemismos de la historia. “Simplemente fue un pueblo que quiso manifestarse por sus libertades por su dignidad para que los jóvenes tengan una vida decente. Todo esto se ha malinterpretado en términos políticos para reducirse a la pregunta de quién es más musulmán, tú o yo. ¿Eres musulmán al 100%, al 50%, al 20%? Y bueno, eso dio lugar a asesinatos políticos y a la llegada de un radicalismo procedente de varias zonas de oriente medio, con ello llegó el terrorismo, primero con las ideas y después con las armas”. Para Selma Baccar no existe el islam moderado. “Desde el momento en el que el islam enraíza en la política intenta imponer un modelo de vida que no es el que desea la mayoría y la cosa se fastidia. El único islam moderado que reconozco es el de mis padres, mis abuelos que se les inculcó a base de educación, a base de inteligencia y a base de una evolución hacia cosas mejores. Si aquí en Europa escuchan hablar de islam político moderado, pueden reírse en la cara de la gente”. G.LEÓN

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