Rodeada por dos grandes arterias de la ciudad como son la avenida del Oeste y Guillem de Castro, se extiende la calle Hospital, una pequeña venita que bombea vida y encanto con cada latido. Y vaya si late. Cada día sus terrazas vibran bajo el sol de Valencia, ese que nos encanta en invierno y en verano, y que allí nunca nos abandona. Caña va, caña viene, los bares no cesan su actividad en una vía con poquísimo tráfico que respira la modernidad de un museo como el MuVIM y, a su vez, nos recuerda tiempos remotos en los que albergaba el antiguo hospital que da nombre a la calle y del que se exhiben algunos restos en el bonito jardín, como la puerta gótica de la enfermería (también hay restos de la antigua Facultad de Medicina). La imponente Biblioteca Municipal, ese edificio del que los valencianos sabemos tan poco y que acoge tanto saber, preside el complejo con solemnidad y nos da la bienvenida a una zona que guarda muchas sorpresas: una librería especializada en viajes, montaña y naturaleza, el interesante Museo y Colegio de Arte Mayor de la Seda o la tienda de instrumentos musicales más completa de la ciudad.
LIBRERÍA PATAGONIA
— Hospital, 1
Apasionante templo de libros y guías de viajes, montañismo y naturaleza, único en la Comunitat Valenciana, donde encontraremos mapas especializados (de senderismo, topográficos…) y todos los artículos relacionados con la montaña, como brújulas, navajas, prismáticos, mochilas o gafas. Podremos adquirir también relojes con GPS, aunque los montañeros experimentados saben que no puede uno vender su suerte a estos aparatos, pues pueden fallar, y al final no hay nada como un buen mapa en papel, de toda la vida. Entre las innumerables propuestas bibliográficas encontramos narrativa de montaña, expediciones históricas, historias de grandes exploradores, manuales prácticos de escalada, guías de naturaleza (setas, animales, plantas…) y libros sobre ecología. La rica librería convive con la agencia de viajes que organiza tanto viajes de montaña como urbanos, para un cliente variopinto conformado por apasionados por los viajes, la montaña y la naturaleza. Con los tiempos que corren, la alternativa perfecta al desasosiego es la naturaleza, así que una visita a este templo de sabiduría puede darnos muchas ideas e, incluso, despertarnos una nueva afición.
NASTASIA. HISTORIAS HILADAS
— Roger de Flor, 12
Frente a la Librería Patagonia se extiende una agradable plaza. Allí se encuentra este acogedor local, lleno de rollos de telas de distintos colores. Todas ellas son ecológicas, de algodón orgánico fabricado sin pesticidas y en cultivo no expansivo, buenas para nuestra piel, nuestra salud y para el medio ambiente. Podemos elegir cualquier modelo de los que vemos in situ o acceder a su web, donde la variedad es impresionante. Además de tienda, vemos que allí todo el mundo cose, cada uno a su ritmo, a veces con profesor, y es que se ofrecen clases y talleres de costura y patronaje, dibujo de moda, bordado y patchwork, para adultos y niños. Algo que les diferencia de otros locales similares es que podemos ir cuando queramos, alquilar una máquina de coser, incluso pedir un profesor particular que se adapte a nuestro horario. Vemos menos hombres que mujeres, pues sabemos que el mundo de la costura está en mayor medida conquistado por el género femenino, pero este tema está cambiando y, cada vez más, los hombres se interesan por este arte.
MUSEO Y COLEGIO DE ARTE MAYOR DE LA SEDA
— Hospital, 7
Seguimos nuestro paseo y un precioso edificio nos llama la atención: es el Museo de la Seda. El inmueble, uno de los más desta- cados de la arquitectura y la cultura valenciana, data del siglo XV, es de base gótica y contiene una impor- tantísima riqueza patrimonial en su interior en forma de frescos, murales y mosaicos. Verdaderas joyas se esconden en su esqueleto, como una deliciosa escalera gótica, el suelo del Salón de la Fama realizado por Vicente Navarro, azulejos hechos por encargo con imágenes del gremio de la seda, los frescos del techo de una de las salas principales pintados por José Bergara, o el más que agradable patio interior (ocupado ahora por un restaurante) donde degustar algo al sol que le alegre a uno el día. La colección que expone no es para menos, pues cuenta con preciosos trajes de distintas épocas, de tejidos como el damasco, brocado o terciopelo (¿sabíais que los terciopelos valencianos llevaban un distintivo de seda en la capa porque eran los de más alto rango del gremio?), y valiosa información sobre la historia de la seda en nuestra ciudad. Al parecer, un grupo de artesanos que llegó a València en el siglo XV formó el Gremi de Velluters para garantizar la calidad de fabricación de tan preciado material. Tan preciado que se convirtió en el sector artesanal más importante de la economía valenciana entre finales del siglo XVII y el XVIII. Impresiona la sala de demostraciones en vivo donde veremos cómo se extrae la seda de los capullos (calentando los capullos y sacando los hilos con cuidado con una rueca) y cómo se tejía en un verdadero telar antiguo. En definitiva, todo un descubrimiento que recomendamos encarecidamente para conectar con la historia de nuestra ciudad, nuestra sociedad y nuestro arte.
BIBLIOTECA PÚBLICA
— Hospital, 13
Mucho valencianos aún desconocen este imponente edificio que respira en los jardines de la calle Hospital, después de tantos años y tantos incidentes. En el emplazamiento de la actual biblioteca se erguía en el siglo XV el Hospital de Folls de Santa María de los Inocentes, el primer manicomio de Europa. Posteriormente, por su creciente prestigio, cambió su uso y pasó a ser el Hospital General de Valencia, el hospital de referencia de la capital y del reino. El complejo sanitario continuó su actividad hasta la década de los sesenta, cuando se inauguró el Hospital General en la avenida de les Tres Creus. Fue entonces cuando se inició la demolición del edificio de la calle Hospital y comenzó el desastre, pues ni la protección como conjunto histórico-artístico firmada por Franco, ni la orden de conservar todas las columnas renacentistas evitó los saqueos, y a día de hoy, aún no se sabe dónde se encuentran muchas de las piezas que formaban el conjunto arquitectónico. Por suerte, la movilización ciudadana consiguió detener la demolición justo cuando se iniciaba el derribo de la farmacia, el actual Institut Valencià de la Joventut (IVAJ), y del edificio de enfermería, en el que hoy en día se emplaza la biblioteca. La impresionante planta de cruz griega ayuda a la distribución actual de sus diferentes servicios, que ubica en el ala de la entrada libros de consulta, revistas y una magnífica colección de fanzines y cómics, el servicio de préstamos a la derecha, el material infantil y juvenil a la izquierda, al fondo, el servicio de hemeroteca y, en la planta superior, las alas de Humanidades, Ciencias, las oficinas y el fondo local. El interior es sobrecogedor e invita a la concentración con sus enormes y recias columnas sujetando el edificio presidido por una enorme cúpula.
MUVIM
— Quevedo, 10
Aunque un poco más alejado del conjunto, no podemos dejar pasar la oportunidad de escribir unas líneas sobre este museo que descansa junto a la biblioteca en su parque arbolado. Se trata de nuestro museo de la Ilustración y la modernidad, que se concibió como un espacio para dar a conocer las ideas que han hecho posible el mundo moderno. Muchas grandes exposiciones han pasado por sus salas, en los últimos años hemos podido disfrutar, por ejemplo, de la magnífica muestra dedicada a la València republicana con la que el nuevo equipo directivo hizo su carta de presentación. A partir de ahí, por este gran contenedor cultural han pasado muestras muy interesantes dedicadas al arte japonés, al cartel cubano, a la fotografía contemporánea o al cómic, y es sede de eventos relevantes como el festival de filosofía Avivament. No son buenos momentos para el museo, que tuvo que ralentizar su actividad en septiembre de 2019 por las obras de mejora de la climatización del edificio, pero han vuelto a la carga y en octubre podréis visitar el gran mural del artista urbano Vinz Feel Free inspirado en las experiencias vividas durante el confinamiento y las exposiciones de Olga Sinclair y Francis Montesinos, entre otras. Además, en el vestíbulo se despliega la preciosa maqueta de la ciudad según el mapa del Padre Tosca de 1704 que reproduce tridimensionalmente la València del siglo XVIII.
ERMITA DE SANTA LLÚCIA
— Hospital, 15
Dejando ya los jardines, nos topamos con la hermosa fachada de la Ermita de Santa Llúcia. Declarada Monumento Histórico Artístico Nacional y Bien de Interés Cultural, este pequeño santuario se construyó antes incluso que el hospital que da nombre a la calle y ha sobrevivido milagrosamente al expolio que sufrió el resto del recinto y, más tarde, a la guerra. Está compuesta por dos naves, una principal gótica, que fue recubierta posteriormente por bóvedas. En la actualidad, el templo presenta un aspecto barroco en su interior, con obras de los siglos XVII, XVIII y XIX, entre las que destacan el retablo mayor con la imagen de Santa Llúcia, el lienzo de Nuestra Señora de los Desamparados, de Gaspar de la Huerta, o el de Evaristo Muñoz. Un día interesante para visitarlo puede ser el día de Santa Llúcia, la protectora de la vista, el 13 de diciembre, o quizás, incluso mejor, el día anterior, durante la “tabalà”, donde casi doscientos músicos con tabal i dolçaina invocan a Santa Lucía para que en el día más corto del año vuelvan a alargarse las horas de luz.
MASÍA DEL VINO
— Hospital, 16
Desde fuera, el local parece más bien reclamar público extranjero, pero una vez dentro siente curiosidad cualquier valenciano. Las tapas tienen una pinta estupenda: en la barra exhiben una tortilla de las gordas, boquerones en vinagre y chistorras con pimientos. La decoración tradicional, con azulejo valenciano y suelo de terrazo, se combina con muebles estilo medieval de madera maciza que le dan un toque curioso al local. Aquí se muestra la antigüedad sin miedo, pues se mantiene en pie un altillo que antes era vivienda (se intuyen las que eran antes las habitaciones), y nos cuentan que el espacio destinado ahora a la cocina antes lo utilizaba la familia que habitaba la casa para la venta de colchones. Pero donde reina el buen comer y el buen beber es en la planta baja, acondicionada para un ágape en petit comité o para celebrar algún evento, ya sea en su salón principal o en una de sus salas privadas (una con capacidad para 12 y otra para 26 personas). También podemos picar algo informal en el barril de la entrada o comprar alguno de productos típicos que se exponen en el interior para llevar a casa, como turrón, sangría, garbanzos o alubias, aceite o azafrán.
RIVENDEL
— Hospital, 18
Podríamos escribir un reportaje solo de Rivendel, pero intentaremos ser breves pese a lo complicado que va a resultar. A simple vista, un bar, con una terraza impresionante, soleada como ninguna, y una carta sencilla pero apetecible, que incluye ensaladas, tapas (mortales las croquetas queso Idiazabal y los tequeños vene- zolanos), hamburguesas (de las de verdad), y propuestas al plato como la milanesa de ternera. Pero cuando rascamos un poco la superficie es cuando surge lo interesante. Esta familia argentina, dos hermanos y su madre, empezaron montando un cibercafé, pero sus inacabables inquietudes culturales y su relación de amor incondicional con el cine les ha llevado a crear una programación tanto o más activa que la de un centro cultural. La cercanía con la biblioteca ha propiciado una unión de la que han surgido propuestas tan interesantes como el ciclo MIC (Música instrumental contempo- ránea), donde suena jazz, tango y rumba, o Cinema de la terreta, en la maravillosa explanada de la biblioteca, en el que vemos películas de producción valenciana que no tienen salida en salas comerciales. También organizan el combate de ilustradores Rivendel Drawing Fighters, sesiones de cine mudo con música en directo, noches temáticas con oferta gastronómica, y torneos de trivial o de videojuegos retro. Su inventiva y su positividad se contagia, pues, incluso durante este duro confinamiento que hemos vivido, inventaron el Cine-Tapa a domicilio, un plan cultureta que nos permitía disfrutar desde casa de una película propuesta por ellos y combinarla con el plato principal que aparecía en la cinta. Nos han llegado a convencer de que saldríamos del cautiverio más fuertes, más cultivad@s y más guap@s. Así son.
UME. UNIÓN MUSICAL
— Guillem de Castro, 34
El último local de esta preciosa vía es la Unión Musical Española (UME), que hace ya más de cien años que abrió su primera tienda en nuestra ciudad, aunque ya existían sedes en otras ciudades del país. De aquella primera, en la calle de la Paz, queda el rótulo “Unión Musical Española” grabado en el ladrillo en una fachada protegida y, por tanto, intocable, aunque ahora en su escaparate luzcan las luces de Ale-Hop. Por suerte, la empresa no ha desaparecido: la tienda más grande de la ciudad se encuentra en la misma calle de la Paz, enfrente de la fachada original, existe otra más pequeña en Nuevo Centro y, la más modesta, cierra la calle Hospital. Pese a ser el más pequeño de los tres que se reparten por la ciudad, el local es un templo para la música en todas sus vertientes, donde tanto el profesional como el aficionado puede encontrar todo lo que busca: teclados, guitarras, mesas de mezclas, altavoces, amplificadores, pianos, violines, ukeleles, baterías, tambores, cascabeles, micrófonos, mandolinas, mandurrias y hasta cuencos tibetanos. Para los más freaks, una guitarra firmada por el actor de la serie El embarcadero, Roberto Enríquez (tuya por 475€). Confiesan que a ellos no les ha afectado la pandemia pues (parece que los chicos de Rivendel sí tienen razón y de esta salimos más cultivados) muchos valencianos se han lanzado a aprender a tocar instrumentos nuevos y sus ventas a través de la web han aumentado, y saben de buena tienta que tenían clientes deseando que llegara la reapertura. En el momento tan crítico que estamos viviendo alegra escuchar algo así. Larga vida a la UME.