Los continuos desbordamientos del río Turia fueron añadiendo capas de sedimentos a la zona de Campanar y la transformaron un paraje muy plano, de ahí su nombre, una derivación de la palabra latina “Campus”, zona de llanuras, no cultivada. Los musulmanes crearon las primeras huertas, en el XIX la pedanía tuvo por primera vez un ayuntamiento propio y, a pesar de durar solo sesenta años, hoy los vecinos siguen diciendo aquello de: “nos vamos a València”. La zona estuvo aislada mucho tiempo y la moderna construcción de grandes vías de comunicación atestadas de tráfico a su alrededor (Pio XII, Vall de la Ballestera y Mestre Rodrigo), más que comunicarla la han convertido en una pequeña isla de casas bajas (s. XIX-XX) y fachadas que enamoran con su modernismo y art deco popular. Pero es mucho lo que hemos perdido. Entre los años 1997 y 1998 se urbanizó el sector de Nou Campanar sobre el territorio de la milenaria partida del Pouet arrasando molinos, sistemas de regadío, alquerías, alguna barraca, acequias y el camí del Pouet –que articulaba un rosario de alquerías centenarias– por pura codicia especulativa y a pesar de la movilización ciudadana. Hoy Campanar es de los pocos barrios que tiene cementerio propio (de finales del siglo XIX), pero carece de infraestructuras culturales y tiene muy pocos comercios en el casco antiguo, han ido desapareciendo carnicerías, papelerías y verdulerías, y no pueden volver porque no quedan casas vacías. Además el precio del suelo se ha vuelto prohibitivo, lo que tiene su lado bueno: no ha habido proceso de gentrificación. Agenda Urbana ha recorrido lo que en su día fue el carrer Major del pueblo (hoy tres calles: Mossèn Rausell, Benidorm y Metge Vicent Torrent), con parada en la Parroquia de Nuestra Señora de la Misericordia y el Bar Campanar de la plaza y en tiendas de artesanía, verduras y jamón en las calles adyacentes.
EL RACÓ DE LA PAELLA
– Mossèn Raussel, 17
Entre el humo y los coches, llegamos a la rotonda que une las avenidas de Mestre Rodrigo y General Avilés. Ahí, ahí es cuando nos escapamos por una pequeña calle adoquinada que en su día fue la arteria principal de un pueblo independiente rodeado de huerta. Lo primero es llenar el estómago en una preciosa casa de agricultores, con sus imponentes puertas de madera, vigas en el techo, suelo original y paredes de azulejo. Dentro hay dispuestas diez mesas en las que se sirve, sobre todo, paella valenciana (con un poco de pato) hecha con leña de naranjo. En pocos sitios de València podemos encontrar este manjar, en fondo y forma, Casa Carmela y poco más. Y para los valencianos que tengan un poco aborrecida la paella, unas cuantas alternativas que hacen salivar: arroz de secreto ibérico con verduras de temporada o arroz meloso con bogavante, por ejemplo. Los entrantes, o son tan valencianos como la mismísima paella o tienen un toque de la tierra: humus de garrofó, titaina, esgarraet hecho a leña, salteado de sepia con habitas, ajos tiernos y blanquet, clotxines (en temporada), buñuelo de calabaza y boletus, y el pepito valenciano, son solo algunos de ellos. Por 30€ comerás de maravilla, de martes a domingo (solo al mediodía), en el barrio más auténtico de València. ¡No olvides reservar!
FORN DE MANUELA
– Benidorm, 12
Llegamos al auténtico centro neurálgico sobre el que gira el antiguo barrio de Campanar. Es un horno familiar que atienden con amor y simpatía tres hermanas y un hermano herederos de un legado que viene, por lo menos, desde sus tatarabuelos. Queda pendiente investigar cuándo empezó todo exactamente, pero a día de hoy tienen constancia documental de que el horno existía en 1866, en el mismo sitio y que pertenecía a la familia. Se llama Manuela en honor a su bisabuela, que enviudó a los 37 años, embarazada y con dos niños, y aún tuvo fuerza y ganas de ayudar a todo el que necesitaba mientras cargaba con el negocio y la familia ella sola. Fue una persona queridísima en el pueblo. Conforme te acercas, el olor ya avisa de que ahí dentro se cuecen cosas buenísimas: pan artesanal, pasteles de boniato, cocas de pimiento y tonyina, y las tres tortas típicas de las famosas fiestas del barrio que se celebran en febrero: la torta Cristina de almendra, la de sachí y la fina, hecha con anís. Han ganado premio siempre que se han presentado a los concursos que organiza el gremio de panaderos de València, ¡normal que venga gente de “fuera” a comprar al Forn de Manuela!
SOCIEDAD RECREATIVA CASINO CAMPANAR
– Benidorm, 6
Paqui nos recibe tras la barra del Casino de Campanar, una sociedad de 1891 que empezó siendo de colombaires y tenía su sede en el piso de arriba del Forn de Manuela, donde se colgaban la bandera de España con crespón negro cada vez que fallecía algún socio. Hoy son unos cien, prácticamente todos hombres, algunos todavía agricultores, que pagando su cuota se ganan el derecho a jugar a las cartas y el dominó. Aquí lo que impera es el almuerzo a precios populares: bocadillos (de morcilla, pimiento, habas, pisto), con cacaos y olivas, bebida y café a 4.50 €. Pueblo, pueblo.
PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA MISERICORDIA
– Pl. Esglèsia, 11
En 1507, la pequeña ermita de Campanar se convertía en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Misericordia. De planta rectangular, con dos tramos abovedados y una cúpula, esta parroquia de estilo barroco fue decorada en 1695 con pinturas de Dionís Vidal, autor también de la llamada “Capilla Sixtina” valenciana en la Parroquia de San Nicolás. En el interior destaca el trasagrario con escenas bíblicas (pieza característica de la arquitectura barroca valenciana que custodia la Eucaristía cuando esta no recibe culto público) y en el exterior el campanario estilizado de remates esbeltos, un referente arquitectónico de primer orden en el paisaje urbano de la ciudad construido entre 1735 y 1741 siguiendo las trazas del arquitecto José Mínguez, autor de otros campanarios como el de Foios. Aquí le rinden culto a la Virgen de Campanar, la primera en ser coronada canónicamente en 1915 (incluso antes que la geperudeta), cuya fiesta grande es el 19 de febrero, día de su aparición. Estos días, en Campanar, es fácil tropezar en la calle con paellas, moros y cristianos o mercadillo medieval. Pero como el tiempo no suele acompañar en febrero se guardan una semana de fiesta para junio, con conciertos, juegos infantiles y mucho más.
BAR CAMPANAR
– Pl. Esglèsia, 16
Muy cerquita de la iglesia, Lorena regenta junto a su marido el Bar Campanar desde 2010. A las siete de la mañana abren la persiana y empieza el trajín: almuerzos populares, menú del día a 8’50€ de lunes a viernes con bebida, café y postres caseros, cochinillo y rabo de toro como especialidades (por encargo) y una buena ristra de tapas (calamares, sangre encebollada…) en una vitrina donde abunda la casquería.
FRUITES I VERDURES BANDERA
– Bisbe Soler, 16
La dueña de esta frutería vivía con su familia en una alquería del Pouet, lo que ahora es Nou Campanar, donde regentaron el negocio hasta que la administración dio vía libre a la urbanización la zona en los años 90 y expropiaron las tierras de los vecinos. Cuando fueron expulsados, su padre compró en Bisbe Soler esta finca, vivían arriba y atendía abajo la nueva verdulería, de nombre “Bandera”, un apodo familiar. Venden productos propios cultivados en tierras de Paterna, como alcachofas, cebollas y las famosas patatas de Campanar, y producto comprado (berenjenas y calabacines), además de saquitos de legumbres, frutos secos y fruta confitada.
CHARCUTERÍA ARTURO
– Bisbe Soler, 15
Desde 2001 atiende Concha el mostrador de este pequeño ultramarinos de barrio que se distingue por el trato personal y la calidad del producto, una pequeña selección de uso común: botes de espárragos, cafés, ajoarriero, quesos , lomo, salchichón, pechuga de pavo… y el producto estrella de toda charcutería, el jamón serrano. De Huelva, Trévelez, Salamanca y Teruel, el que más trabaja por su buena relación calidad-precio.
MANITAS DE PLATA
– Joan Aguilar, 2
En esta preciosa tienda-taller de artesanía encontramos a Marina y Carmen (hermanas), y María (casi hermana ya) transformando las ilustraciones de la primera en objetos pintados a mano que desprenden personalidad. Bisutería hecha con cerámica fría (que no pasa por el horno y es más resistente), tazas de café, bolsas, lámparas y cojines decorados con diseños de Marina Puche, artista fallera como su padre y su abuelo. Ha diseñado ya un buen puñado de fallas infantiles que beben directamente del mundo de la ilustración, como la de Bolsería, Exposición o la de Reino de València-Císcar en 2018, llamada Tinc el cor content, donde recreaba con su inconfundible estilo situaciones y cosas que hacen felices a los niños, como jugar con sus mascotas o tirarse en bomba a la piscina. Antes de irnos le echamos un vistazo al precioso juego de café con ilustraciones diferentes para cada tacita (un chico tendiendo bragas…) y a los platos de porcelana ilustrados con calcas vitrificables para cerámica. Sabemos de buena tinta que Marina diseñó un juego de platos preciosos para El racó de la paella y no han sido utilizados nunca, permanecen guardados bajo llave por miedo a qué se rompan. ¡Un auténtico tesoro que en AU estamos dispuestos de desenterrar!