La historia se repite. Unas veces sucede en un país lejano. Otras en el patio de nuestra propia casa. Por un lado, el ejercicio del poder, siempre reacio a ser controlado y que le molesten. Por otro, una ciudadanía que percibe una clara correlación entre las ambiciones de ese poder y sus necesidades y deseos de prosperidad. Como resultado de todo esto, llega el momento en el que esa ciudadanía, harta de soportar la presión que se produce a consecuencia de todo ello, explota y se revela. Esto es lo que sucedió en Líbano a finales del año 2019. En medio de una crisis económica e institucional, las calles de Beirut fueron tomadas por unos cientos de manifestantes. Luego, llegarían muchos más. Este es el punto de partida de Homeland gone, trabajo dirigido por la joven realizadora Laura Lavinia. En cuanto ella y su equipo de colaboradores tuvieron conocimiento de estos hechos, cogieron un avión y partieron para el Líbano para contar lo que estaba ocurriendo. Cámara en mano, recorrieron las calles de Beirut para ofrecernos este ejercicio de inmersión, tal y como nos cuenta la propia realizadora en esta entrevista. Homeland gone se proyecta el miércoles 18/11 a las 18h. en el Centre Cultural La Nau, dentro de la programación de La cabina. GERARDO LEÓN
Lo primero que te pediría es que nos hicieras un pequeño resumen que contextualice el origen y causa de estas revueltas que aparecen en tu documental.
Líbano tiene un problema muy serio y es que, a lo largo de los años, ha tenido unos problemas que se han ido repitiendo, que son: las sectas, la corrupción y el juego de poderes. Realmente, aunque cambiara, por ejemplo, de gobierno, seguiría pasando lo mismo. Las sectas eran uno de los principales problemas que hacían que las generaciones no avanzaran. Ahora mismo, la gente, sobre todo la gente más joven, está viendo que no hay futuro para ellos, y mucha gente sigue anclada, especialmente la más mayor, en defender, ante todo, su religión. Eso hace que nunca avancen hacia una sociedad mejor.
Además de este contexto general, ¿hubo algún elemento concreto que sirviera de detonador para esas revueltas?
Es bastante más complejo porque, de por sí, el Líbano ya iba bastante mal, a eso empezaron a añadir impuestos, la corrupción, tuvieron también muchos problemas en cuanto a sanidad, que no había… Al final lo que pasó es que estalló la burbuja. No había solamente un motivo. Eso se va a ver muy bien en el documental porque vamos a hablar de sectas, de dinero, de poder, etc. Y luego, una cosa que la gente descubrirá en el documental, es que hay un elemento que une a todas estas generaciones y que no tiene nada que ver con esto.
¿Cómo os embarcáis en este proyecto? ¿Cómo decidís marcharos hasta allí para abordar esta situación?
Nosotros tenemos un portal que se llama 14 milímetros (14milimetros.com), en el que hemos estado trabajando mucho en Oriente Medio (yo ya estuve en Siria en 2017), y luego mi compañero Alberto Rodríguez es analista y estuvo siempre pendiente de esa zona. Cuando empezaron estas revueltas nos comentó, “¿habéis visto lo que está pasando?”, y de una semana a otra compramos el billete y fuimos. Sin ningún guion, sin ningún plan de nada. Simplemente, cogimos el billete más barato que había y nos plantamos en Beirut. A mi compañero Jaime, por ejemplo, no le conocíamos. Nos escribió por Twitter, “oye, ¿dónde estáis?” Quedamos con él y de ahí nació Homeland gone. Siempre hemos trabajado de esta manera. Puede parecer caótica, pero cuando creemos que hay una historia que merece mucho la pena, vamos a por ella.
¿Cómo se organiza uno cuando llega a un lugar que se encuentra en un estado de exaltación como el que aparece en la película? ¿Cómo seleccionas y abordas aquello que te interesa? ¿Teníais algún contacto previo o todo fue surgiendo sobre el terreno?
Contactos conocidos, ninguno. Lo que sí teníamos era redes sociales. Mediante Twitter lo que hicimos la primera semana fue escribir a periodistas, analistas, políticos, para luego ir hilando, viendo, distintas versiones, que es una cosa que destaca mucho en este documental. No hemos querido trazar una línea identitaria, todo lo contrario, para que cada uno pueda, luego, sacar su propia conclusión. Y luego otra casa que hacíamos era pasar ocho o doce horas en las protestas. Ir conociendo gente. De hecho, en el documental hay una parte de entrevistas más formales, y otra que son con gente que cogíamos en la calle. Cada día sucedían cosas diferentes. En ese sentido, fue un poco locura. “Oye, que a las cuatro de la mañana hay mucho lío. Pues, vamos”. Todo era así.
Mientras veía la película, me llamó la atención que, a pesar de que los hechos suceden en otro país, todo me resultaba familiar. Uno de los personajes dice: “he estado dormido durante cuarenta años… suficiente”. Otra frase que se repite es: “no hay futuro”. A mí esto me recuerda al 15M español casi como una fotocopia. No sé si a ti te pasa eso y, sobre todo, ¿qué similitudes o relación encuentras entre ambas situaciones?
Sí que es verdad que aquí, en España, no tenemos ese punto de las religiones tan arraigadas, como en el Libano, pero, si te fijas, el Líbano también era un país turístico, en el que la gente vivía de eso, y en España es lo mismo. Cuando dejaron de llegar los turistas, cuando perdieron el valor de la moneda, se dieron cuenta de que no tenían nada porque no tenían producción propia. En Líbano todo lo importan, hasta la harina. Entonces, cuando un país no tiene sus propios recursos, y España no tiene tanto porque vivimos del turismo, fíjate ahora con los bares (se cierran los bares y colapsa el país), ahí sí que he visto una similitud. No creo que estemos en esa situación, por supuesto, pero podría pasar perfectamente.
Uno de los nudos del documental se encuentra en el papel que juega y la influencia que tiene, como dices, la religión. Leí en algún sitio que Europa es una especie de oasis con respecto al resto del mundo, que se encuentra libre de la influencia política de la religión. Está, pero no tiene esa presencia tan fuerte como puede ocurrir en Líbano o, por ejemplo, en Israel, donde se va a chocar con una ortodoxia que se mete en todos los ámbitos. ¿Cómo valoras esta situación, como directora y ciudadana europea? ¿Cómo esperas que lo perciba el espectador?
Al final, allí las religiones forman parte de la vida de la gente. Aunque no tiene que ver, es parecido a lo que pasa con el equipo de fútbol de tu vida. Da igual que tu equipo haga cosas que están mal, tú vas a ir con el equipo siempre. Pues eso es lo que está pasando allí. Para que el país pueda ir mejor, cierta religión no debería estar en el gobierno. Pero da igual, esa gente seguirá votando a su religión por encima de todo. En Beirut, los barrios están divididos por religiones. Tú cuando entras en un barrio sabes de qué religión es. Está tan presente que no conciben la idea de estar sin religiones. Es más, decirle que no tienes una religión es una cosa rara. Es un lastre del que no se pueden librar solamente cambiando de gobierno, porque al cambiar de gobierno las religiones siguen estando.
No sé si estas revueltas se podrán considerar como un intento o una demanda de empujar al país hacia una mayor laicidad, por lo menos en lo político. ¿Qué posibilidad crees que hay de que se produzca ese hecho?
Pues yo lo veo muy complicado, más que nada porque, aunque la gente joven lo quiera, el peso fuerte lo tiene la gente más adulta o más mayor. Aparte de eso, al final están metidos por el medio poderes, dinero y empresas muy grandes. No es fácil. Y Líbano está yendo a peor. La libra se ha devaluado muchísimo. Al final, este país tiene tantos problemas que si te pones a desgranarlos para arreglarlo, no sabes por dónde empezar. Y con tantas religiones mezcladas, menos.
Otro de los conflictos que menciona la película y que, aunque puedas pensar que está sucediendo en algún lugar lejano, cuando lo escuchas te sientes casi en casa, es la disociación que existe entre el sector financiero y el productivo.
Sí porque, si tú le das todos los poderes a los bancos, el día que no tengas dinero o entras en una crisis, como la que tiene Libano ahora, no tienes de qué vivir. Es lo que pasa en el documental. Hay un señor que lo dice: es que hemos estado recibiendo dinero de otros países que estaban en guerra y ahora ya no hay más países en guerra que traigan dinero. Entonces, ahora mismo, ¿de qué puede vivir este país si no tiene ningún tipo de producción? La producción parece que es una cosa que da mucho trabajo, pero que no es necesaria hasta que el país entra en colapso y se da cuenta de que no tiene nada. Imagínate que aquí, en España, los bancos dejaran de darte dinero y un señor dijera “es que yo he puesto ahí mis ahorros y ahora me dicen que no hay”. ¿Cómo es eso posible? Pues, allí está pasando.
Como ocurría en el 15M, lo que reclaman los manifestantes es más democracia o una democracia sin más. ¿Crees que el sistema democrático, por sí mismo, puede ser el camino para encontrar una solución? ¿O hay que cambiar otras estructuras?
Yo la democracia la veo muy complicada, partiendo de que, directamente, no veo que sea posible mientras las religiones estén allí. Porque, al final, incluso algunas religiones tienen más poder que otras. Eso mismo ya no es democrático. Tendrías que eliminar eso primero, sobre todo, del estado. Luego, que cada uno haga lo que quiera en su casa. Si las religiones están en el gobierno, nunca habrá una democracia realmente, y eso no se puede cambiar de la noche a la mañana. Seguramente, lo que pase es que entre en una crisis todavía mayor. Fíjate con lo que pasó en el caso de la explosión que hubo en Líbano [en el puerto de Beirut, este verano]. Era lo que les faltaba. Es que es una desgracia tras otra. Y ahora con el Covid, un colapso sanitario tremendo. Si ya de por sí la sanidad era mala, ahora ni te cuento. Yo le veo un futuro muy negro al Líbano, la verdad. Y la democracia tampoco la veo cercana porque lo que está podrido realmente es la estructura del sistema, no es solamente quitar esto y poner lo otro. Es que lo otro es lo mismo.
Hay un personaje que me ha llamado la atención porque me parece que hace el papel de la voz del buen juicio en medio del todo el caos. Este personaje propone algo que no parece considerar nadie y es el hecho de aplazar la solución a un tiempo vista. ¿Cómo ves tú estos procesos de exaltación momentáneos? Me refiero a esa idea de creer que me voy a levantar y eso, por sí mismo, ya va a solucionar el problema. Y quizá no, los problemas son más complejos y, si tienen solución, lo es a largo plazo, como decía ese personaje.
Sí, es más, en una entrevista que hicimos a uno de los chicos que sale, yo le pregunto, “vale, hacemos esta revolución, pero, una vez hecha qué”. Y él me dice, “eso es lo que no sabemos. Realmente no sabemos qué va a pasar luego. Porque claro, nosotros podemos estar enfadados ahora y podemos salir a protestar, pero realmente no tenemos una idea conjunta de qué es lo que queremos. Al final, todo el mundo está enfadado con una cosa, salen, pero luego qué”. Pero es que también tienen miedo a una guerra. Allí puede estallar en cualquier momento. Además, Líbano es un país estratégico. Entonces, lo que la gente quiere es que el país mejore, pero sin mucha exaltación. Eso es lo que ha pasado con el Covid, que se paró todo un poco. Seguramente vuelvan otra vez, pero puede que no pase nada de nada, o que pase mucho de todo.
A mí me da la impresión de que en España miramos muy poco a los conflictos que ocurren fuera. Se mira, pero no se profundiza y, al final, no se tienen demasiado presentes. Creo que hemos vuelto la mirada demasiado o casi en exclusiva hacia nosotros mismos y hemos dejado fuera casi todo lo demás. Quizá sea una impresión mía y tú no la compartas.
No, es verdad. Sí, sí, tienes toda la razón. Yo creo que ver lo que está pasando fuera puede ser peligroso para adentro porque te puedes dar cuenta de que te puedes parecer a otro país que está yendo peor, y que te puede pasar lo mismo. En cambio, si no te fijas en lo que está pasando en Líbano o en otros países, dices, “bueno, yo ahora estoy bien”. Yo creo que, en parte, la gente no mira lo que pasa fuera porque, si se ponen a analizarlo, a lo mejor se dan cuenta de que pueden ir por el mismo camino. Que se caiga el turismo de repente, puede pasar en cualquier momento. Que los bancos no te dejen dinero, puede pasar en cualquier momento, también. Que de repente el euro se devalúe. No se espera, pero puede pasar perfectamente. Son cosas que podrán pasar, pero, si no lo ves, es como que estás bien, estás cómodo. Y eso es lo que nos está pasando, que al final nos acomodamos. Pero yo invito a todo el mundo a que investigue un poco más, a que busque esa otra mirada de las cosas porque, al final, van a aprender y van a ver otras realidades.
¿Es un aislamiento auto-inducido o inconsciente?
Yo creo que sí. Pero muchas veces es culpa también de los medios, que te dan la misma noticia copiada y pegada en 800 canales y 800 periódicos. Quiero decir que tampoco hay muchos medios alternativos y, así, la gente joven puede ver la tele y pasar del tema. Yo animo a la gente a que intente indagar un poco más. Por eso creamos 14minutos, para que la gente pueda tener más curiosidad por las cosas.
Si te pidiera que me dijeras qué impresión te gustaría que la gente se llevara de tu película, ¿cuál sería?
A mí me gustaría que la gente saliera con un suspiro. Que termines el documental y no pienses en la parte política que has visto. Que te quedes hasta el final de los créditos, que es muy importante, y que reflexionen un poco sobre la vida que tienen y en lo rápido que puede cambiar todo. Y aunque en el documental se hable del poder del dinero, hay más cosas más allá de eso. Y que también es importante sentirse orgulloso de lo que uno es, y de la identidad que tenemos que, con los años, tanto aquí, como en otras partes, se ha ido perdiendo, una cosa que en el documental también se ve.
“La gente tiene esperanza”, dice uno de los personajes. Ya me has adelantado esto, pero, ¿cómo ves esa esperanza proyectada hacia el futuro en tus propios personajes?
El día que hicimos el documental, hace un año de aquello, la gente tenía esperanza. Después, con el Covid, yo creo que las esperanzas se esfumaron, como pasó aquí, en España. Teníamos proyectos y, de repente, se te pasa la esperanza. Yo espero que la gente vuelva a renacer y que se vuelva a levantar y vuelvan a exigir los derechos que tienen que tener, pero, ahora mismo, el año es tan incierto que no podría decirte nada porque ni yo sabía si podría venir a La cabina (risas). Con este documental lo que he querido es que la gente, no te digo que aprenda de geopolítica, ni mucho menos, nunca fue esa mi intención. Simplemente, que se inicie un poquito y que conozca, que esté dentro del conflicto libanés, que sepa lo que es Líbano. Hemos puesto pequeñas pinceladas para que estuvieran dentro del país. Luego, si la gente quiere indagar un poco más, hay muchísimas cosas. Pero queríamos que se fueran con esa impresión. “Bueno, yo me voy, pero me he ido con ese algo que me ha hecho pensar”.