«Era muy importante para mí contar cómo es ser queer en el mundo rural»

Imaginemos por un momento que millones de polillas invaden nuestras ciudades ocupando calles, ventanas, jardines y farolas de nuestras barriadas. Esto mismo sucedió en la región de Drôme, en Francia, hace algunos años. Un suceso insólito que no solo perturbó la vida de sus habitantes, sino que, debido al carácter invasivo de la especie, puso en peligro sus bosques de boj, una de las señas de identidad de esa zona del país. Con este pretexto, comenzaría el rodaje de Pyrale. Dirigida por Roxanne Gaucherand, esta pieza es un curioso y bello ejercicio formal que mezcla un estilo documental con la ficción para contarnos una historia de amor. En medio del caos que supone la invasión de las polillas, dos amigas tratan de aclarar sus sentimientos. Así, la vida de nuestras dos protagonistas se ve agitada en la misma medida en la que lo hace el resto de la pequeña comunidad en la que viven. Miedo, inseguridad, esperanza e ilusión son emociones que se mezclan en un inteligente cóctel cinematográfico. Hablamos con su directora para que nos desvele algunas de las claves de este trabajo que ha ganado la 13ª edición del festival de mediometrajes, La cabina. Pyrale se volverá a proyectar el próximo 28/11 en la sala La mina de Valencia y también podéis verla en la plataforma de video bajo demanda, Filmin.

Premio al Mejor mediometraje, La cabina 2020. ¿Cómo has recibido la noticia?
Pues, estoy súper-feliz porque es muy agradable que se reconozca el trabajo que hicimos. Empezamos esta película hace tres veranos, hace mucho tiempo, y es muy bueno ver que realmente funciona y que es apreciada por la gente alrededor del mundo. Me ayuda mucho y me da confianza. Y, como artistas, necesitamos confianza, así que está muy bien. 

Para empezar, quería que nos contaras cuál es tu relación con este lugar en el que transcurre la película. Por otro lado, Pyrale es una historia muy intimista, ¿hay en ella algún elemento autobiográfico?
Sí, la película transcurre en el lugar donde crecí. Es en una pequeña área llamada Drôme, que se encuentra en el sur de Francia. No es muy famosa ni muy turística, tampoco. Siempre quise rodar allí por mi anclaje con la gente, con el paisaje, con la forma en la que creces cuando, más tarde, estás en una gran ciudad y, sobre todo, con la forma en la que creces como una persona queer en un lugar como este. Esto era algo importante que quería contar. Así que, cuando escuché hablar de la invasión de mariposas, fue algo que hizo sonar la campana. Algo estaba desapareciendo. Los bosques de boj son uno de los árboles más populares de esta zona, así que el hecho de que estuvieran despareciendo iba a cambiar ese paisaje y me interesó rodarlo antes de que esto ocurriera completamente. Esa es la parte autobiográfica de la película.

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En el caso de la historia de las dos protagonistas, ¿en qué sentido sentiste que te involucraba?
La chica que interpreta al personaje principal, Lou, es la hermana pequeña de mi mejor amiga. Es una mezcla entre su historia y la mía. Compartimos nuestras experiencias y creamos este personaje semi-ficcional que vemos en la película. Además, como ya te dije, era muy importante para mí contar cómo es ser queer en el mundo rural, porque es muy atípico. Quiero decir que, para mí (éramos dos chicas, el colegio, etc.) a veces fue difícil de vivir. Cómo se siente tu corazón, la soledad… quisimos contar esta historia.

Cuando cuentas una historia sobre ti misma quizá sea difícil dirigir a actores que van a representar sentimientos que son muy profundos. En ese sentido, ¿cómo trabajaste con las dos actrices principales? 
Bueno, en principio las dos actrices principales son amigas en la vida real. Por otro lado, como la película tenía ese tono documental yo les dejé hacer y luego el montador puso las secuencias para crear algo ambiguo, algo que se moviera entre la amistad y el amor. Esos límites siempre explotan cuando eres muy joven. El segundo año, rodamos las partes ficcionadas, y entonces fue cuando les dije, “en esta historia hemos decidido que vais a tener esta relación”, pero era algo que estaba más próximo a su propia presencia actoral, dependía de lo que ellas sentían, no era algo que estuviera escrito de manera muy precisa. Se trataba de ir cambiando el contexto desde ese cambio de la amistad hasta la historia de amor.

A propósito de esta cuestión, he visto que en todas las reseñas sobre tu película se refieren a ella como si fuera un documental. Pero, para mí, no es un documental. Si acaso es una película de ficción con algunos elementos documentales. Me refiero a esas secuencias que parecen entrevistas o ciertos momentos que complementan el relato. ¿Cómo mezclaste esos elementos y por qué elegiste esa mezcla de géneros o formatos para construir tu historia?
Desde el principio sabíamos que sería una mezcla. Es una forma que me gusta mucho porque es muy juguetona. Si tienes una parte documental tienes un fondo y puedes cambiar el contexto de las imágenes, lo que te permite un juego a la hora de escribir. Y para mí también es muy juguetón en el sentido de recibir las claves para seguir la historia. Es muy divertido y activo, así que quise hacer eso desde el principio. Fue también una cuestión de presupuesto porque, al principio, no teníamos mucho dinero para rodar. Empezamos con muy poco. Por eso empezamos con la parte documental dejando en el montaje las partes que faltaban fuera de la imagen, cosa que a mí me gustaba mucho. Luego, conseguimos finalmente algo de dinero (no mucho, porque es una película de bajo presupuesto), pero esa es la razón por la que filmamos la parte de documental como si fuera ficción y la parte de ficción como si fuera documental.

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Una de las cosas más interesantes de tu película es la manera en la que trabajas con la voz en off. Es curioso cómo esas líneas en off de la película cuentan cosas que no vemos y, de alguna manera, igual que completan la historia, establecen una sensación emocional con las imágenes. 
Sí, muchas gracias. Fue muy difícil porque para mí era algo muy complicado escribir una voz en off. No es algo con lo que yo me encuentre cómoda. Es algo que encuentro muy diferente del rodaje. Pero la incluí por dos razones. La primera porque era la mejor manera de añadir la parte de ficción y unir todas las secuencias, porque esas líneas están escritas desde un punto de vista subjetivo que puede ser real y, al mismo tiempo, ficcional. Así que, para nosotros, era la línea perfecta para seguir la película. Y además, porque no pudimos rodar todo lo que quisimos por la falta de presupuesto. Por otro lado, hay cosas que eran demasiado íntimas para filmarlas. Por ejemplo, no puedes ver el primer beso entre las protagonistas porque quería mantener una distancia respetuosa y porque, manteniendo la idea de que eran personajes de un documental, nunca tendríamos acceso a esos momentos. Aunque al final es más ficción porque desplazamos esa parte ficcional, mantenemos esa distancia del documental.

Otra de las cosas que destaca de Pyrale es que el relato es una historia de amor y, a la vez, tiene elementos de un cuento de fantasía. No sé si estás de acuerdo con esto o es por mi parte un error de percepción. 
Sí, una de las primeras cosas que pensamos fue que podría ser una especie de documental de terror o fantástico porque la invasión era irreal y, al mismo tiempo, parecía surrealista. Nadie sabía cuándo iban a atacar estas mariposas y, cuando sucedió, no parecía real. Yo quería mantener esa sensación en el documental para volver los miedos de los habitantes del pueblo en algo real en la película. Porque cuando hablábamos con los habitantes del pueblo se volvían locos, te daban esos increíbles puntos de vista sobre por qué estaba ocurriendo eso, o qué iba a pasar después. Algunos creían que habían sido lanzados desde aviones, era una locura. Yo quería mantener ese tono en la película y por eso construí esos ambientes fantásticos.

Cuando ves la película, enseguida piensas en Los pájaros de Alfred Hitchcock. De hecho, una de los personajes la menciona. ¿Qué otros referentes te inspiraron? 
Sí, me quedé bastante impresionada cuando vi la película Flores de Jorge Jácome, que cuenta una invasión fabulada de flores en las Azores. Estaba muy cerca de lo que quería hacer. Realmente me gusta mucho esta película. También hay otra película que es Phenomena de Dario Argento que cuenta la historia de una chica que habla con los insectos. Es otra de las referencias que me inspiraron.

Para mí la historia nos habla de esa fina línea que puede haber entre lo bello y lo perturbador. Así como, en el amor, las cosas pueden ser muy hermosas y, al mismo tiempo, se sufre por ello, la presencia de estas polillas es, a la vez, algo bello e inquietante.
Sí, claro. Era una de las cosas que quise mostrar. La primera vez que oí hablar de una plaga de mariposas… tú sueles pensar en las mariposas como algo bonito relacionado con el amor, algo positivo, pero a la vez era algo que podía matar, algo realmente violento. Y yo quería trabajar sobre esa dualidad que, para mí, resultó ser una sorpresa. Además, creo que me ayudaba a navegar en ese terreno entre lo que puede ser bueno y lo que es malo. Creo que es bueno analizar lo que estamos viviendo ahora. Por ejemplo, en el caso de la pandemia, lo percibimos como algo destructivo, pero eso no ayuda. También tenemos que vivir con ello porque es parte de la naturaleza, así que debemos ver algo bello en ello para entender por qué está pasando. Para mí, no ayuda ver solo la parte mala de algo que está sucediendo, hay que saber por qué está ocurriendo. En estos casos no basta con tener miedo, tenemos que entenderlo para encontrar soluciones. Algo así pasa con las mariposas. No sirve de nada volvernos locos, tenemos que entender por qué están allí y lo bello de esto también. Esa era una de las ideas.

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Uno de los elementos más interesantes de la película es el uso de la música. Creo que es muy destacable la forma en la que está trabajada esta parte a la hora de añadir ciertas capas emocionales a las secuencias, no remarcando aquello que muestran las imágenes, sino funcionando como un contrapunto que añade significados diferentes. Creo que no puedes entender qué está contando la película sin la música. 
Empezamos a trabajar la música apoyándonos en algunas referencias. Como se trataba de un falso documental, no queríamos que hubiera demasiada música. Queríamos que funcionara de una manera emocional muy libre. De esta forma, buscamos referencias que no solo expresaran sentimientos positivos de una forma más o menos remarcada. A veces la música solo se pone en la parte ficcionada de la historia de amor para expresar un estado de ánimo, de forma que nos permitiera navegar entre esas emociones que expresa la película. En cuanto a las referencias, usamos a un músico que me gusta mucho que se llama Masayoshi Fujita, que trabaja con un vibráfono y hace ruidos, provocando ciertas saturaciones. Cuando estábamos filmando, la presencia de las mariposas era abrumadora. Era algo que saturaba el ambiente y quería que la música funcionara a ese mismo nivel. He trabajado con un músico muy talentoso llamado Daniel Bleikolm, que ha creado un raro instrumento parecido al vibráfono para la película. Además, Alban Cayrol [ingeniero de sonido] ha creado los ruidos, el aleteo que añadimos a la composición musical para acercarnos a lo que hacen las polillas. Así, recreamos el sonido de las polillas, porque el original es muy difícil de escuchar, creando algo que se encuentra al mismo tiempo entre lo sofocante y lo fascinante.

Otro elemento fundamental es el empleo de la luz y del color que, como sucede con la música, también añade otra capa de sentido a la película. 
La fotografía estuvo dirigida por Marine Dricot que, como yo, se encontró con las polillas por primera vez. Ella no tenía demasiado presupuesto, por lo que trabajó con pequeñas lámparas. Empezó así y luego quisimos mantener ese estilo a lo largo de la película para poder unir bien todas las secuencias que rodamos a lo largo del tiempo. Al final, nos dimos cuenta de que esto tenía sentido porque las polillas se sentían atraídas por los puntos de luz. Este hecho nos dio de forma natural la guía hacia esa estética. Trabajé también con Edwige Moreau y Raimon Gaffier [operadores de cámara], con los que siempre he estado y con los que, incluso, he hecho videos musicales, y encontramos este tipo de luz, esta estética no demasiado realista muy interesante para esa forma documental, para darle una distancia irreal, al tiempo que le dábamos un cierto toque pop.

Y, para terminar, ¿cómo se dirige a unas polillas?
(risas) Las entrenamos durante meses y meses (risas) No, simplemente las atraíamos con la luz porque ellas acuden directamente hacia ella. Son unos animales muy amistosos que enseguida se pegan a la piel, hasta el punto de que, a veces, resultaba algo asfixiante, porque se te ponían por toda la cara. La gente nos llamaba para decirnos dónde se había producido una invasión y nosotros íbamos hacia allí. Pasamos mucho tiempo yendo de un lado a otro, hacia donde iban las polillas, y así las rodábamos.

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