Dos años han pasado desde el estreno comercial de la opera prima de la directora zaragozana Pilar Palomero, Las niñas. Con su debut en la gran pantalla, Palomero recogía un reconocimiento que pocos directores han recibido en nuestro país. Este reconocimiento, sin duda ha facilitado que Palomero haya podido desarrollar su siguiente proyecto en tan poco lapso de tiempo.
Encontramos en La maternal, su segundo trabajo largo, algunos elementos de su primera producción. Vuelve Palomero sobre el terreno de la infancia, si bien en un contexto social diferente. Si en Las niñas nos adentraba en la vida de un colegio de monjas, ahora nos metemos de lleno en otra institución: un centro de atención para madres adolescentes. Aquí conoceremos a Carla, una joven de catorce años que se ha quedado embarazada de su mejor amigo. Tras ser recluida en el centro por los servicios sociales, Carla debe afrontar las dificultades de un proceso de transformación, tanto física como psicológica, que pondrá patas arriba toda su vida. A su lado, la acompañan el resto de chicas que viven en el centro, los trabajadores sociales, y una madre con la que mantenía una difícil relación y que quizá empiece a comprender. Charlábamos con la directora sobre esta producción que ahora está en cartelera. GERARDO LEÓN
Después de Las niñas, ¿por qué has escogido este proyecto?
La maternal surge cuando estábamos montando Las niñas. Entonces, Valérie Delpierre, que es la productora, me cuenta que tenía una amiga que era trabajadora social y que le había hablado de una casa-residencia que hay en Barcelona para madres adolescentes. Ella me lo propuso como un posible tema para una película y fuimos a hacer una visita. Allí conocimos al director, a varios educadores, psicólogas, etc. Me interesó mucho lo que hablamos y vi que era posible que hubiera una película, pero todavía no me había decidido. Pero, al cabo de unos días, me escribió Carol, que es la educadora que aparece en la película, y se ofreció para ayudarme en todo lo que hiciera falta. Quedé con ella y, a partir de ahí, fuimos profundizando. Fue ella la que me presentó a un grupo de chicas que había pasado por el centro. La película nace cuando las escucho y, sobre todo, cuando percibo en ellas unas ganas enormes de hablar, de contar lo que habían vivido. Es ahí cuando surge la necesidad de intentar contarle a quien viera la película lo que yo sentí al conocerlas y al escucharlas. Ese es el origen.
Siempre me llama la atención cuando se trata de construir historias sobre otros mundos que no son propios del autor. La maternal nos muestra un contexto muy particular, el de una casa de acogida. ¿En qué sentías tú que te concernían sus historias para hacer una película que resulta tan personal? ¿Cómo fue el proceso de construcción del guion?
Lo que me ocurrió con este proyecto es que yo venía de hacer Las niñas que, sin ser una autobiografía, tenía mucho de mí misma. Celia tenía mucho de mí, ese colegio de monjas era parecido al que yo había ido, etc. Digamos que yo había estado muchos años mirándome para adentro y una cosa que me gustó cuando empecé a conocer a las chicas con las que me documenté, fue precisamente que me daban la oportunidad de hacer todo lo contrario: volcarme en una historia que no era la mía y de la que no conocía nada. La existencia de estos centros, cómo se producen esos embarazos, era un punto de partida que me motivó mucho. Pero sí, es verdad que tenía mucho miedo a contar algo que yo no había vivido. Al principio no me sentía legitimada a contar la historia, no quería aportar una visión que fuera simplemente “turística” o muy anecdótica. Esto es algo que pensé mucho antes de escribir el guion. Los miedos han perdurado todo el tiempo, incluso hasta el día de hoy, pero durante el proceso de documentación fui estableciendo una relación con ellas que me ha ayudado mucho. Empezó con pequeñas charlas para la documentación y, poco a poco, fuimos pasando a la amistad. Según pasaba el tiempo, noté que ellas depositaban en mí una confianza que me daba fuerzas para contar la historia. Esto me ayudó a sentirme legitimada. Gracias a esa confianza que ellas depositaron en mí y al hecho de que luego he podido contar con ellas tanto en la escritura del guion, como en el rodaje, como ahora con la promoción de la película, me siento con esa tranquilidad de que sé que todo está hecho con el máximo respeto y desde un lugar muy honesto.
¿Qué sientes que has aprendido como directora desde tu primera película?
Pues he aprendido a ser consciente de que me gusta mucho dirigir a las actrices. Me lo paso muy bien. También el proceso de casting me parece divertidísimo. Y luego, aunque sea un lugar común, he aprendido que es importantísimo rodearte de un buen equipo, tanto a nivel profesional como a nivel humano. Me he sentido súper arropada, he sentido que había un equipo que creía de verdad en la película que estábamos haciendo y que se ha volcado a la hora de hacerla. Eso es precioso. Por otro lado, he aprendido que hay que hacer caso a tu intuición. En un rodaje escuchas muchas voces que te dicen cosas. Hay que escuchar, por supuesto, pero luego debes pasarlo todo por tu filtro y hacer caso de tu instinto. Y no solo en el cine, también en la vida. Muchas veces te dejas guiar por algo que te dicen y luego piensas, “Ay, no tenía que haberlo hecho”. Por lo menos, si te equivocas, que sea por ti. En esta película he intentado escucharme mucho.
En la película destaca el personaje que interpreta Carla Quílez, tu protagonista. ¿Cómo lo encontraste?
El personaje está basado en una chica que conocí durante el proceso de documentación. Fue una de las primeras charlas que mantuve con las chicas y su historia se me quedó muy grabada e influyó mucho en el guion. A esta chica le pasó algo parecido: tenía un amigo del que se quedó embarazada, como a través de un juego, sin saber lo que estaban haciendo, la relación con su madre también era muy complicada, su madre también había sido madre muy joven, etc. La verdad es que he intentado no inventarme nada. Aunque haya cosas que no están basadas en esta historia en particular, todo lo que le sucede a Carla son cosas que escuché durante esas charlas. He intentado que todo lo que vive el personaje provenga de la realidad. No he inventado nada, todo está cogido de lo que me contaron.
La película tiene un estilo deliberadamente documental. A parte del aspecto formal, me ha llamado mucho la atención la construcción de los diálogos. En esa fase de pasar de la escritura a la pantalla, ¿hay algo de improvisación o estaba todo en el guion?
Depende. Todos los diálogos estaban escritos, había un guion muy trabajado. Lo que pasa es que, tanto en Las niñas como en La maternal, la forma en la que he trabajado implicaba olvidarse del guion. Yo siempre fijo los diálogos en los ensayos, durante el rodaje, pero luego hay espacio para que ocurran esas cosas que a mí ni se me ocurriría escribir y que, cuando las oigo, me parecen brillantes (risas). Igual estamos haciendo un plano, alguien dice algo que me gusta y lo incluyo. Pero ya digo que depende. Hay escenas que son clavadas a lo que ponía el guion y otras que son iguales, pero en las que cambian los diálogos. Luego, ellas [las actrices] han puesto mucho de su forma de hablar, de su forma de ser. Hay cosas que dicen que son directamente de ellas.
La película parece que está construida o se soporta sobre una unión de momentos, más que en un hilo argumental. ¿Fue siempre esa la intención? ¿Cómo abordaste este reto para lograr que al final la historia tuviera coherencia?
El resultado final se parece mucho a la propuesta que había sobre guion. Y la idea era esa, sí. Es muy complejo mostrar un año y medio de la vida de una persona en las dos horas que dura la película. Y sí, son momentos. Momentos en que yo sentía que quizá no tenían una progresión dramática, pero sí psicológica, del personaje, y de cómo ella se va enfrentando a lo que sucede. En eso basé la estructura, en la evolución de Carla.
Tu película aborda muchas cuestiones. Está el problema de la maternidad, como un conflicto mayor, pero creo que el gran conflicto al que se enfrentan tus protagonistas es que, en el fondo, no han dejado de ser niñas.
¡Claro! Para mí eso es muy importante en la película. La maternal no es una película sobre la maternidad, porque para hacer una película sobre la maternidad igual habría elegido un personaje de mi edad. Si lo piensas, es complicado ser madre a cualquier edad (risas). Para mí la película trata sobre el hecho de ser adolescente y verte obligada a ser madre. Ellas se enteran de su embarazo cuando están, como Carla, de cinco meses. Ese es el conflicto que se genera: verte abocada a una maternidad que tú no has buscado no quiere decir que sea el momento para llevarla a cabo. Ese es el contraste entre ser adolescente, que es un momento para mirarte para adentro, para construir tu personalidad, ese momento tan introspectivo, y la maternidad, que es todo lo contrario: tener que volcarte en tu hijo, tener que dar, tener que cuidar de alguien. Son dos momentos vitales muy contradictorios que ellas tienen que vivir a la vez.
Si pensamos en el círculo que se cumple entre la madre y la hija, parece que la película sostiene aquello de que hay ciertos contextos sociales de los que es muy difícil escapar.
Bueno, a mí lo que me gustaría es que la película mostrara esto, pero que te llevara a la conclusión de que, si nos tomamos esto como una responsabilidad colectiva, sí que se podría. El hecho de que exista un centro como La maternal no soluciona el problema, pero es de mucha importancia para las chicas que están allí. Que estos centros existan depende de nuestra implicación como sociedad en el bien común.
Al final, pensaba que, en realidad, y sin hacer ningún spoiler, La maternal no es solo la historia de esta chica, sino de una madre y una hija en un proceso de autoconocimiento común.
Sí. A mí me encanta esa lectura. Yo también veo así la película (risas).