R. A. Raga (Valencia, 1975) es Licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y ha realizado estudios de postgrado en Ciencias Políticas en distintas universidades de Reino Unido, Bélgica y Francia. Raga ha escrito y dirigido los cortometrajes Historia de un ciudadano, Canibalismo otoñal y Mickey Mouse ha muerto, seleccionados todos ellos en distintos festivales de ámbito nacional e internacional. Como escritor, ha realizado crítica artística y gastronómica, colaborando en la elaboración de distintos catálogos de artista y exposiciones individuales o colectivas. Sunday Dandy es su primera novela, la primera también de las tres novelas cuyo eje argumental gira en torno a los hitos de generación, deseo y muerte.
La voz que cuenta la historia nos va sumergiendo en un estilo de vida vitalista, con numerosos sueños de juventud que van a sufrir un giro inesperado, he querido ver cierto sentido de la supervivencia, una lanza rota por la dignidad de una generación herida no sé si gravemente.
Efectivamente, Sunday Dandy es una novela generacional, una historia para personas que han pasado de tenerlo todo a no tener nada, de pensar que ellos producirán un cambio, que el futuro es suyo a darse cuenta que hay un ente por encima de ellos que siempre puede arrastrarlos. Los personajes de la novela se sienten en medio de una catástrofe natural contra la que nada pueden hacer, un terremoto, un tsunami imparable. Por eso se refugian en la infancia, en los recuerdos, en tiempos mejores. No future, como decían los punk en los setenta. A los Sex Pistols les hubiera gustado la novela.
¿Hasta qué punto es una novela que pone luz sobre la trastienda de una sociedad engañada y resentida hasta los límites del rencor? ¿Has conocido a algún Sunday Dandy?
Hay muchos Sunday Dandy. Todos somos en cierta manera Sunday Dandy. Es un personaje universal, alguien a quien todos llevamos dentro, esa especie de hombre surgido del New Deal norteamericano e imbuido por la contracultura y el hedonismo. Al igual que los personajes, la novela también narra unos sucesos que podrían localizarse en cualquier parte del mundo, que –efectivamente– hacen referencia a una sociedad, a una generación engañada, alguien que despierta de un sueño de forma abrupta, sólo que al despertarse ya no ve el Teddy Bear en la mesilla de noche sino la botella de champagne vacía y el revólver que guarda en el fondo del cajón.
Sunday Dandy está contada en contrapunto, alternando pasado y presente, para que el lector pueda ver ese “desgarro”, ese conflicto entre las expectativas y la realidad cuando a los personajes les sorprende la crisis económica. ¿Cómo te planteaste este enfoque antes de escribirla?
Eisenstein consideraba que el arte es conflicto, que surge de él. Desde un primer momento pensé que la novela necesitaba mostrar ese conflicto así que tomando como base la afirmación del cineasta y su obra cumbre, El acorazado Potemkim, decidí que la mejor manera de plasmarlo era –ya que no podía utilizar el plano-contraplano del director ruso– establecer dos tiempos narrativos contrapuestos. Todo el mundo se ha visto envuelto en mayor o menor medida por ese ciclón llamado crisis así que consideré que era necesario establecer dos puntos de vista o situaciones antagónicas para reforzar ambos elementos. El hecho de que Sunday Dandy esté narrada de esa manera dramatiza más ambas situaciones, las potencia, el periodo de bonanza parece más bello y la crisis más descarnada si cabe.
Me ha sorprendido en el tono narrativo el tratamiento de los diálogos entre los personajes, elaborado de forma que la narración sea un continuo, un adagio sin rupturas de la uniformidad textual, ¿ha sido la intención desde el principio?
En este punto me gustaría ser respetuoso con el estilo de otros escritores a quienes considero verdaderos maestros pero, la verdad, siempre he pensado que el diálogo guionizado ralentiza enormemente la acción. Cómo has podido leer, la novela es una sucesión de capítulos que van ganando en agilidad a medida que avanza la trama. Para ello era fundamental limitar los diálogos y, caso de producirse, debían estar plenamente integrados, que no supusieran un punto y aparte, que no requiriesen una especial atención por parte del lector. El Jarama de Ferlosio está muy bien pero ya han pasado muchos años desde entonces. Si hay que retrotraerse en el tiempo mejor hacerlo hasta llegar a Proust.
También navegan apellidos de cineastas en las corrientes de Sunday Dandy, ¿un nuevo guiño de autor al séptimo arte? Kieslowski, Buñuel, Lynch, Godard, Coppola o Tarantino entre otros. Pero sobre todo Mankiewicz, su particular puesta en escena de trama y personajes, ¿hay una submetáfora en esta novela entre el cine y la el desenlace de los acontecimientos?
Definitivamente. Buñuel siempre decía que hubiera ser preferido novelista a cineasta. La verdad es que tenía talento literario pero no sé si hubiera llegado a la genialidad que alcanzó detrás de la cámara. En mi caso, creo que podría decir que escribo pero también me gustaría hacer cine. Esperemos que algún día pueda alcanzar escribiendo el 50% de la genialidad del aragonés en un rodaje. En la novela hay múltiples referencias al cine igual que las hay también al arte. Soy un firme defensor del carácter multidisciplinario del artista así que considero casi un deber hablar sobre todo tipo de manifestaciones en el libro. En concreto, el cine no sólo es una gran pasión sino que también es un canal a través del cual lograr conectar con un lector –generacional– terriblemente condicionado por este arte. Sunday Dandy está muy influida por el cine, la narración, las descripciones, la atmósfera. Tiene un poco de todos. ¿Cómo hubiera descrito esta escena Tarantino? ¿Y este ambiente? ¿Cómo lo hubiera hecho Lynch? El caso de Mankiewicz es especial porque, aparte de ser una película extraordinaria, Eva al desnudo retrata un tipo de sociedad, un micromundo mejor dicho, que es de una universalidad y atemporalidad abrumadoras y que explica y resume a la perfección uno de los mensajes de la novela. No obstante, Kieslowski también tiene una responsabilidad y protagonismo determinantes, aunque tampoco me extenderé en este punto para no desvelar nada al lector.
Me gustaría que me comentases esta frase que he extraído de la novela: “…el mediocre se rodea en su miseria, en sus limitaciones. Su nula inquietud vital se extiende a todo aquello que le rodea”.
La mediocridad es una de las principales lacras de nuestra época. Vivimos años en los que se habla de inteligencia emocional, se insiste en la capacidad para interrelacionarse con el entorno, se defiende la faceta social del individuo pero nada de ello parece que deba ir acompañado de la excelencia. Hubo un tiempo en que los méritos, el sacrificio, el esfuerzo, el trabajo tenían su recompensa. Actualmente no. El individuo culto es un marginado, un ser peligroso, alguien con el que nadie cuenta, un olvidado. Sin embargo, el empático, el emocionalmente inteligente, goza de la simpatía de la sociedad. Cuando escuchas eso de “valoro a las personas por su actitud más que por su aptitud” está todo dicho. Es preferible la mediocridad a la excelencia. El mediocre medra. El individuo excelente sólo pretende demostrar su valía a través de su esfuerzo. Si ser mediocre es el paradigma cada vez habrá más, su actitud de extenderá al resto de la sociedad y, mientras tanto, todos aquellos que podrían haber servido de guía irán apagándose desde su rincón. Es más, podremos algún día llegar al extremo –cada vez más común- de la apología de la incultura. Es decir, aquel mediocre que no sólo rechaza la cultura sino que admite hacerlo y se regocija en ello.
Tengo entendido que Sunday Dandy es el primero de tres volúmenes con un tema común, los hitos de generación, deseo y muerte; ¿qué nos puedes adelantar de la segunda entrega?
Si en Sunday Dandy los personajes se ven envueltos en esa catástrofe natural llamada crisis, en la segunda todos ellos aparecen guiados por un deseo, tratan de nadar en medio del caos, cada uno a su manera pero todos ellos mantienen esa capacidad volitiva de la que no disponen los personajes de la primera. Digamos que la segunda novela describe la capacidad del ser humano de sobreponerse a una hecatombe como la vivida desde una posición y unas circunstancias particulares en cualquiera de sus respectivos casos. No existe unidad argumental entre las tres pero sí que aparecen enmarcadas en una misma época y unos condicionantes muy similares.