“Conocer la cultura significa comprender el entorno, imprescindible para poder pensar disruptivamente”

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©Sara Roque

El escritor y experto en formación y desarrollo de directivos Fernando Botella nos concede una entrevista tras la publicación de ¿Cómo entrenar la mente? Botella ha colaborado en algunas universidades y escuelas de negocio tan prestigiosas como la Universidad Central de Florida, la Universidad de Harvard, la ESADE o el ICADE. En este librorevisa de temas como la escucha generativa, el poder de la pregunta, el feedback, la naturaleza de la imperfección, la fuerza de la imaginación, el pensamiento disruptivo, los miedos o el nuevo liderazgo. GINÉS J. VERA

¿Cómo entrenar la mente? nos hace conscientes de que las cosas puedes ser diferentes a cómo lo fueron en el pasado. Y, puesto que todo está por hacer, se puede (y se debe) entrenar en el ahora. Háblenos de ese concepto de entrenamiento mental (exponencial) frente al del pseudoaprendizaje.
El aprendizaje exponencial es aquel que está basado en una mente de aprendiz continuo, y solo llega en la medida en que tienes la capacidad de sorprenderte con todo lo que está por llegar. Aquí adquiere mucha importancia el concepto de ignorancia. Como digo en mi libro, la magnitud de mi ignorancia es infinitamente exponencial. ¡Afortunadamente! Porque ese punto de partida es el que me sitúa en modo de aprendizaje exponencial. Sócrates y Platón ya decían que la ignorancia tiene mucho que ver con la capacidad de aprender y con poner el foco, no en lo que ya sé, sino en lo que todavía no sé. El secreto del desarrollo del ser humano está mucho más en descubrir lo que aún nos sabemos porque es lo que nos conecta con el futuro. La exponencialidad propone vivir cuestionándote constantemente el presente, lo establecido. El pseudoaprendizaje, en cambio, es la justificación de lo que ya sé, es seguir revoloteando confortablemente alrededor de lo que ya no supone un reto.

¿Cuándo y cómo surgió la idea del libro? En el prólogo, Álex Rovira menciona el concepto de desaprender para volver a aprender y lo une al enfoque del libro Liderazgo total. ¿A quién va dirigido este “gimnasio de habilidades para ser mejores profesionales”?
Álex, además de ser un amigo y una persona a la que admiro mucho, tuvo un papel relevante en un momento importante de mi vida. Para mí es un lujo contar con su participación. En cuanto al libro, está dirigido a cualquier persona que quiera convertirse en una mejor versión de sí misma y así mejorar el entorno en el que se desenvuelve. Cuando aquí hablo de líderes no me refiero a líderes organizacionales sino al propio desarrollo personal de cada cual. A la capacidad de autoliderarnos y autogestionarnos nosotros mismos. Esto tiene que ver con la forma en que utilizamos nuestro lenguaje interior, con la forma en que  respondemos a estímulos por medio de  la imaginación para provocar futuro y generar alternativas. Todos esos entrenamientos, que tienen que ver con la capacidad de escuchar mejor, de saber hablar con uno mismo y de dialogar con los demás a través de buenas preguntas,  son válidos para cualquier persona.

Otro de los términos que aparecen en las primeras páginas del libro es el de la “inteligencia conectiva”, creo que un poco al hilo del concepto del crecimiento exponencial tan importante en ¿Cómo entrenar la mente? ¿Nos lo comenta?
La industria de la Fórmula 1 descubrió hace ya muchos años que si creaban un entorno de trabajo colaborativo entre los miembros del equipo, los coches no necesitaban pasar tanto tiempo en los boxes. Cada uno de los ingenieros y mecánicos eran especialistas en algo, pero todos podían colaborar entre ellos para ahorrar tiempos y ser más productivos y más eficientes. Años después, Ferrari reinventó su propio modelo y pasó a un sistema cooperativo, donde todos eran capaces de trabajar interconectívamente, gracias al talento compartido. Ese paso de un punto a otro es el que tenemos que comprender para entender la exponencialidad. Esta no está en la capacidad de dar soluciones, proponer alternativas o planes acción. La exponencialidad está en poner el foco, además de en el propio cambio, en la velocidad con el que ese cambio se produce.

Leemos que dentro del modelo de las 4C, “las llamadas humanidades tendrán una relevancia absoluta en el desarrollo de las personas.” ¿Cómo encaja esto en los planes de estudio escolares? El Latín y el Griego parecen abocados a la desaparición dentro de la rama de Humanidades del actual modelo curricular.
Si hablamos de esas 4C, una de esas Cs es la de Cultura. Y ahí es dónde entran plenamente las humanidades. Conocer la cultura significa comprender el entorno, y comprender el entorno es imprescindible para poder pensar disruptivamente. En los equipos de las empresas disruptivas siempre hay antropólogos, historiadores etc., porque este tipo de perfiles generan un valor impresionante a la hora de generar preguntas, de cuestionar el status quo de la realidad. Las disciplinas humanistas van a tener más valor y van a ser más relevantes para poder gestionar entornos donde el análisis de los datos  y la automatización los van a poner la IA, no nosotros. ¿Por qué no enseñar esto en el colegio? No sé si el latín, pero saber de historia, de biología, de filosofía etc. absolutamente sí.

“Nuestra mente visualiza la realidad de forma incompleta”, leemos. No usa toda la información que recibe, incluso se permite el lujo de desechar datos; filtra y nos deja tan solo una parte de la verdad, la que más le conviene. Nuestra mente parece que nos cuenta siempre una historia incompleta de la historia que vivimos. Háblenos de ello, de ese aparente enemigo que vive con nosotros desde que nacemos.
Nuestra mente utiliza una serie de filtros para desenvolverse que son los responsables de una serie de sesgos cognitivos. Estos son atajos que nos permiten reaccionar de una manera más ágil ante determinados estímulos potencialmente amenazantes. La contrapartida es que nos “roban” parte de la información y nos restan potencial. Esos filtros son las suposiciones, las predicciones negativas del futuro, la emoción como respuesta, la exageración, la generalización. Estos sesgos cumplen una función, nos ahorran recursos y nos hacen más eficientes en determinadas situaciones, pero hay que saber cuándo utilizarlos. El problema llega cuando somos incapaces de dominarlos y dejamos que tomen el control de nuestra mente todo el tiempo.

“La mayoría de nuestras acciones están determinadas por las emociones”. Estas, al parecer, sustentan cada una de nuestras decisiones. No olvidemos eso de que nuestro cerebro es biológicamente pesimista. Coméntenoslo al hilo del llamado estado de predecisión o prerracional… y del “secuestro amigdalino.”
Somos emoción y hasta cuando creemos que estamos tomando la más racional de las decisiones está completamente impregnada por las emociones. Una emoción no es más que una respuesta ante el entorno. Es una herramienta de supervivencia, por eso nuestro cerebro pesimista le concede tanta importancia. Nuestra primera reacción es siempre emocional, ese estado de “predecisión” o “prerracional” en el que las emociones toman el control. Ojo, no estamos diciendo que las emociones sean negativas; todo lo contrario. Son absolutamente imprescindibles, sin ellas no iríamos muy lejos como especie. Son la gasolina que mueve la maquinaria de la Humanidad. La clave es aprender a modular esa emoción e introducir en la ecuación una dosis de lógica y de racionalidad. Porque juntas, emoción y razón, forman ese cóctel virtuoso que nos permitirán tomar las mejores decisiones. Aplicar la razón es lo que nos permite responder en lugar de simplemente reaccionar.

La última pregunta tiene que ver con las fórmulas que aparecen en el libro. En el prólogo de Historia del tiempo, de Stephen Hawking, este hablaba del riesgo de incluir fórmulas porque restaban lectores. En ¿Cómo entrenar la mente? hay unas cuantas. ¿No teme que alguien, al hojear el libro, se incomode aunque las que aparezcan sean sencillas… y ninguna relacione la materia con la velocidad de la luz?
Hawking, como casi siempre, tenía razón también en esto. Lo que ocurre es que mientras que las de Hawking son puras fórmulas matemáticas extraordinariamente complejas y, por tanto, contraproducentes desde un punto de vista didáctico, y por eso no las usaba en sus libros, mis fórmulas matemáticas son simples metáforas de las que me valgo para explicar visualmente un concepto y, de alguna manera, desafiar al lector.  Yo no las llamaría ni “fórmulas”, sino, más bien, “juegos o “guiños”.

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