El viernes 16/11 llega a las pantallas españolas el estreno de la película El desentierro, ópera prima del realizador valenciano Nacho Ruipérez. El desentierro es una co-producción entre España y Argentina realizada enteramente con equipo técnico valenciano y protagonizada por Eduardo Sbaraglia, Michel Noher, Jan Cornet, Jordi Rebellón o Germán Torres. Aquí encontramos a dos primos, Jordi y Diego, que van tras la pista de sus respectivos progenitores. El padre de Jordi fue un hombre honrado, pero sin un porvenir definido, mientras el de Diego acabó siendo un político enredado en un caso de corrupción. Ambos parecen unidos por un oscuro pasado por resolver. A partir de aquí, los dos primos comienzan un viaje a ese pasado para descubrir qué sucedió. En medio de todo esto, encontramos un mundo de mafias y personajes oscuros ambientados entre prostíbulos de carretera y casas ocultas entre campos de arrozales.
Para Nacho Ruipérez, ambientar la película en Valencia, era fundamental. Esa ambientación local, sin embargo, no afecta a su ambición de llegar a un público más amplio. “Es una peli que hemos querido rodar aquí porque son temas que nos tocan en profundidad, algunos de ellos desgraciadamente, pero no por ello hemos querido hacer una película local, en el mal sentido de la palabra. Hemos querido hacer una película que ocurre aquí, con valores de aquí, con actores y actrices de aquí, y técnicos de aquí, pero que pueda verse en todo el mundo, que pueda disfrutarse, que pueda interesar a espectadores incluso más allá de España. Una película con vocación internacional. Creo que es algo que nos hace falta. En esencia es una película de la búsqueda de la identidad a través de la figura del padre y, con ello, de la restitución de la memoria. El tema de la película es algo que estamos viviendo desde hace mucho tiempo y que creo que forma parte del ADN, tanto de nuestro país como de Argentina”. El joven actor argentino Michel Noher confirmaba las reflexiones de Ruipérez a través de su personaje, uno de los dos protagonistas de este relato. “Es la historia de un muchacho que está buscando a su padre, pero que, en realidad, también se está buscando a sí mismo. Hay un sentimiento roto por lo que él piensa que fue un abandono y que necesita resolver. En ese sentido, se toca con esta temática, pero desde el lugar del thriller, sin la necesidad de entrar en una cuestión panfletaria política, sino que es pura emoción y entretenimiento con muy buenas pinceladas de humor y, sobre todo, una muestra bellísima del paisaje valenciano, de la Albufera, que yo no conocía y tuve el placer de conocer gracias a esta película”.
La cuestión de la corrupción política sale enseguida a relucir en la conversación, tanto por la temática de la película como por su imperecedera presencia en nuestra actualidad. “Yo siempre digo que la gente que contamos historias tenemos una responsabilidad moral”, comentaba Ruipérez. “Recordemos que esto no es nada nuevo, teníamos un autor muy conocido en Valencia que es Chirbes, que también nos habló de casos de corrupción. Y estoy hablando de hace tiempo, será porque se ha alargado demasiado. No hemos querido entrar en ningún caso en concreto ni con nombres concretos, pero sí hacer un corolario de lo que sería el guiñol, porque es algo que no deja de ser surrealista. En la película queríamos retratarlo tal cuál y creo que no nos hemos pasado, que está bastante fiel a la realidad”.
Para su ópera prima, Nacho Ruipérez ha decidido embarcarse en un complejo thriller de género de muy enrevesadas tramas que van desplegando sus secretos a medida que avanza la cinta. Escribir el guion de esta película fue una tarea ardua, como reconoce el propio director. “No ha sido fácil. Hemos rodado la versión 35 de guion. Debo decir que gran parte de ‘la culpa’ la tiene Mario Fernández Alonso que es mi co-guionista y tanta gente que nos ha ayudado. Fijaros que hemos tenido la asesoría incluso de alguien como Sergi Castillo Prats, que es el periodista que ha publicado en sus libros todas las cloacas de los casos de corrupción, como Yonquis del dinero. Y todo esto es necesario, todo ese viaje que, en definitiva, lo que hace es estirar los tiempos de pre-producción, pero que al final se queda en la película. Sí, era muy complicado, pero también es el cine que nos gusta”. Este trabajo de construcción dramática viene acompañado por una factura reseñable, fruto de una producción cuidada, como reconocía en rueda de prensa el productor valenciano, Ximo Pérez, para quien la voluntad del director de rodar en épocas distintas supuso un dolor de cabeza. “Está rodado en septiembre para coger todos los arrozales en ese color ocre amarillento que era justo la siega del arroz, y luego otra época de finales de noviembre en el que los campos están anegados de agua. En guion, Nacho se empeñó que el antes y el después [de la trama] fuera en unas localizaciones diferentes. Y ahí tener que cortar rodaje y tener que ir varios meses después, llevaba sus complicaciones. Y luego otra cosa muy importante es la gran cantidad de actores que hay y que vienen de Turquía, de Macedonia, de Rumanía, de Croacia, por supuesto de Argentina y de España. Todo lo demás es la producción que te da el tener un presupuesto que ha estado bien para esta película, estar ocho semanas de rodaje, lo que te da una producción que se ve en la película a nivel de imagen”.
Sin duda uno de los elementos protagonistas de esta película son los espacios, en este caso, los arrozales de la Albufera. “Para mí era un paisaje totalmente nuevo, era mi primera vez en España. Yo tenía la necesidad de conectar con ese espacio en el que la vida de mi personaje quedó un poco detenida. Y una de las primeras cosas que le pedí a Nacho fue recorrer esos espacios. Y nos pasamos un tiempo pudiendo pensar sobre las escenas, sobre qué cosas habían ocurrido para construir esa infancia”, comenta el actor Michel Noher. A partir de ahí, el trabajo con el resto del reparto fue muy intenso, aseguraba. “Con Leo [Sbaraglia] fue charlar y ver qué cosas encontrábamos en común con estos personajes que nunca se ven juntos en la película, pero que como todo padre e hijo tiene gestualidades y cuestiones que son comunes, que están en la genética. Hay algo autodestructivo en los dos, algo de no medir mucho las consecuencias y, al mismo tiempo, algo de mucha nobleza que los iguala. Una nobleza que no sabes que está ahí hasta que ocurre. Son inocentes en ese sentido. Son héroes, pero no son héroes conscientes. Las circunstancias los van llevando a un lugar del que ellos no se mueven y están dispuestos a jugarse la vida por lo que creen”, comentaba el actor. Para Nacho Ruipérez se trataba, fundamentalmente, de “una historia de amor, lo que pasa es que está contada de una forma muy sutil, con trazos muy sensibles. Pero yo siempre lo interpreté como una historia de amor de dos personas que tienen un vínculo familiar. Pero dos personas a las que les han destrozado la vida, les han manipulado el pasado y se ayudan para conseguir hacer justicia y para salvarse a sí mismos”.
La música es, sin duda, otro de los ejes fundamentales de esta producción, un trabajo que buscaba deliberadamente conectar con el espectador de una generación concreta a la que se apela en la película. “Hay varios responsables. Uno de ellos es un colaborador habitual, Arnau Bataller que es de Alcira. Llevamos varios proyectos juntos y eso hace que empieces a entenderte de una manera orgánica”, destacaba Ruipérez. “Una de las cosas en las que Arnau hizo mucho incapié es que no teníamos que hacer una banda sonora muy convencional. Segundo, que la música extra-diegética, lo que es la música adicional, tenía que ser música que ayudara a que la película tuviera pedigrí, como es el caso de los temas que hemos incorporado. Hay un tema de Bruno Lomas, por este pequeño homenaje que le hacemos y también hay un tema de Luis Bonias que era un DJ de la época de la ruta de bakalao [en la que transcurren parte de los hechos]. Y luego está la figura de Nacho Mañó que ha hecho varios temas en la película que, si bien parecen temas originales de esa época, los hemos recreado”.
En definitiva, cine con tintes valencianos, pero con ambición. Así lo reseñaba el propio Eduardo Sbaraglia en el encuentro con los medios. “Nacho ha hecho un muy bonito trabajo, con un gran equipo de producción y de actores y estamos felices de poder presentarla en su tierra, con su gente. Hay una gran expectativa por la película y esto es muy bonito en estos tiempos en los que pareciera que uno no sabe qué tiene que hacer para que la gente vaya a los cines por el gran cambio que hay a nivel tecnológico y la gran oferta que hay por las plataformas. El cine sigue siendo un lugar que uno lo siente sagrado. Y sigue siendo sagrado poder hacer películas. Para nosotros esta profesión es algo hermoso y poder compartirla dentro de una sala es algo por lo que uno va a seguir luchando”.