37 Mostra de València (Sesión 4). The life after & Nostalgia

LA MOSTRA DE VALÈNCIA, AL DÍA

The life after
Lunes 24. Babel Sala 4. 18h.
Martes 25. Babel Sala 4. 20.30h.

Nostalgia
Lunes 24. Babel Sala 4. 22h
Viernes 28. Babel Sala 1. 20.30h

Cuarta sesión ya, y, con ello, cruzamos el ecuador de la programación de la Sección Oficial a concurso de esta edición de La Mostra.

La jornada arrancaba con la proyección de la película argelina The life after del realizador Anis Djaad. La cinta nos sitúa en una pequeña población donde viven Hadjer y Djamil, madre e hijo respectivamente. Cuando empieza esta historia, la reciente muerte del marido y padre de ambos les ha dejado desprotegidos. Djamil trabaja en el campo, mientras su madre lo hace como empleada en el servicio de limpieza del ayuntamiento local. Un día, la partida de jornaleros de la que forma parte Djamil encuentra el cadáver de un vecino del pueblo colgado de un árbol. Se ha suicidado. El hecho provoca una fuerte impresión en Djamil, que regresa rápidamente a su casa. Advertida de lo ocurrido, Hadjer pide permiso a su jefe para anticipar la salida del trabajo. Para tratar este asunto, su jefe la hace pasar a su oficina. Y aquí se produce el malentendido. Por no se sabe qué pirueta (los delatores siempre son anónimos), empieza a correr por el pueblo la idea de que la madre ha tenido relaciones con el funcionario municipal. Los esfuerzos por desmentir el rumor son estériles y la reputación de Hadjer se pone en entredicho. Tal es el acoso por parte de los vecinos del pueblo, que madre e hijo se ven forzados a abandonarlo. Empieza, así, para los dos, un auténtico calvario.

En cierto modo, The life after es un trabajo que tiene bastantes elementos de conexión con Vera dreams of the sea, la cinta de Kosovo que vimos en la jornada previa. Ambas películas comparten protagonista: una mujer que, ante la pérdida del esposo, se encuentra indefensa, económica y físicamente. Como allí, Hadjer debe cuidar también de su hijo, lo que le reportará no pocos problemas. Como le ocurría a Vera, la protagonista de la película de Anis Djaad carga sobre sus hombros la supervivencia de su descendencia, el fruto de su vientre, anteponiendo su supervivencia a su propio bienestar. Hadjer, como Vera, debe lucha, además, en un mundo de hombres que tratarán, de un modo u otro, de aprovecharse de ella. Muerto el marido, ella queda como una propiedad de libre arrendamiento y todos se sienten con el derecho de poseerla. Otra vez la costumbre, la cultura, marca los límites y barreras, si bien aquí la película muestra algunas contradicciones. Huyendo de la fatalidad que les persigue, nuestra protagonista marcha a la ciudad donde es acogida por una amiga que le proporciona alojamiento. La relación de este nuevo personaje femenino con su esposo, es diferente. Él es un hombre sin oficio que anda siempre trapicheando y vive de su mujer. Sin embargo, en contra de lo que se podría pensar, aquí es ella la que lleva la voz cantante. Una pequeña contradicción que pesa en el dibujo de personajes y lima cierta verosimilitud de la trama. Al final, encontramos también la búsqueda de esa figura paterna que sustituya a la ausente y aporte la protección necesaria… o quizá no.

Y, al fondo, como siempre, la decadente realidad de un país corrupto, Argelia, moral, política y culturalmente. Un país que se desangra, incapaz de sacar la cabeza y ofrecer a las nuevas generaciones una salida, un futuro. Tanteadas todas las posibilidades, solo queda un sueño: Europa, España. Un último salto en esa huida sin fin.

Desde el festival de Cannes y con su flamante candidatura a los Oscar por Italia, llegaba a Valencia, Nostalgia, del realizador Mario Martone. La película de Martone cuenta la historia de Felice, un hombre de mediana edad que regresa a su Nápoles natal para visitar por última vez a su madre después de 40 años de ausencia. Pero el motivo de esta repentina visita es otro: Felice quiere rendir cuentas con su pasado. Durante su juventud, Felice era un chico como cualquiera de los jóvenes que el padre Luigi, responsable de la parroquia local del barrio de la Sanità donde creció, trata de sacar de las garras de la mafia local. Un hecho ocurrido entonces junto a Oreste, su mejor amigo, acaba en tragedia. Como consecuencia de este suceso, Felice huyó de su país y rehízo su vida. Su amigo, sin embargo, se convirtió en uno de los capos mafiosos más peligrosos. Pero Felice está decidido a reencontrarse con él, resolver deudas y recuperar la intimidad que les unió antaño.

Con Nostalgia, Mario Martone vuelve al Nápoles de su infancia y parte de su filmografía para hacer un ejercicio que trata de jugar con lo emocional para envolver al espectador. Al fin y al cabo, todos tenemos o hemos tenido una madre, todos tuvimos nuestra propia juventud. La madre y la juventud de Felice se mimetiza con los recuerdos propios del público en la sala en un toma y daca sentimental que arrastra la película en su primera mitad (casi matemática).

La segunda parte, sin embargo, se centra en la posibilidad de ese encuentro posible, dramático, entre los dos viejos amigos. Contra las advertencias del párroco y de los vecinos del barrio donde creció, contra los avisos que le manda el propio Oreste, Felice tratará de encontrarlo por todos los medios. En sus idas y venidas, Felice sirve de cicerone de un mundo, de nuevo, en permanente decadencia moral y física, y donde las fuerzas del mal operan a sus anchas. Contra todo este paisaje trágico, se alza la figura del cura, único punto de color en un contexto tan gris.

La cinta de Martone pone buena parte de su atención en esta descripción geográfica y humana del barrio, de sus calles, de sus decadentes edificios desvencijados, casi en ruinas, pero, sobre todo, de un paisaje humano por el que el director siente amor sincero. En este sentido, encontramos la escena en la que el padre Luigi lleva a Felice a hacer un recorrido por el barrio. Luigi quiere aprovechar la visita de su nuevo amigo para dar el mensaje de que se puede salir de la miseria. Para Marlone, bajo la ruina física, se encuentra un paisaje humano de gran valor. La reunión de la familia en torno a la mesa del salón, una copita de buen vino, una comida copiosa y una buena conversación son los valores de la vida y el mayor potencial contra la fatalidad. Al mismo tiempo, Martone nos empuja a reflexionar sobre las trampas de esa nostalgia que da título a la cinta, cuyo desenlace se presenta previsible para cualquiera que entienda cómo funcionan las reglas del melodrama. Si bien, es cierto también, que quizá no quepa otra salida. G. LEÓN

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