35 Valencia Festival: “Mosquito” & “Zana”. Session 1

Arrancaban las proyecciones de la Sección Oficial a concurso de esta nueva edición de La Mostra de Valencia con dos largometrajes de título breve, pero muy ambiciosos en cuanto a su ejecución, expectativas formales y trama.

Con Mosquito, segundo trabajo largo del realizador portugués Joao Nuno Pinto, nos desplazábamos en el tiempo hasta la Primera Guerra Mundial. In this context, un joven soldado, Zacarías, se embarca rumbo a África para enfrentarse a los alemanes. Los sueños patrióticos de Zacarías le habían hecho imaginar que lucharía en las trincheras francesas, pero la “mala fortuna” tuvo que arrastrarle hasta Mozambique, una de las colonias que su país todavía atesora en el continente africano. No contento con eso, el karma del joven aún tendrá que jugarle otra mala pasada. Enfermo de malaria nada más poner el pie en tierra, Zacarías se queda rezagado y descolgado de su compañía. Pero no todo está perdido y, recuperado de la enfermedad, el ardor guerrero que insufla su corazón le empuja, contra el consejo de sus superiores, a buscar a sus compañeros de patrulla y unirse, So, a la guerra. Acompañado de un guía y un cazador locales, Zacarías empieza un delirante viaje por la sabana africana que le llevará a cuestionarse muchos de los valores y prejuicios que tenía sobre su propia identidad, las culturas que va a conocer y, above all, en qué consiste eso de “servir a tu patria”.

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“La historia está inspirada en hechos reales porque es la historia de mi abuelo. Mi abuelo paterno, que nunca conocí, cuando tenía 17 años quiso ir a la guerra a Francia, a combatir a los alemanes. Pero fue enviado a Mozambique, se quedó enfermo de malaria, y, in the end, se fue solo. Toda esa parte de la historia es real”, comentaba el director, Joao Nuno Pinto, en rueda de prensa. “Pero eso es una anécdota. Nosotros queríamos darle otro significado a nuestra historia, un significado de aprendizaje y de evolución que yo creo que mi abuelo no tuvo. Mi abuelo hizo todo eso, pero no cambió, continuó con su mentalidad. But, por las cosas de este viaje, mi padre nació en Mozambique y yo nací en Mozambique. Mi interés en querer contar esta historia es para entender mi pasado y los orígenes de mis raíces africanas, que vienen de un lugar que tiene que ver con la colonización. Ese es uno de los motivos de la historia”.

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De la confrontación contra ese pasado colonial, salía el propio título de la película, cuyo sentido establece las coordenadas en las que se mueven las intenciones del director. “Mosquito es este insecto insignificante, pequeñito, que tú puedes aplastar y lo matas, pero él también te puede matar a ti. Zacarías también es este joven insignificante, frágil y pequeñito. Pero con un arma y con el traje del ejército imperial se torna una figura muy amenazadora y mortal”, explicaba Joao Nuno tras la primera proyección de la cinta. “Esa es la figura a la que se refiere el título. Y esto es tanto por Zacarías, como por Portugal, que es un país, comparado con el resto del mundo, insignificante, pequeñito, pero que cuando tuvo un imperio colonial hizo mucho daño por el mundo.”

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Mosquito se articula, in this way, sobre lo que Nuno define como el clásico viaje del héroe. Un viaje en el que no importa tanto el destino, como lo que encuentra durante el largo trayecto que va a recorrer. El viaje de Zacarías podría definirse como una marcha atrás espacial y sensorial, desde la Europa civilizada, nuestra Europa, hasta los orígenes en esa África que es la madre y origen de todo. Mosquito nos propone, So, que revisemos nuestros esquemas sobre lo que es correcto o incorrecto, y se ofrece como herramienta contra esa cosa llamada fronteras que dividen el mundo en líneas artificiales y que son, In fact, barreras que frenan la comprensión. ¿De qué? Del otro, comenta el director portugués. “Yo nací en Mozambique y mi familia se fue a Portugal cuando tenía cinco años. Y en Portugal nos llamaban a los que veníamos de las colonias, los retornados. Y a mí me confundía que, con cinco años, me llamaran retornado porque mi tierra era Mozambique, con lo que, si yo retornaba a algún sitio, sería a Mozambique, no a Portugal”. Es, en este punto de la narración, cuando lo personal o biográfico se convierte en un relato universal que nos involucra a todos. Esa es la eficacia de la ficción. “Es una cuestión de identidad. La primera vez que volví a Mozambique, después de la guerra civil, yo ya tenía 25 years. Fue como volver al útero materno. But, at the same time, soy blanco europeo. I mean, no soy negro con ancestros negros africanos. So, ¿dónde encajo? Esto ha hecho que, desde muy temprano, mi lugar sea el mundo. Yo, que no soy ciento por ciento de ningún lugar, soy de todos. Y esa cuestión de la aceptación del otro, no importa dónde has nacido o el color de la piel, para mí siempre fue muy importante.”

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Esa mirada hacia el pasado se proyecta hacia un presente que Joao Nuno Pinto quería capturar y que queda patente en muchas de las decisiones formales que ha tomado para la película. Es el caso del empleo de las músicas, donde las danzas tribales se mezclan con ritmos electrónicos en una combinación, at least, diferente, pero que no rompe el andamiaje del relato. “Yo tenía la preocupación de que, por ser una película histórica, se dirigiera solo al pasado. Y yo quería que la audiencia se relacionase con la película, que los jóvenes de hoy mirasen a este joven y se identificasen: mira, ese puedo ser yo. Claro que todos los personajes tienen la moral de su tiempo, no tienen la moral de hoy. Pero su humanidad sí es de hoy. For me, trabajar el lenguaje de la película de una forma contemporánea, modern, era muy importante para traer la historia al presente, y la música trae ese elemento. Me permite trabajar las emociones y la densidad de la película, porque tú puedes ver las imágenes, pero es la música la que te penetra en términos de sensación, de emoción. Yo quería que [la película] hablase con el estómago, con las entrañas, una cosa más profunda, menos intelectual.”

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Thus, el viaje de Zacarías se convierte en el viaje que acomete el propio espectador en la butaca. “Para mí era muy importante que la audiencia se colocase en los pies de Zacarías. Toda la mirada de la película es la de Zacarías. Él está presente en todas las escenas. Nosotros vemos lo que él ve, no vemos lo que él no ve y no te doy herramientas para que entiendas lo que él no está entendiendo. Por eso yo no traduzco lo que le dicen cuando llega a la aldea de las mujeres [donde el personaje termina refugiándose en una etapa del viaje]. Ahí es cuando la película se da la vuelta. El opresor se convierte en víctima y la víctima se torna en opresor. Se trata de ponerte en el lugar del otro, que es algo que tenemos mucha dificultad de hacer: entender lo otro, lo que le ha pasado al otro. Then, invierto los papeles para que te sientas como Zacarías. A mí me interesaba hacer esta reflexión.”

Con Zana, ópera prima de la realizadora Antoneta Kastrati, nos adentrábamos, en esta primera sesión, en otro espacio, otro lugar, en otra guerra. Una guerra que, como la de Mosquito, ya ha pasado, pero cuyas dolorosas consecuencias se perciben todavía en la actualidad. Hablamos del conflicto de Kosovo. on this tape, los disparos y el sonido de las bombas parece que se han silenciado, pero su recuerdo ha quedado grabado a fuego en la mente de aquellos que sufrieron la pérdida de sus seres más queridos. Es el caso de Lume, una mujer que vive en una modesta granja junto a Ilir, su marido, y su entrometida suegra. Lume e Ilir tratan de tener un hijo, but, por alguna razón, ella no puede gestarlo. Lejos de aceptar esta realidad, la pareja intenta por todos los medios culminar la concepción, todo bajo la obsesiva y vigilante mirada de la madre de Ilir que recurre a cualquier método para tratar de provocar el “feliz” desenlace. Esto incluye la visita a sanadores y todo tipo de iluminados. But, aunque Lume pone resistencia a las desbaratadas ideas de su suegra, las cosas llegan a un límite insoportable cuando descubre sus planes para que su hijo se case con otra mujer más joven con la que pueda tener ese hijo que dicen desear.

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Lo primero que llama la atención de Zana es esa confrontación entre tradición y modernidad que ofrece la película. Tras la guerra, la sociedad kosovar parece haber involucionado hacia un estado donde los elementos mágicos y la superstición se han apoderado de su cultura. Frente al horror, la gente se refugia en el consuelo que les ofrece una explicación mágica de la realidad. “Ellos [los kosovares] tienen una tradición muy amplia, parecida a la de los griegos, por esa parte que tienen de creer en las hadas, en la magia de los bosques. Los bosques también son sitios donde la gente va a morir, como en Japón”, comentaba Miguel Govea, uno de los productores de la cinta, después de la primera de las proyecciones del festival.

Ese elemento mágico, esa lucha entre la racionalidad y la superchería impregna toda la película, un trabajo que se mueve entre el cuento mágico y el relato realista. Dejando de lado ciertos recursos de imagen (uso de angulares y empleo de la paleta de colores) para diferenciar ambos extremos, el éxito de esta mixtura se encuentra en un guion que sabe llevar ambos pesos con notable equilibrio. So, los dos elementos están perfectamente entrelazados de forma que, en muchas ocasiones, el espectador no sabe exactamente dónde se encuentra. En los sueños que tiene Lume como consecuencia de la tensión que sufre por no quedarse embarazada, aparecen seres procedentes de la realidad. On the other hand, la vida cotidiana está llena de elementos tan perturbadores que bien podrían haber salido de una pesadilla.

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Pero si en algo pone el foco Zana es en el papel que juega la mujer en esta sociedad y en una generación que trata de superar esas heridas de la guerra y organizar la vida de otra manera. A ello, se oponen la generación de sus mayores mediando una cultura matriarcal que establece en todo momento las pautas y que ahoga como una soga al cuello. Lume e Ilis tratan de superar sus dificultades. Para lo lograrlo, tienen que enfrentarse a ese pasado que todo el mundo parece querer esconder, ocultando las marcas de la tragedia. Para vencer sus malos sueños, Lume debe recordar, asumir la pérdida. Un fantasma que flota todo el tiempo sobre ella y sobre la pequeña comunidad en la que vive. Ese fantasma remite, again, a la propia experiencia de la directora, Antoneta Kastrati, y de su hermana Sevdije Kastrati, directora de fotografía de este trabajo que, como su protagonista, sufrieron también el horror y la pérdida a consecuencia de la guerra.“Es una película muy personal e íntima para ellas porque, cuando su hermana y su madre mueren, no se podían hacer muestras públicas de afecto, no se podían hacer muestras públicas de duelos, velorios, nada. Eso, si tenías suerte y no ponían a tu gente dentro de una fosa común. Había gente que iba a ver las fosas para comprobar si los familiares estaban ahí. In fact, una de las imágenes que aparecen en la película, en el video [que ve Lume], es una grabación real. Y es que muchos se enteraban de lo que había pasado por las noticias”, explicaba el productor Miguel Govea. “Para ellas, es la forma de hacer un cuento de hadas para su madre y su hermana y, at the same time, es un mensaje en una botella, como para decir: please, que nadie pase más por esto”.

Esa intención de cerrar definitivamente las heridas del pasado parece que ha trascendido la pantalla y se ha trasladado a la propia experiencia de la película una vez se ha proyectado en distintos festivales y en salas comerciales, tanto en Albania como en Kosovo, países enfrentados por la guerra y unidos, now, por el cine. “Con esta película pasó algo muy interesante. Primero es que es una co-producción entre Kosovo y Albania sobre el conflicto”, comentaba ante la prensa el productor. “Esta película tiene muchas versiones de guion. Cuando se desarrolló la parte conceptual, los dos centros de cine no estaban contentos de trabajar entre sí o con el proyecto. But, durante el proceso de desarrollo, empezó a haber más acercamiento y, in the end, fue aprobado”, señala. “¿Cómo refleja eso la situación política en este momento? Cuando finalmente logramos hacer la premier en Toronto, tanto los espectadores de Kosovo como los de Albania decidieron apoyar la película por completo. Then, decidieron sacar la película en Kosovo. En Kosovo hay aproximadamente como treinta pantallas. Nuestra película, que competía con otras películas más comerciales, fue la número uno durante ocho semanas seguidas. En Albania ganó el Premio a la Mejor Película en el festival de Tirana. Nunca una película de Kosovo había ganado el Festival de Tirana, y eso fue una muestra de que estaban orgullosos. Pasó de ser un proyecto que les parecía peligroso a uno que les parece que ha ayudado y sigue ayudando a la gente a tener conversaciones sobre los efectos de la guerra, el conflicto y los miles y miles de personas que fueron afectadas por ello.” G.LEÓN

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