Vitalina Varela & Corpus Christi

Original title: Vitalina Varela · Pedro Costa · Portugal · 2019 · Script: Pedro Costa, Vitalina Varela · Intérpretes: Vitalina Varela, Ventura…

Original title: Boże Ciało · Jan Komasa· Portugal · 2019 · Script: Mateusz Pacewicz · Intérpretes: Bartosz Bielenia, Eliza Rycembel, Aleksandra Konieczna

Un callejón, apenas una luz lateral de perfiles duros y cortantes decora la escena y centra nuestra mirada. El resto es penumbra. Un grupo de hombres caminan junto al cementerio cargando a hombros un pesado ataúd. Así comienza Vitalina Varela, último trabajo del director portugués Pedro Costa. From here, más callejones y más hombres que regresan a sus casas, viviendas humildes, chabolas que forman un indiscernible tramado de oscuros rincones, puertas que se abren y se cierran, figuras que esperan quien sabe qué. a woman, Vitalina, llega, later, a ese lugar. El hombre que ha muerto es su marido, al que no ve desde hace veinticinco años, como comprenderemos según se van produciendo encuentros entre ella y viejos conocidos, camaradas de borrachera, colegas de trabajo… y un cura. Hace tres días que ha muerto y Vitalina ya no tendrá ocasión de reunirse de nuevo con él. Ha llegado tarde. Se le ha pasado el tiempo.

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Con estos breves apuntes, Pedro Costa se acerca, señalan las notas de producción de esta película, al drama de la inmigración desde la antigua colonia portuguesa de Cabo Verde hasta Lisboa. But, In fact, este es un dato poco relevante, pues aquí no importa tanto ese quién o el para qué concreto, como las formas. Desde esa imagen inicial, la cinta es una sucesión de cuadros prácticamente estáticos. Un estatismo que no solo se refiere a la posición de la cámara, sino a la falta de movimiento dentro de cada una de esas imágenes. En el interior, cuerpos y rostros que miran. ¿Hacia dónde? A un más allá de esperanzas frustradas, de deudas pendientes, de un pasado que se ha perdido y al que se remite, sometimes, con nostalgia, otras con los ojos del rencor del que le pide cuentas a la vida, cuentas que nadie le pagará. Thus, aquello que anda en juego no lo delimita un relato del que, besides, se nos informa de forma deslavazada, sino la presencia de esos cuerpos y miradas. Pedro Costa nos habla del dolor y la exclusión que sufre el que se queda fuera, en el margen del sistema. Pero no lo hace de forma directa, es un algo que deduces a través de la presencia de esos cuerpos. No necesitamos mayor explicación, nos basta con observar su posición en la pantalla, el peso que soportan esos hombros y que asola a esas miradas para entender y sentir aquello de lo que estamos hablando.

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Unos cuerpos y unos rostros que, at the same time, Costa rueda con admiración y a los que, en medio de la miseria que les rodea, trata de extraerles su belleza. Usando actores no profesionales (la propia Vitalina Varela se representa a sí misma; in fact, es su historia personal lo que se cuenta aquí), Costa recurre a la propia geografía humana del espacio social que retrata como materia prima. No hay, so, trampa alguna. Sí hay, a pesar de lo humilde del contexto, una sutil exaltación. Conviene, again, ver esta película en pantalla grande para poder apreciar a ese objeto de deseo estético de Costa que no es otro que la poderosa figura humana. Hablamos del contorno de los músculos de los brazos, las arrugas y dibujos que perfilan los valles y las cimas que marcan las líneas de las venas de una mano, el brillo de la piel, el blanco de esos ojos que relucen en contraste con tanta oscuridad. Costa se siente fascinado por sus no-actores, personas reales, y a ellos les dedica sus mejores planos.

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En este retrato, que es quizá de lo que va realmente esta producción, la luz y el decorado juegan un papel determinante. Luces que, como decíamos al principio, rompen la pantalla y la oscuridad de la sala de cine, remarcando en cada escena ese peso que soportan las figuras. Una luz que revela, but, at the same time, aísla, pues todo alrededor es un negro denso, espeso, una amenaza, testigo del drama, otra presencia. Esa oscuridad amenazante da forma y sentido a este trabajo. Más que las palabras o los hechos, es la luz la que nos cuenta, y ese tiempo, igualmente tupido, oclusivo, que no parece avanzar.

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However, este sencillo y, at the same time, eficaz aparato formal acaba por imponerse de tal forma sobre el conjunto que hace que la cinta vaya cayendo poco a poco en un cierto manierismo. Usar actores no-profesionales aporta esa verdad que solo pueden ofrecer esos cuerpos genuinos que Costa ha escogido para su película. But, cuando a sus personajes les llega la hora de salir de ese estatismo y moverse, hablar dentro del cuadro, todo cae en un amaneramiento que sirve de fuerza centrífuga y que nos distancia, alejándonos de lo narrado, that is to say, de esa verdad que pretende enseñarnos el autor. El propio Pedro Costa ha reivindicado la obra de John Ford como uno de sus referentes y uno recuerda esos primeros planos de vaqueros en La diligencia, su obra maestra. Pero donde Ford conseguía movimiento y vitalidad, en Costa es rigidez, aunque a veces los personajes se agiten de forma casi espasmódica, lastrando por momentos su película con una losa difícil de cargar para el espectador.

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Si hablamos de propuestas formales, podríamos decir que el tercer trabajo largo del realizador polaco Jan Komasa se encuentra exactamente en el extremo opuesto al de Costa. Y la comparación en este caso resulta apropiada pues ambas películas abordan, desde posiciones distintas, como decimos, cuestiones muy similares. Corpus Christi cuenta la historia de Daniel, un joven que sale del reformatorio en el que ha estado cumpliendo condena durante varios años. De acuerdo con el programa de reinserción, tras salir de la cárcel, Daniel se dirige a un pequeño pueblo para trabajar en un aserradero. But, nada más llegar, Daniel se da cuenta de que eso no es para él, que ahí no tiene otro futuro que acabar volviendo a la celda de la que ha salido. A pesar de su pasado delictivo y problemático, Daniel, tomando como ejemplo al cura del reformatorio, al que admira, siente una verdadera vocación eclesiástica. Pero será precisamente ese pasado lo que le impida asistir al seminario para ordenarse. Saltándose el plan inicial, una serie de casualidades le llevarán a suplantar al párroco de esa pequeña comunidad en la que se instala. At first, Daniel se toma esta tarea como un juego, un disfraz que de veracidad al personaje que se ha creado. Pronto, los problemas que sufren sus vecinos le emplazarán a tomarse la tarea más en serio, hasta llegar a convertirse en su referente moral y espiritual.

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Como en la cinta de Costa, el trabajo de Komasa también se basa en sucesos reales. En un contexto formal más clásico, la realidad sirve como trampolín en el que propulsarse, desde la ficción, para hacer varias reflexiones a las que se nos invita. Como en Costa, Komasa pone también su mirada en los desheredados del sistema. “Escoria”, llamará a su protagonista, al principio del relato, un policía. Tras salir de la cárcel, a Daniel se le ofrece un futuro, but, como sucede en Vitalina Valera, ese futuro (la inmigración en un caso, el trabajo en el aserradero, en otro) es, In fact, explotación por parte de las fuerzas que dirigen a esa sociedad (aunque no aparezca, las callejuelas de ese Lisboa marginal en el caso de Costa, un pequeño pueblo, here). Como Vitalina, Daniel está solo, pues nadie se fía de él. Para encontrar su camino, tendrá que fingir, ocultarse, even, de sí mismo. Y aquí viene la primera diferencia. Si en la cinta de Costa su protagonista busca la redención a través de la verdad, sobre su pasado, sobre su vida, en el trabajo de Komasa será la mentira la que nos revele esa verdad que se esconde tras las apariencias y que anida en el corazón de las personas. Daniel finge formar parte del sistema para, So, una vez conseguida la aceptación, subvertirlo y perforar sus fallas a fin de curar las heridas que socaban las bases de esa sociedad que le ha acogido.

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El papel de la iglesia y la fe es otro de los elementos que confrontan ambos trabajos. Tanto en la comunidad inmigrante de Cabo Verde como en el pueblo en el que se instala Daniel (dos espacios anónimos, in both cases), la religión tiene una fuerte influencia. Pero si, para Costa, esa iglesia, that is to say, Dios, se presenta casi como una ausencia a la que sus personajes se deben sobreponer, en el caso de la pieza de Komasa ocurre lo contrario. Para el polaco, para Daniel, Dios está ahí, en alguna parte, es solo que nos hemos olvidado de cómo acercarnos a él. En su película, la iglesia ha olvidado su papel de sanador de almas y se ha convertido en parte de una trama de intereses que quizá garanticen su precaria supervivencia, pero que no solo se ha alejado de la gente, sino que se ha corrompido por dentro. Tendrá que venir un outsider, un elemento externo para encauzarla y enseñarle cuál debe ser su auténtica vocación, que no es ella misma, sino los demás.

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En este mismo orden de cosas, Corpus Christi es, in turn, un retrato de la Polonia contemporánea y, por extensión, de la sociedad actual. Una vez asumido el papel de párroco, Daniel es bien acogido por los miembros de la congregación. Basta con escucharles y dar satisfacción a sus anhelos e ilusiones para que le traten con respeto. Desde el principio, Daniel marca la diferencia con el anterior cura, well, a diferencia de éste, el joven sabe escuchar. Y esa es la primera necesidad de esta comunidad, la de ser escuchada. However, a medida que Daniel va conociendo más detalles de los conflictos que supuran bajo las apariencias, se dará cuenta de que la situación es mucho más compleja. Daniel, un chico sin objeto en la vida, encuentra en estos problemas el sentido que le falta. But, para ayudar a sus nuevos amigos ya no bastará con ofrecerles sabios consejos, tendrá que contradecirles y, there, será cuando esa comunidad que lo ha recibido muestre su verdadera faz. Una comunidad que se siente cómoda en su papel de víctima y que ha buscado en otros a los culpables de los problemas que la afligen, but what, in the background, no está dispuesta a asumir la responsabilidad que le toca. But, aunque esa negación ofrece un cobijo muy cómodo frente a la culpa y el duelo, no logra sanar el dolor. Para lograrlo, Daniel tendrá que aprender a negociar con la verdad, that is to say, tendrá que construir una nueva ficción, otra mentira, que satisfaga a las dos partes enfrentadas. Ese será su aprendizaje.

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Para llevar adelante este sencillo, but at the same time, complejo drama, Jan Komasa, en una dirección opuesta a la que toma Pedro Costa, ha contado con un reparto de actores profesionales que hace un trabajo realmente encomiable. Y es curioso que aquí sean también los rostros, esa inocente honestidad de las miradas, una parte relevante del sentido último de esta producción. Again, John Ford. Y ahora viene la pregunta. ¿Quién se acerca más a la verdad? ¿Aquel que construye una ficción, una deliberada mentira, un artefacto, o el que trata de acercarse sin filtros a la realidad de los hechos? Un debate interesante que nos presentan estas dos películas. GERARDO LEON

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