Día 5. La Sección Oficial de La Mostra abría la jornada de ayer con The Announcement (Anons, en su título original), cinta que nos traslada a Turquía, al comienzo de los años 60, época de inestabilidad política en la que, en la ficción, un grupo de militares ha organizado un golpe de estado. De forma clandestina, un reducido número de ellos trata de llegar hasta la estación de la emisora pública Radio Estambul para tomarla y dar noticia a la población del nuevo orden de las cosas. Pero estos militares, a pesar de sus oscuras intenciones, son un tanto torpes. Con estos mimbres, el realizador Mahmut Fazil Coskun monta una parodia que, por su forma de presentar los acontecimientos, nos recuerda a una mezcla del cine de Aki Kaurismäki por su manera de apelar a un humor basado en unas interpretaciones secas y un tanto distantes, aderezado con algo de la obra de Roy Andersson en su fraccionamiento de la narración en pequeños cuadros casi estáticos en los que el silencio juega un papel principal.
Para presentar la película contamos, en esta ocasión, con la presencia de Şencan Güleryüz, uno de los actores del reparto. Nada mejor para desvelarnos las claves de un rodaje que, como recordaba Güleryüz en rueda de prensa, tuvo sus dificultades. “Es una película una tanto oscura y el rodaje se produjo de noche. Estuvimos rodando durante siete semanas. Empezábamos a las siete de la tarde y acabábamos a las siete de la mañana, lo que hacía que esta película fuera mucho más dura de lo que vemos habitualmente”, comentaba. Esa oscuridad que tiñe cada uno de los planos de la cinta (incluso cuando estamos en interiores) daba a la película el tono deseado. “Es una película extremadamente claustrofóbica, pero la verdad es que hay una relación directa entre esa sensación de claustrofobia de la película y la personalidad del director. El director es una persona un poco claustrofóbica (risas), un hombre de pocas palabras. Nosotros hemos intentado reflejar en la pantalla lo que él quería que hiciéramos. Este tipo de actuación es extremadamente difícil porque parece que siempre hay un marco dentro del propio marco que vemos en la película”.
Es ese tono frío y oscuro que logra transmitir la película frente a los sucesos que narra, lo que la presenta como una anomalía dentro de la cinematografía turca, y especialmente, como enlace de esa cultura mediterránea que, a priori, podría representar. “Este tipo de comedias no se puede considerar que sea turca. Esto es una tragicomedia más propia de los países del norte de Europa, con ese tipo de humor más bien frio, muy alejado de lo que es el humor turco”, explicaba el actor Şencan Güleryüz. Sin embargo, será precisamente esa particular forma de acercarse a la comedia lo que ha hecho que sea bien recibida alrededor del mundo por todo tipo de audiencias y, muy especialmente, en aquellos festivales en los que ha participado. “La primera vez que la mostramos fue en Venecia donde tuvimos una sala con más de 1.300 personas. Y la verdad es que las reacciones que vemos son siempre las mismas, independientemente del país en el que estemos. Por eso podemos decir que esta película no es una película local, sino que tiene un tipo de humor más bien global.”, dice Güleryüz. “Al mismo tiempo, hay algo que nos pone muy contentos, porque llevo paseando prácticamente un año con esta película y hemos recibido una gran cantidad de premios. Podríamos decir que, de hecho, es la película turca que ha recibido más premios durante todo el año.”
Cinta de tintes corales, su mayor cualidad se centra en el manejo del tempo interno de unas secuencias marcadas, como decíamos, por los silencios, que condicionan el ritmo, la cadencia de esa comicidad. “Este film ha requerido de una preparación muy grande. Se hicieron muchas pruebas y, a base de repetir, supimos lo que verdaderamente quería el director de nosotros. Por otro lado, nosotros somos un grupo de actores que nos conocemos desde hace mucho tiempo y esa es la razón de que compartamos un lenguaje dentro de la pantalla. En ese sentido, es curioso que hayamos recibido premios en los festivales como conjunto de actores, no como actores independientes, tanto en Turquía como en el extranjero. Eso demuestra que durante toda esta película ha habido un gran trabajo de equipo.”
Pero donde surge la polémica es cuando se analiza los hechos que relata la cinta de Mahmut Fazil Coskun. ¿Es posible hacer humor con un hecho tan delicado y sensible como un intento de golpe de estado? “Esta película es una película militar, pero no tiene una determinada ideología. Lo que el director intenta mostrar no es solo la parte militar, sino la parte personal”, respondía Güleryüz a preguntas de la sala. “El director ha intentado hacer una película apolítica. La película en ningún momento se posiciona ni a favor ni en contra de los golpes de estado ni pretende que esto sea cómico. La vis cómica la da el retrato personal que se hace de los personajes. El director lo que intenta es poner a los personajes sobre la escena y que cada uno saque sus propias conclusiones. Y lo que liga esta idea con la película es que vemos que las personas que llevan a cabo el golpe de estado no tienen éxito, y eso le da una vis cómica.” El propio hecho de que se plantee esta cuestión remitiría de forma inmediata a un debate de actualidad, el de los límites o fronteras a los que debe someterse el humor. “Yo creo que este tema va a depender de lo que piense el director porque es el que toma la última decisión sobre los temas que va a abordar una película. Y todo va a depender de lo que consideren qué es una comedia y qué es el humor porque esa es una idea bastante personal. Desde mi punto de vista, el arte debe ser independiente y se deben de poder hacer películas de todos los temas posibles. Al mismo tiempo, vemos que el drama y la comedia están siempre muy cerca, hay una línea muy fina que separa al uno del otro. Por lo tanto, es como la propia vida. La tragicomedia demuestra bastante bien cómo es la vida. Finalmente, considero que sí es posible hacer este tipo de películas con cualquier tema”; concluía el actor turco.
La segunda proyección de la jornada nos acercaba a Portugal, país de producción de A herdade, primer trabajo largo en solitario de director Tiago Guedes, un ambicioso cuadro de casi tres horas de duración en el que pretende dar muestra de los últimos cuarenta años de la vida social y política de su país. Arranca esta cinta a principios de los años 70 del siglo pasado. En este contexto, un rico hacendado, João, trata de sobrevivir a las contantes presiones a las que le somete la dictadura militar para que se posicione en su favor. Más tarde, llegaría la Revolución de los Claveles y, con ello, la democracia. A todos estos movimientos sobrevivirá nuestro protagonista que logrará mantener sus posesiones y negocios. Pero lo que parecía un relato de éxito, poco a poco se irá desmoronando, especialmente en el plano personal. A pesar de sus esfuerzos, João, un hombre rudo e intolerante, irá perdiendo a su familia en un retrato que nos remite a clásicos del cine como Gigante de George Stevens o Con él llegó el escándalo de Vincente Minnelli.
Tiago Guedes ha construido un fresco que se divide en dos partes bien diferenciadas. Una primera parte en la que, a los acontecimientos personales, se une un retrato de la evolución política del país y sus consecuencias, y una segunda parte en la que ese análisis político queda en segundo plano para tomar unos tintes de corte más melodramático, centrando su atención en exclusiva en los conflictos que afectan a los personajes. “La razón principal por la que se produce este cambio es porque yo quería hablar de herencia, no solamente de la herencia de una familia, sino de la herencia de un país. Y cómo esa herencia y la historia interfiere dentro de lo que sucede en la familia. Para mí lo más importante era mostrar cómo se produce esa implosión, por eso pasamos de un relato muy amplio a un relato cada vez más concentrado”, comentaba ante los medios.
A pesar de lo particular del argumento, el proyecto llegó al director portugués de manos de su productor. “Esta era una historia muy antigua que tenía el productor, y yo lo que hice fue analizar el personaje porque quería contar la historia de esta persona dentro de la época y cómo la herencia afecta a las personas y al país. La importancia de lo que recibimos y lo que damos. Para eso, era muy útil saber cómo el contexto va transformando a las personas y al país, cómo se transforma el país y como la persona se trasforma al mismo tiempo.” A pesar de llevar una larga carrera tanto en cine como en teatro, esta era la primera ocasión en la que Guedes aborda en solitario las labores de dirección. “Fue un proceso natural porque la persona con la que yo co-dirigía empezó a producir. En un determinado momento, yo decido entrar en el teatro, y cuando vuelvo del teatro empiezo a dirigir mis propias películas. Primero fue un corto, y ahora estoy dirigiendo este tipo de películas.” Una cinta que, como comentábamos, se apoya en una visión muy clásica, tanto de la puesta en escena como de la concepción de la trama. “El director de fotografía es una persona que conozco hace mucho tiempo y cuando pensamos en hacer esta película pensé en él para hacerla. Es una película en la que la fotografía es muy clásica porque guarda relación con el tipo de películas que yo veía cuando era pequeño. Ese tipo de películas se refleja también en el resultado que vemos en pantalla”, comentaba el realizador.
Pero si por algo parece destacar A herdade es por ese tono cíclico que impregna al relato. Una historia, la de João, en la que todo empieza y acaba y, al mismo tiempo, tiene su continuidad en las generaciones siguientes. Una figura, la del círculo, que sin duda plantea muchos interrogantes que el director portugués prefiere no responder. “Sobre el concepto de círculo en la vida yo no quería resolver la pregunta. De hecho, no es casual que la canción que escuchamos al final de la película se titule An answer question (algo así como una respuesta-pregunta). Una de las cosas que traté de conseguir con la película y cuando trabajo en el teatro, es no darle al espectador una perspectiva forzada de lo que está viendo. Cuando leo libros me gusta construir por mí mismo las historias y siempre trato de dar esta misma ambigüedad al espectador. Me gusta cuando ese espectador tiene que participar en la construcción de los silencios, por ejemplo. A veces hay gente a la que le llega, hay otra a la que no, pero ese es mi objetivo”, comentaba Guedes. “La primera vez que vimos la película en Toronto, una de las preguntas que se planteó fue por qué la esposa se queda con el hombre tanto tiempo. Y esta era una buena pregunta para mí porque no tengo la respuesta, pero, sin embargo, sé que mucha gente se quedaría. Era exactamente lo que quería conseguir. Nosotros sabemos que hay gente que se quedaría para siempre en una mala relación. Esta es la cuestión. Surgen las preguntas, pero las resolvemos de diferentes maneras. Yo tengo mi propia respuesta, pero no quiero condicionar la respuesta de los otros”.
A propósito de su paso por distintos festivales, Tiago Guedes nos dejaba esta reflexión final: “Toda esta experiencia es muy nueva para mí. Pero lo más importante es lo que pueda aportar a la película. Hemos estado en Venecia, en Toronto, ahora la carrera para los Oscar, también la selección para los Goya, etc. Todo es importante para la película. Pero, para mí, lo fundamental es que las personas vayan a la sala de cine. Yo apoyo participar en este tipo de festivales, pero también me importa que las personas compren su entrada y entren en los cines para ver mis películas porque de esa forma llagará a muchas más personas.”