Abría la cuota de cine francés en la 33 Mostra de València la película L’Enkas, opera prima de la realizadora Sarah Marx, un retrato romo de la juventud francesa que quedaba representada en la figura de Ulises, un chico que sale de la cárcel y debe ocuparse de su madre que padece una fuerte depresión. Ante esta situación, la salida más fácil para Ulises es volver a los hábitos que lo llevaron a estar encerrado. De esta forma, emprende un negocio de venta de ketamina con otro traficante. La falta de expectativas vitales, la violencia de la vida en la calle y las difíciles condiciones económicas en las que debe desenvolverse Ulises le llevarán a tomar toda una serie de decisiones avocadas a fracasar.
En palabras de su directora, el viaje de este Ulises nos remonta al del personaje de La Odisea, un viaje de un hombre que, como en el clásico, busca “un puerto seguro.” Fuera de la cárcel, Ulises se encuentra con nuevos muros que tendrá que sortear. Pero esos muros quizá sean más altos que los de la prisión. No se ven, pero se sienten. “La película presenta la situación de Ulises que sale de la cárcel y, por lo tanto, sale de un encierro, y se encuentra en realidad con otro encierro que es la depresión de su madre. Es el paso de la infancia a la edad adulta, cuando uno pasa a ser padre de sus padres, así como la asunción de esa responsabilidad.”
Para Sarah Marx su película se circunscribe a su mundo personal, un trabajo que parte de su experiencia en trabajos previos que sirvieron de base para la documentación y la creación de los personajes. “Antes de esta película estuve trabajando en un documental en la cárcel donde hice un seguimiento de presos durante ocho meses. El médico de la película es un médico real que es jefe de psiquiatría del hospital de Saint Antoine y con el que estuve colaborando; estuve en entrevistas, también viendo el seguimiento con pacientes con depresión crónica que toman ketamina. Esa es mi primera referencia, la gente que yo conozco”, comentaba la realizadora.
Rodada con un presupuesto de 850.000€ la cinta se enfrentó, en primer lugar, al recelo de una industria que, como sucede en España, se encuentra más cómoda produciendo comedias que este tipo de dramas sociales donde los héroes no están tan claros. Pero Marx no tenías dudas al respecto: los héroes son sus dos protagonistas, abocados a sobrevivir en este entorno hostil que son nuestras sociedades contemporáneas. Financiada con medios independientes, la cinta encontró múltiples escollos, incluso, durante su rodaje. “Hubo un momento en el que pensé que la película no se iba a terminar porque perdí una financiación de 300.000€ cuando llevaba 22 días de rodaje y faltaban pocos días para rodar una escena que trascurre en un festival de música que íbamos a rodar en Ucrania. Al final, lo que hicimos fue rodarla en un verdadero festival de música electrónica. Y, de hecho, esta escena está rodada como si fuera un documental”. Estos obstáculos, sin embargo, más que un impedimento, fueron un aliciente añadido para la realizadora “A mí eso me encanta, la adrenalina de rodar en documental, siento la misma urgencia que los personajes de la película”, comentaba.
L’Enkas se adentra, así, en varias cuestiones capitales. La primera de ellas tiene que ver con el sórdido mundo de la venta y consumo de drogas que la cinta quiere retratar. De hecho, el mismo título de la película ya hace referencia a este conflicto, al cambiar la letra “c” del término “encas” (refrigerio, comida entre horas), por una k, la “K” de la ketamina que venden y consumen sus protagonistas, Ulises como negocio y forma de esparcimiento y su madre como remedio medicinal para su enfermedad crónica. “La idea surgió enseguida porque yo lo que quería era contar la historia de Ulises con su madre con depresión. Luego, a través de la relación con el jefe de psiquiatría del hospital de Saint Antoine me interesó mucho esta ambigüedad de la sustancia como veneno y como antídoto a la vez. Una molécula que, como dice la película, sirve para hacer dormir a los animales y que es utilizada por personas jóvenes para jugar con lo que la vida les puede ofrecer y a la vez para despertar emociones en personas con depresión crónica”.
Pero más allá de lo que muestra la superficie, L’Enkas nos propone una reflexión sobre las diferencias de clase en la Francia contemporánea. “Es que esa diferencia de clases existe. De hecho, Gabrielle y su hijo Ulises podríamos decir que son clase media, pero es que la clase media en Francia hoy vive con muchas dificultades y no consigue llegar a final de mes. Y hay muchos, muchos Gabrielle y muchos Ulises en Francia. Muchos más que los que tienen una vida cómoda y fácil”, comentaba ante los medios la directora. “Hay un verdadero problema en Francia en este momento que es esta población envejecida, enferma, y el hecho de que los hijos deben asumir las responsabilidades de cuidar a sus padres, y no tienen solución. Como se dice en la película, tener una cuidadora puede costar 3.000€ al mes o ingresar a la madre en una residencia puede costar entre 3 y 5.000€ al mes, los pisos además son pequeños y tampoco permiten alojar gente, es un problema”. A pesar de las dificultades que plantea, Marx nunca se planteó una solución alternativa que aliviara las expectativas del espectador. “No había final alternativo. Era el que tenía que ser. Ulises sale de prisión y lo que se encuentra son puertas que se cierran ante él, un mundo violento, quizá más violento que el que había dentro de la cárcel. Lo que he visto es que las cárceles francesas están llenas de chicos así, no de grandes delincuentes, sino de chicos jóvenes que necesitan ganar algo de dinero, que tienen responsabilidades que necesitarían asumir y que la única salida que tienen es el salario mínimo interprofesional. Pero la película es una crónica que sucede a lo largo de diez días, a lo mejor dentro de diez años, Ulises está en otra situación.”
Mostrando una realidad no menos cruda, pero en un tono de comedia, se presentaba la cinta del realizador macedonio Gjorce Stavreski. Secret ingredient nos cuenta la extravagante historia de Vele, otro joven como Ulises que tiene que cuidar de su padre enfermo de cáncer. Como el personaje de Marx, Vele no puede pagar el tratamiento que palíe los dolores de su padre. Encontrará la solución en un cargamento de droga que se apropia de unos mafiosos. Vele empieza a suministrar dosis de marihuana a su padre en forma de pasteles que prepara para él. Milagrosamente, su padre empieza a mejorar. Y ya tenemos el lío montado.
Secret ingredient es la primera co-producción cinematográfica entre Macedonia y Grecia, un hecho histórico en el cine que, para Dragica Nikolovska, foto fija y responsable de producción de la película, es una ocasión única dadas las diferencias políticas que existen entre los dos países. “Espero que esto abra nuevas puertas para este tipo de colaboraciones entre los dos países, sobre todo en favor de Macedonia que es un país pequeño y con menos oportunidades para hacer este tipo de colaboraciones”, comentaba Nikolovska.
Como en L’Enkas, Secret ingredient es una oportunidad paraabordar distintas cuestiones que afectan a la realidad social del país, como son las condiciones económicas en las que vive buena parte de la población, hecho que se percibe, por ejemplo, en la vivienda de los protagonistas. “De hecho, es peor. Es verdad que hay pocas personas que viven mucho mejor, pero el apartamento que escogimos para el rodaje estaba como se ve en la pantalla. No cambiamos nada. Mucha gente en mi país vive por debajo del umbral de la pobreza, viviendo con lo básico”. Esto ha empujado a la gente a buscar soluciones alternativas a sus problemas, especialmente, tal y como refleja la película, cuando se trata de la salud. “En Macedonia las terapias alternativas tienen éxito porque el sistema sanitario está roto. Hay hospitales privados que están florecientes, pero solo para las personas que se lo pueden permitir económicamente. Y también los curanderos están florecientes. Y es que por tener un poco de esperanza piensas que el agua te va a curar”, comentaba Nikolovska.
Secret ingredient ha recibido un fuerte apoyo del público macedonio, así como el reconocimiento de distintos festivales internacionales, hecho que le permitió ser merecedora de representar a su país para competir por los próximos Oscar de Hollywood. “La película ha tenido una buena recepción en Macedonia. Ha hecho 24.000 espectadores, lo cual es una gran cantidad para Macedonia que es un país muy pequeño. Este año había seis candidatos para los Oscar y nuestra película había sido escogida. Hemos estado en muchos festivales internacionales y ha ganado muchos premios, y esta es la razón por la que lo han escogido. Todo en Macedonia está politizado. Ni al anterior gobierno ni al actual le gusta la película por las críticas que hacen a nuestro sistema de salud, pero la película se pudo hacer gracias a la financiación independiente”. G.LEÓN