Cine italiano de la mano del ya curtido director Marco Tullio Giordana. Su última producción, Nome di donna, narra la historia de Nina, una madre soltera que entra a trabajar en una residencia para ancianos gestionada por la iglesia. Todo parece ir bien, hasta que uno de los altos responsables de la institución la convoca a una extraña reunión en su despacho. La reunión pronto se convierte en un intento de asalto sexual a la joven. Nina logra escapar de la situación, pero su vida no ha hecho más que empezar a complicarse. Tratar de denunciar los hechos le traerá nuevos problemas, incluso con sus compañeras de trabajo.
“El origen está en un recuerdo de mi infancia”, recordaba Tullio Giordana en rueda de prensa como uno de los motivos que le llevaron a dirigir este drama. “Yo estaba dando una vuelta con mi hermana mayor, tenía seis años y ella tenía quince (era muy bella mi hermana; lo es ahora). Entonces, aparecieron dos chicos con una vespa y empezaron a molestarla, a hacerle comentarios poco agradables, a tocarle el culo. Yo encontré esto horrible. ¿Por qué dos hombres pueden tratar así a una mujer? Siempre he encontrado embarazoso este modo de hacer que en Italia es muy común” Cuando le presentaron el proyecto, Tullio Giordana no dudó en aceptarlo. Una película cuyo guion fue escrito tres años antes de que estallara el movimiento #metoo. Escrito por la guionista Cristiana Mainardi, el realizador de cintras como Una historia italianareconocía la imprescindible aportación de Mainardi tras la cocina del libreto. “Se ve perfectamente que está escrito por una mujer porque se ve la ambigüedad de las reacciones femeninas ante ciertas situaciones. Un hombre no habría tenido el coraje de repartir las culpas entre las distintas mujeres. La idea de la película es que el problema de este comportamiento no está en el conflicto entre los sexos. Es un conflicto de poder. Uno lo tiene, el otro no lo tiene. Y el que no lo tiene no tiene manera de revelarse ante esto, con lo cual se trata más de una lucha de clases que de una lucha entre sexos”.
Lucha de clases o abuso de poder que queda reflejado en esta institución y sus jerarquías. Tullio Giordana no quiere cargar contra la iglesia en este caso particular, sin embargo, su influencia sigue siendo relevante en la sociedad italiana. “La iglesia católica ha tenido un gran poder en Italia, ahora tiene menos”, comentaba. “La película no quiere mostrar a la iglesia católica como responsable de estos comportamientos, problema que afecta a muchas instituciones de todo el mundo. Pero la religión católica tiene mucha presencia en el poder de algunas instituciones, sobre todo en la asistencia médica. Por eso la película escoge a este sacerdote que, antes de sacar a relucir todo lo que está sucediendo, prefiere encubrir a toda la cadena de poder”.
Para Giordana, tras las conquistas de los años sesenta, parece que se ha producido un retroceso. ¿A qué se debe esta situación?, se preguntaba. “Tras la revolución de los años sesenta, la actitud de los hombres con respecto a las mujeres estaba controlada. Pero en los últimos veinte años se ha producido un retroceso, incluso anterior a los años 30 y 40, por la crisis de la economía, por la pérdida de trabajo y el empobrecimiento de toda la población occidental. La protagonista, Nina, en otro tiempo habría cambiado de trabajo y se habría buscado otro sin un gilipollas como jefe. En lugar de eso, es muy difícil encontrar otro trabajo y las mujeres se ven obligadas a asumir el acoso. El acoso sexual ha aumentado como consecuencia de la pérdida del trabajo. Como se ve en la última imagen del film, Nina vence en tribunales, pero sale de tribunales y todo vuelve a empezar de nuevo.”
Esta situación de fragilidad emocional empuja a sus protagonistas hacia una parálisis que solo se romperá con el ejemplo de esta mujer, Nina, que al fin se atreve a asumir los riesgos. Así, poco a poco, las cosas irán cambiando. “Y es que cuando uno tiene delante a una persona valiente ese impulso es contagioso, como las enfermedades”. Basado en hechos reales, este relato le ha hecho reflexionar al director italiano sobre algunos viejos planteamientos en torno a la situación en la que se encuentran el trabajador y su famosa lucha de clases. “No entiendo la lucha de clases con el concepto del marxista y el patrón como esa figura imponente, sino como distribución desigual de la riqueza. Pienso que mientras muy poca gente disponga de una riqueza infinitamente mayor al resto de la población, seguirá existiendo esa lucha de clases. Lucha de clases que se puede entender entre países, entre continentes. Es un concepto más restrictivo, más cerca del psicoanálisis, no precisamente histórico o sociológico. Dentro de esta lucha de clases, la mujer es un elemento fundamental. Una igualdad real resolvería en gran medida el hecho de que existiera lucha femenina”.
A pesar de lo dicho, parece que hay soluciones. En Italia, tal y como muestra la película, esta situación de abusos tiene un fuerte aliado en un sistema judicial muy desarrollado, defendía el realizador. “Lo interesante es que en Italia la legislación sobre acoso es muy avanzada. Italia fue el primer país en admitir que el acoso era un delito contra la persona y no contra la moral. Desde los años sesenta, la ley italiana ya refleja todos estos conceptos. Las leyes son buenas y existen, pero el problema es que luego hay que aplicarlas, hay que respetarlas. Eso requiere un cambio de mentalidad muy profundo, las familias tienen que enseñar unas reglas, unos valores. Y cuando hablo de las familias hablo de padres y de madres. Este proceso puede ser muy largo y quizá no basten tres, cuatro o cinco generaciones para llevarlo a cabo”. G.LEÓN