Siempre es un placer hablar y entrevistar con Rosario Raro (Segorbe, Castellón, 1971). Como en ocasiones anteriores, tras la publicación de su última novela, Desaparecida en Siboney (Planeta), ha abierto un hueco en su agenda para concederme una entrevista. Rosario Raro es doctora en Filología Hispánica, posgraduada en Comunicación Empresarial y Pedagogía, además de profesora de Escritura Creativa en la Universitat Jaume I. Desde hace más de veinte años imparte cursos y talleres literarios para numerosas instituciones. Vivió durante una década en Lima, Perú. De su novela Volver a Canfranc (Planeta), se han publicado siete ediciones y ha sido finalista de los premios de la crítica valenciana. Con su segunda novela, La huella de una carta (Planeta) consiguió de nuevo el respaldo de crítica y público. GINÉS J. VERA
El primer flechazo entre esta novela y tú es en una casona de Cantabria. Coméntanos ese inicio antes de sentarte a escribir unido a que también sale a relucir en tu novela el norte de España porque en su contexto histórico aquellos baños de ola en Santander eran lo más para la burguesía de la época.
Descubrí a quien llamé en mi novela Mauricio Sargal en El Capricho (por eso su casa se llama El Prodigio). Su nombre real fue Máximo Díaz de Quijano, comencé a tirar del hilo seducida por la mirada que sostenía en un retrato de la que fue su casa durante un periodo demasiado breve… y así llegué al otro extremo de esta historia real, a la relación entre dos cuñados a un lado y a otro del océano. También hay un momento en el que Delia, uno de los personajes que más éxito ha tenido por las continuas confusiones de lenguaje en las que incurre, dice a propósito de su hija: «¡Con la ilusión que le hace a Carola el Cantábrico!».
En la fase de documentación para Desaparecida en Siboney al parecer descubriste cosas increíbles acerca de fortunas actuales con pasados algo turbios. Pruebas que se han salvado y otras que fueron borradas aunque hubo personas que alzaron su voz para terminar con el «comercio triangular». Nos comentas un poco al respecto.
Una guerra es la coartada perfecta para la quema de archivos. En muchos casos parece que en este país algunos ardieron por “combustión espontánea”. Sí, se han borrado muchas pruebas: registros de carga de los barcos negreros porque los descendientes de las familias que se dedicaron a la trata de esclavos se avergüenzan de ello. Al menos esto ya los distingue de sus antecesores. En mi novela hay un telegrama de Alfonso XII que contiene las claves de desvelamiento sobre la verdadera identidad de los protagonistas. Muchos políticos y empresarios actuales descienden de familias que se dedicaron al tráfico de seres humanos. Creo que es algo que debe llevarnos a una profunda reflexión, a pensar en manos de quiénes estamos.
Vayamos con los personajes femeninos de tu novela, surge pronto la fortaleza de Romi en busca de su madre, de Dulce Sargal, casi como motor emocional de la novela; también observamos la antipatía de Delia y Carola con Manón. La propia Romi llega a pensar que si hubiese nacido varón la actitud de su padre hacia ella sería otra. Háblanos de estos personajes de marcada personalidad moviéndose entre intereses y conflictos componiendo la parte más intensa de la novela.
La vida de las mujeres en esa época se movía entre la explotación, en el caso de la clase baja, y el enclaustramiento, en la clase alta. Manón es arrojada a la calle por los parientes del que iba a ser su marido, le dicen que Celso prefirió morirse antes que casarse con ella, Mauricio la compra para devolverle la libertad, de esta forma no se la llevan a América contra su voluntad para prostituirla. No solo se traficaba con la población negra. Deva también es una mujer marcada, incluso físicamente porque tiene una cicatriz en la mejilla. De ella, un militar en un baile, dice que es una mujer de saldo. Los abusos en las fábricas y en otros lugares de trabajo estaban a la orden del día y el caso extremo eran las esclavas, como ni siquiera eran consideradas personas hasta muy avanzado el siglo XIX no había ninguna responsabilidad para nadie en el caso de que desaparecieran. Me interesaba también que Dulce Sargal fuera un personaje ausente, al menos cuando comienza la novela. Que todo lo que sepamos de ella sea a través de cómo la veían los demás personajes y que su retrato se configure con las impresiones positivas de unos y negativas de otros, como su marido.
Toca hablar del gran tema de la novela: la lucha por la libertad, el del grito abolicionista y la vergonzosa herencia amasada por algunas fortunas a base de sangre y esclavitud. Mauricio se prometió a sí mismo que siempre estaría del lado de los que sufrían tras ver una escena terrible de una persona enjaulada al sol. ¿Nos comentas con tus palabras este revulsivo atravesando la novela? Incluyes al final del libro una Cronología encabezada por el año 1837, año en la que se abolió ‘parcialmente’ la esclavitud en nuestro país.
Como tú dices en esa fecha solo se abolió parcialmente porque hasta 1880 (hace cuatro días en el caso de España) se mantuvo en los territorios (que no colonias) de ultramar. Y lo digo así porque Cuba era una provincia española, la más rica en aquellos momentos, debido sobre todo a los enormes beneficios que producía la mano de obra esclava. El movimiento abolicionista comenzó a tomar fuerza en estos años que yo relato, antes había sido silenciado de una u otra manera, cada vez que había brotado con cierta fuerza.
Me gustaría recordar a Isidoro de Antillón, de aquí cerca, de Santa Eulalia, en Teruel, quien además de doctor en derecho, geógrafo, e historiador fue político. Este hombre fue diputado en las cortes de Cádiz por el partido liberal. Parece que al salir un día de allí le dieron una paliza por decir algo similar a que la esclavitud era un atropello, una muestra de barbarie impropia de sociedades ilustradas. Murió en 1814 y no se le dejó descansar ni muerto porque sus restos se profanaron y se quemaron en una hoguera. Todo por defender la libertad de quienes también consideraba seres humanos.
En la parte de no ficción del libro recojo un dato del Slavery Index de la Walk Free Foundation en él aparece una cifra escalofriante respecto a la esclavitud: en la actualidad hay más de 40 millones de esclavos en el mundo. Por tanto, no podemos pensar que este es un tema del pasado sino muy presente y que refleja que el hombre no es un lobo para el hombre sino algo bastante peor.