Un cuento infantil: mi perro

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Mi perro no es un perro como los demás. Es un perro bajito, tiene el cuerpo muy pequeño y rechonchete, las patas cortas, una cabeza grande y una lengua tan larga que no le cabe en la boca. Mi perro no se parece a ningún perro que yo conozca y, si me preguntas, no sé de qué raza es. Mi perro tiene una mirada muy extraña, con esos ojos tan grandes que no sabes nunca a dónde están mirando. Mi madre dice que yo exagero, que no tiene los ojos tan grandes, pero no es verdad. Tiene unos ojos muy grandes y, si no, mirad el dibujo que le he hecho.

Mi perro es bastante perezoso. Le gusta estar tumbado todo el día, sin hacer nada. Nunca te obedece. Ni cuando lo llamas para comer. Yo he intentado enseñarle algunas cosas. A veces, cojo una salchicha y se la enseño así, con el brazo en alto. Entonces, le digo: ¡salta! Pero él no hace nada y me mira con esos ojos tan grandes que tiene, como si yo me hubiera vuelto loca. No es que mi perro no me entienda. Sí que me entiende. Es que no quiere saltar. Y ya está. Es un perro muy listo.

Lo que más le gusta a mi perro es salir a la calle. Entonces sí que se pone muy contento. Le gusta ir, sobre todo, al parque que hay cerca de mi casa. Allí se encuentra con otros perros. Él quiere jugar con ellos, pero como es muy pequeño y tiene las patas muy cortas y la cabeza tan grande, no puede perseguirlos y, muchas veces, los otros lo dejan atrás. Pero a mi perro eso no le importa. Él se da la vuelta y se pone a jugar con los insectos, con alguna mariposa o con las plantas que se encuentra en el parque. Cuando se cansa, se tumba en el suelo y se queda panza arriba, con sus cuatro patas hacia el cielo. Entonces, yo me acerco y le rasco la barriga que es una cosa que le gusta mucho. ¿Ya he dicho que es un perro muy listo?

Mi hermano dice que es un perro muy aburrido, pero yo le digo que eso no es verdad. ¡Pero, si nunca hace nada!, protesta mi hermano. Y yo le contesto que sí que hace muchas cosas, lo que pasa que él no lo mira bien. A veces, cuando cree que nadie lo vigila, mi perro se sube a los sillones del comedor de mi casa y se pone a mordisquearlos hasta que hace un agujero. Esto también lo pone muy contento. Luego, mi madre lo riñe, y le dice, ¡eso está mal!, pero yo creo que mamá se pone demasiado nerviosa con eso. Total, ¡es solo un agujero! Pero cuando más me gusta mi perro es cuando se queda dormido. Entonces, hace esos ruiditos que a mí me gustan tanto, como si, en vez de un perro, fuera un sapo gigante: Grrrrruaaa, Grrrrrruuuaaa. Y luego parece que se ríe y se gira hacia un lado y, luego, al otro, y se lame el hocico con la lengua. Yo creo que mi perro a veces sueña cosas. A lo mejor sueña con un pastel. O con un gran plato de lentejas, que también le gustan mucho (¡a mí no, ¡puaj!). O a lo mejor, sueña con otros perros con los que va a una fiesta de cumpleaños. ¡Lo ves cómo sí que hace cosas!, le digo a mi hermano. Y mi hermano se ríe y me dice: ¡bah, estás más loca que tu perro! Yo no le hago caso. Mi hermano no es tan listo como mi perro. Yo sé que eso solo lo dice para fastidiarme.

Puede que mi perro no sea el mejor perro del mundo. No lo sé. No es el más bonito, eso seguro. En realidad, es un perro muy feo. Tiene el cuerpo pequeño y rechonchete, las patas muy cortas, una cabeza muy grande y una lengua tan larga que no le cabe en la boca. Y, además, es un perro muy perezoso. Eso ya lo sé. Pero es mi perro. Y yo lo quiero. GERARDO LEÓN

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