HASTA EL DOMINGO 9/1
F. BANCAJA. Pl. Tetuán, 23
Otra vez Sorolla en la Fundación Bancaja. ¡Pero no resoplen! La excusa para volver a traerlo parece justificada. El Sorolla que nos presentan no viene rodeado de luz y color, está centrado en la línea de sus dibujos, a veces preparatorios para grandes obras, otras puro entretenimiento, recuerdos de escenas familiares o un fin en si mismo. Los bocetos son la muestra palmaria de que la frescura de los cuadros de Sorolla no nace únicamente de la espontaneidad, del puro genio, sino del estudio y una preparación concienzuda. Un buen ejemplo es un dibujo a carboncillo (nunca antes expuesto) que avanzaba un cuadro que nunca llegó a realizarse, Dibujo para un retrato cinegético de Alfonso XIII, con el monarca de cacería por el campo. Las circunstancias especiales del encargo, unidas al hecho de que Sorolla fuera partidario de pintar rápido los retratos para que el modelo no llegara a cansarse, hacían imprescindibles los dibujos preparatorios que se exponen en la muestra Sorolla. Dibujante sin descanso. Descubre la faceta más íntima del pintor valenciano en escenas familiares cotidianas en las que su mujer Clotilde y sus hijos aparecen cosiendo, estudiando o jugando; pero también la vertiente más libre y experimental, artísticamente hablando, en dibujos de cafés parisinos y guaches de Nueva York con perspectivas muy osadas y encuadres atrevidos. “En medio del ruido mundano —dijo Sorolla— se debe encontrar el arte”, y él lo hizo siempre que pudo con sus cuadernillos a cuestas, dispuesto a dar rienda suelta a su natural impulso de dibujar en cualquier momento. Puede que Sorolla esté siendo sobreexplotado, pero como solo se haría con un auténtico maestro del color… y, sí, también de la línea. AU