VAT. Guillem de Castro, 118
¿Se puede ser feroz e inconformista en el arte usando peluches como herramienta? Se puede. Annette Messager lleva muchos años practicando un feminismo militante con objetos y materiales cotidianos poco valorados como peluches, guantes, almohadones, lanas, telas o cuerdas, lo que quizá explique que haga veinte años que ningún museo o galería muestra su obra en nuestro país. Es una obra que bebe del surrealismo, el art brut, la cultura popular y el mundo infantil, que no se lee fácilmente, que navega entre lo poético y lo político, y juega a la ambigüedad.
Muchas piezas son de carácter sexual, pero pueden tener otras muchas lecturas. Con un saco de dormir rojo recrea el sexo de una mujer (Sleeping deepred), denuncia lo mal que conocemos el interior de nuestro cuerpo empapelando una capillita con úteros –que a ella le evocan ramos de rosas venenosas–, siguiendo las acciones del colectivo Femen dibuja pechos desnudos de mujeres con inscripciones a modo de tatuajes (a veces con sangre menstrual) donde denuncia el sexismo, el racismo y la homofobia de la sociedad, o reivindica con un metro entrelazado el trabajo de las costureras que en Francia son llamadas petites mains(pequeñas manos), apelativo que denota un claro desprecio hacia estas mujeres. Siempre ha sido así, ya se sabe, un “hombre público” es un ser importante, pero una “mujer pública” refiere a una prostituta.
La instalación más espectacular es Motion-Emotiondonde objetos colgados del techo (pelucas, intestinos de peluche, un gorila…) coreografían una danza grotesca al son de los ventiladores para hacer referencia a la fragilidad del ser humano y la más enigmática, Sous-vent(sotavento o “a menudo”), consiste en un velo de seda negra agitado por soplos de aire que esconde vísceras, dados, formas fetales, fragmentos de cuerpo, animales de peluche y joyas en un particular mundo submarino. Otra gran obra, Les interdictions(Las prohibiciones, 2014), nos recuerda que somos una sociedad que le tiene miedo a todo, por eso lo prohíbe todo: mascar chicle, el deporte, music, conducir (si eres mujer), sexo en el spa… En mayo del 68 el lema fue “prohibido prohibir”, pero hoy tenemos más miedo y somos menos libres que hace veinte años, reflexiona Messager, que a sus 75 combativos años está convencida de que vamos a peor, ya está prohibido envejecer y de aquí unos años lo estará hasta morirse. S.M.