FUNDACIÓN BANCAJA. Pl. Tetuán, 23
El compromiso político de Jorge Ballester fue tan profundo que relegó la estética a un segundo plano. La ética por encima de todo, también en el arte. Ballester formó el Equipo Realidad junto a Joan Cardells en la última década del franquismo, militando en un inquebrantable espíritu crítico con la realidad social. Tocaron el pop art más inocuo (Superman le lleva detergente Puf a la Virgen María en un pórtico parecido al de Fra Angélico en La Anunciación) y se atrevieron con los readymades (aunque Ballester tenía una relación complicada con Duchamp), pero también manipularon imágenes de la Guerra Civil para alzar la voz contra la dictadura. ¡En pleno Régimen! Además, podemos ver en esta primera exposición del artista tras su muerte trabajos sobre los años de plomo de nuestra truculenta Transición, con ETA y los Grapo en plena ebullición, cuadros cubistas y retratos prospectivos de figuras como Piccabia y Marat. Paradójicamente, con la muerte del dictador, el mundo del arte se volvió insufrible para Ballester, que se autodenominaba “hartista”, por lo harto que estaba del mercadeo del arte y la falta de compromiso que trajo consigo la democracia. Se cumplió aquel “contra Franco vivíamos mejor” que Manuel Vázquez Montalbán enunció en su día y Ballester decidió recluirse en su estudio con sus ideas y obsesiones, sin dejar nunca de trabajar. S.M.