CENTRE DEL CARME. Museu, 2
Humanoides, cuadrúpedos y personajes híbridos suspendidos en el espacio se mueven constantemente. Otros seres, de plástico, inflables, se posan en el suelo. Parece que respiran. Vemos huevos y peces con piernas, frutos con tentáculos, perros de dos cabezas, jirafas mutantes. La estampa nos recuerda a una inigualable y misteriosa pintura, ese Jardín de las delicias de un Bosco que condenaba los pecados de la carne. La artista Olga Diego da vida al centenar de figuras que conforman una inmensa instalación que ya no condena la libertad sexual: el gran problema actual es la falta respeto al medio ambiente por parte de una sociedad consumista y capitalista, cuyo mayor pecado es el derroche del plástico. GLORIA POZUELO