VAT. Guillem de Castro, 118
Y llegó el colofón. La celebración de los treinta años del IVAM da paso a los fuegos artificiales de la mano de un artista de las vanguardias de renombre internacional, capaz de renovar un movimiento tan potente como el cubismo y de preconizar el futurismo, Fernand Léger. Muy comprometido políticamente y gran defensor de la función social del arte, siempre mantuvo una actitud optimista hacia esas máquinas que invadían nuestro mundo, haciéndolo más inasible, y a nosotros más inseguros. In fact, el francés llegó a desarrollar la idea del cuerpo como una máquina utilizando formas tubulares, abstractas pero muy reconocibles. Esto fue tras abandonar el impresionismo impactado por la obra de Paul Cézanne y sumergirse en el lenguaje de la vanguardia. Son años en los que la vida se vuelve más urbana y la ciudad, con sus coches y sus anuncios de neón, está cruzada por la velocidad y el ritmo, dos características que quedarán plasmadas en el arte de principios del siglo XX. Para entender la evolución del arte de Léger nos vamos a fijar en cuatro obras clave del recorrido que propone el IVAM. El film premeditadamente antinarrativo Ballet Mecanique (1924) —creado en colaboración con Man Ray—, que combina futurismo, abstracción y surrealismo dentro de un juego mecánico de casi veinte minutos; Nature morte à la chope de bière (1921), la ejemplificación de como Léger quiso hacer accesible el arte moderno buscando la belleza de los objetos sencillos y de uso cotidiano; el gran mural Joies essentielles, plaisirs nouveaux, hecho para la Exposición Internacional de Arte y Tecnología de París de 1937 —organizada por su amigo LeCorbusier, la misma en la que se presentó por primera vez el Guernica de Picasso, en plena guerra civil española— donde quiso celebrar los placeres de la vida rural y transmitir que a partir de lo colectivo y lo humano se puede crear esperanza; y Étude pour “Les Constructeurs” (1950), que muestra a albañiles trabajando juntos para crear un mundo nuevo. Entre tanto: circus, musicians, ciclistas y más bodegones pueblan la obra de un artista de fuertes convicciones comunistas que creyó en la capacidad transformadora del arte y de la comunidad. S.M.