MUSEO DE BB.AA. San Pius V, 9
El Museo de Bellas Artes ha renovado una pequeña sala de su colección permanente dedicada al barroco español, preámbulo de las cuatro siguientes centradas en el ámbito valenciano. En este pequeño espacio conviven ocho lienzos religiosos con dos retratos. En el siglo XVII, la producción artística de la monarquía española se abrazaba a un catolicismo reformado que ponía la imagen religiosa en el centro de la liturgia y del sistema de creencias, y lo hizo a caballo de los modelos italiano (naturalista y tenebrista) y flamenco (luminoso y dinámico). En esta línea encontramos dos obras de Miguel March, San Pablo ermitaño y San Onofre, que copian dos composiciones de José de Ribera, “lo spagnoletto”, nacido en Xàtiva pero que desarrolló toda su carrera en la órbita napolitana. La copia en aquellos tiempos no tenía la mala prensa de hoy día, en su caso, March demostraba estar al tanto de las corrientes más punteras que se desarrollaban fuera de nuestras fronteras. La habilidad para copiar fielmente una pintura era prueba de talento y motivo de orgullo. Otro ejemplo de pintura religiosa es la Inmaculada Concepción de Antonio Palomino, artista cordobés que estuvo en València unos cuantos años pintando frescos, entre otros sitios, en la Basílica de la Virgen de los Desamparados. La exposición presenta también retratos profanos en los que conviven dos tendencias de la retratística del momento, la sobria caravallesca y la colorida popularizada por Rubens. Uno de ellos es Retrato de niña, donde Juan Conchillos Falcó pinta a una niña de tres años vestida de adulta con ricas telas y brocados que demuestran su estatus y un broche en el que aparece Cupido remarcando el destino de cualquier mujer aristócrata de la época, el matrimonio. AU