“Tuve muchas dificultades para situar temporalmente la trama”

Me concede una entrevista esta semana el escritor y dramaturgo Javier Ramos (Castellón de la Plana, 1974). Ha estrenado las obras teatrales Taxímetros (2005), Guión (Premio Eduard Escalante de Teatro 2003), Construyendo a Verónica (VV.AA., 2006, Nominada Premios Max 2007 a Mejor Espectáculo) y Otra Sangre (2007). Entre otros, ha obtenido el Premi Internacional Cinc Segles de Relats en 1999, o el Premio Ciudad de Valencia de Teatro en 2003. Autor de la novela El retraso de los mares y Premio de Novela Vicente Blasco Ibáñez (1999), le preguntamos por El señor Gro y la hija de la viuda Stern (Editorial Verbum), galardonada recientemente con el IV Premio Internacional de Narrativa Novelas Ejemplares. GINES J. VERA.

¿De dónde surgió la idea de El señor Gro y la hija de la viuda Stern?
Hace diez años, sentí como que la vida o cuanto me rodeaba me “invitaba” a coger mis trastos e irme y no volver hasta que hubiera zanjado ciertos asuntos, ciertas dificultades conmigo mismo. Lo plasmé en esa fábula, esa metáfora de la travesía. Entendí que debía perderme, escucharme, olvidarme, perdonarme, entenderme de otra manera, morir un poco, para poder volver. Eso es lo que les pasa a los personajes. Es tan duro que sólo podía expresarlo poéticamente.

Una particularidad que quizá pueda sorprender a primera vista a los lectores sea la extensión de esta novela, tal vez acostumbrados a narraciones más largas.
El lector aprecia cada vez más los polvos de una noche; le gusta la larga convivencia con lecturas de largo aliento, pero también estos flirts. No tienen por qué no ser menos intensos, pero es cierto que una extensión cómoda, una noción de breve paréntesis, de dosis asequible, todos la agradecemos. Hubo una intensa tradición de novela corta, de “nouvelle”: exceder la extensión habitual del cuento, pero no abrumar al lector con una relación larga.

Entre los temas que creo se perfilan entre las páginas de su novela he querido ver el de la memoria, el recuerdo, la expiación y, quizá, una alegoría sobre la condición humana.
Hoy en día visitamos poco esos campos semánticos en nuestro día a día. La gente estamos en este resort-con-todo-incluido de la plenitud material y líquida. No le hables a nadie de expiación, redención, trayecto, camino, renacer, dolor, perdón. Tuve muchas dificultades para situar temporalmente la trama. Sin embargo, es lo que hay, es lo importante. Quise ser valiente y nadar en ese campo semántico. Creo que la trama me es muy íntima y que es el esfuerzo del estilo y la fabulación lo que la acerca a una universalidad y, en ese sentido, sí, he querido compartir esa noción mía de nuestra sorprendente condición.

El paisaje como estado de ánimo, casi como un personaje más: ese mar, ese cielo, ese pueblo de pescadores, ¿no es así?
Cuanto nos rodea me abruma, me parecen magnitudes que acosan nuestra insignificancia individual y a las que hay que referirse con reverencia y con toda nuestra vulnerabilidad. Así pues, sí, al mar, al cielo, a los bloques monolíticos de la sociedad, al rumor comunal, al viento y a la noche, se les habla con esa desprotección, con la honestidad de un estado de ánimo expuesto, reverencial, temeroso.

¿Qué implica para la novela El señor Gro y la hija de la viuda Stern el que haya sido galardonada con el IV Premio Internacional de Narrativa Novelas Ejemplares?
He sentido como que por fin había ligado, después de muchas calabazas 😉 He acabado decidiéndome por certámenes (son un buen feedback para la labor de la escritura) con un jurado académico; me llega un aprecio fundamentado, me siento comprendido, me siento que se me da la razón en esto, que se acepta mi particularidad, mi obsesión, desde el canon, desde la élite lectora.

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