“Seguimos priorizando las relaciones humanas a las comerciales”

Cumple diez años el festival que plantó una barricada de cultura frente a las excavadoras que en su día quisieron amputar un trozo del barrio marinero de València. El Cabanyal Íntim invitó a los valencianos a entrar en las casas de barrio para disfrutar en su interior de pequeñas obras de teatro con el objetivo de poner en valor la zona en peligro de derribo. Ha pasado una década en la que el festival no ha dejado de crecer en calidad y aspiraciones, por él han pasado dramaturgos y compañías de la talla de Carla Chillida, Patricia Pardo, La Teta Calva, Perros Daneses y Bambalina, y ha llegado incluso a los premios MAX con obras como La capilla de los niños o Síndrhomo. Demostrando que es mucho más que un escaparate para la exhibición de piezas, es cantera de buen teatro valenciano. Hemos hablado con su directora, Isabel Caballero, una valenciana del barrio de Ayora que, pese a vivir al otro lado de Serrería, desde muy joven ha sido una asidua al mercadillo de los jueves del Cabanyal, barrio de adopción del que se declara una auténtica enamorada.

¿Cómo se gestó el Cabanyal Íntim?
Cabanyal Íntim nació en el año 2011, en medio del desierto cultural que estábamos viviendo. En aquel momento no había casi nada en esta ciudad, nos llegaban muy pocas propuestas culturales de fuera y solo se invertía en proyectos faraónicos. Aquel año pasaron muchas cosas bonitas y especiales, había mucha energía humana con ganas de cambiar las cosas, con ganas de crear, de darle la vuelta a la situación, había como magia en el ambiente. Por una parte, existía una necesidad de ofertas culturales en la ciudad, y por otra, había una gran frustración por la falta de ellas, y esto hizo que explotaran proyectos como el nuestro o como Russafa Escènica, que también nació ese mismo año. Estábamos en aquel momento preparando nuestro espectáculo Peccata minuta en una casa del Cabanyal con nuestra compañía Francachela Teatro, y de repente, una noche después de ensayar tomando un gin tonic con Jacobo Julio surgió la idea de proponerles a los vecinos dar un paso más a su proyecto de Cabanyal Portes Obertes y llevar artes escénicas al interior de las casas del barrio. Recuerdo comentárselo a Maite del Teatro la Estrella en una manifestación (de las muchas que hubo aquel año) y le pareció una idea estupenda. Así que nos pusimos manos a la obra.  

El festival nació con un afán claramente reivindicativo, el de revalorizar un barrio degradado sobre el que pendía la amenaza de derribo. Diez años después se han invertido los procesos y ahora corre riesgo de gentrificación. La habéis sufrido vosotros mismos con la venta de una de vuestras sedes, La Col·lectiva, a un fondo de inversión israelí. ¿Cómo vives esa paradoja? ¿Cómo ves el barrio hoy?
Me da pena,  porque parece que el barrio, por un lado u otro, corre el peligro de perder parte de su identidad y eso es lo que nunca debería suceder. Claramente es un caramelito para el posible inversor, pues es un barrio muy especial, con el mar, la playa, la luz… y muchos turistas buscan eso. Y ya se sabe: un turista más es un vecino menos y no podemos consentir que el barrio se llene de turistas y de apartamentos. Es imparable el cambio y la subida de precios, el hecho de que muchos propietarios ahora vengan de fuera con poder adquisitivo alto para comprar una casa en ruinas por un montón de dinero y luego gastarse lo mismo o incluso más en restaurarla. Tenemos que defender el barrio con uñas y dientes, intentar que existan espacios auténticos vinculados con la gente que vive en el barrio, alquileres accesibles y no dejar que se convierta en otro Russafa o en lago peor. Los precios han subido muchísimo, en cada esquina surgen bares como setas, de repente es un barrio de moda y eso a mí no me gusta porque el desenlace es que al final existe un desplazamiento y las personas con menos poder adquisitivo tienen que terminar abandonando el barrio. Proyectos como el nuestro tienen que seguir existiendo porque están arraigados al barrio y a la gente que lo habita.

Es incuestionable que hay que buscar la profesionalización, el aumento de presupuesto y las mejores de las condiciones laborales, pero ¿te preocupa perder un poco esa esencia punk que hacía al festival tan especial?
Claro, pero las cosas cambian y nos hacemos mayores. Aquellas fiestas de inauguración que hicimos antaño en el Escorxador, tan locas y divertidas, no volverán, pero permanecerán en nuestra memoria para siempre. Todo cambia, el tiempo nunca se detiene y hace que mirar hacia atrás nos haga añorar aquello que fue y ya no es, y tengo recuerdos tan hermosos de estos diez años de festival que guardaré siempre en mi cajita de recuerdos… Este año que hemos estado revisando videos de ediciones anteriores me han hecho sentir tanta añoranza por lo perdido: aquellas fiestas, aquel Escorxador, aquellas casas que ya casi no quedan sin reformar, auténticas… Pero en estos años de trayectoria hemos aprendido mucho y hemos intentado que las condiciones mejoren. Hemos procurado dignificar nuestro trabajo en la medida de lo posible y también hemos apoyado nuevas creaciones de compañías emergentes y otras más consolidadas, con ganas de vivir una experiencia diferente o de probar ideas arriesgadas. Intentaremos que el festival no pierda su esencia a pesar de los cambios evidentes, a pesar de que el barrio ya no es el mismo que fue hace diez años, pero seguimos priorizando las relaciones humanas a las comerciales, la convivencia, el hecho de que un vecino abra las puertas de su casa a una compañía de teatro y viva esa experiencia de cerca sin intercambio económico.

¿Recibís apoyo institucional? ¿Estás contenta con el respaldo de la Administración? ¿Te parece suficiente? 
El apoyo institucional ha ido creciendo desde el 2015, sobre todo con el cambio de gobierno. Hemos tenido, desde entonces, el apoyo del Teatre El Musical, que ha sido fundamental, porque el TEM es el teatro del barrio y desde que la gestión es municipal está muy vinculado con el festival. Eso me alegra mucho. Agradecemos  el apoyo institucional, pero se queda corto ya que para el trabajo que cuesta levantar un proyecto como este es insuficiente.

¿Cómo de frustrante y cansado es preparar un festival en tiempos pandémicos?
Es agotador. Trabajas el triple y todo luce mucho menos. Pero yo sentí que había que hacerlo, que no podíamos tirar la toalla ahora. Ahora más que nunca necesitamos proyectos como Cabanyal Íntim, que llenen de luz la oscuridad que nos rodea, que nos dé esperanzas para que todo esto termine pronto. A mí ir al teatro y rodearme de cultura ha sido lo que me ha salvado en este año de pandemia, nos hemos dado cuenta de lo necesaria que es la cultura y el arte y que es nuestra vacuna. Por eso es tan necesario seguir y que proyectos como el nuestro sigan teniendo presencia en el calendario cultural de la ciudad. Lo más bonito ha sido ver cuánta gente me ha dado las gracias personalmente por seguir ahí, por celebrar el festival este año. Frases como: “¡Qué alegría me das de que este año siga Cabanyal Íntim porque lo necesitamos!” Sentimos que el esfuerzo merece la pena. Porque es un gran esfuerzo. Hay que tener planes A, B, C y hasta D, y no saber si en el último momento todo se va a ir al traste. Pero mejor no pensar en eso y seguir adelante con ilusión y, la verdad, ilusión no nos falta. La repuesta de algunos locales del barrio has sido estupenda ya que, pese al difícil momento que vivimos, nos han contactado para decirnos que quieren seguir apoyando el festival y que en los momentos duros es cuando hay que estar. Eso es muy bonito. El festival es un festival de barrio, que invierte en las relaciones sociales y en cuidar lo pequeño, porque son las pequeñas cosas de la vida la que nos hacen felices.

Supongo que cumplir diez ediciones os ha hecho mirar atrás, de ahí el lema de este año, “El Temps”. Cuéntanos lo mejor y lo peor de esta década al frente del festival.
Lo mejor, los momentos compartidos de celebración, de fiesta, de barrio, de teatro, de luz… las paellas de germanor, las propuestas locas y originales que hemos vivido. Seguir las creaciones de las compañías, elegirlas desde el papel y ver cómo crecen y se hacen realidad, y se implantan en las casas y los espacios, y luego llega el público y las disfruta y las aplaude, y hasta las llora porque les emocionan. Ver las creaciones que han nacido en el festival y luego han crecido y han llegado lejos. Es precioso y me da mucha alegría. Una cosa muy bonita es cuando vamos a elegir las casas con las compañías. Y los ensayos generales, cuando todavía el trabajo está en proceso. Ver las relaciones que se han creado entre actores y artistas y propietarios de casas, verlos disfrutar de la experiencia. Ver el barrio ponerse bonito y algunas casas pintadas y arregladas.
Lo peor, los vecinos que ya no están, los espacios con los que ya no podemos contar porque, o se han vendido o reformado, y han perdido parte de su encanto. Y pensar que la parte social, la de celebración y fiesta, este año no va a poder ser. Nosotros siempre organizamos comidas con todo el equipo, con los voluntarios que participan en cada edición, que muchos de ellos repiten año tras año, pero este año va a ser duro tener que prescindir de esa parte.

¿Por dónde van los tiros este año, ¿qué espacios vais a ocupar?
Estoy contenta porque hemos conseguido adaptarnos a las condiciones que impone este momento y creo que tenemos preparado un festival emocionante. Hemos contactado con espacios diferentes que no son viviendas, pero que prometen, como la Asociación de Vecinos Cabanyal- Canyamelar, que nos cede su sede; el taller de madera y rótulos luminosos Woody Loop; vamos a inaugurar L’Escorxador, que acaba de ser restaurado, con dos piezas de teatro; volvemos a usar L’Escola del Cabanyal (primer piso del restaurante Mar d’Amura), uno de los pocos espacios todavía sin reformar que fue una antigua escuela y que es muy especial, y también un estudio de yoga .

Cuéntanos qué obras se van a exhibir en esta décima edición, ¿qué actores / compañías / dramaturgos participan?
Me ilusiona que artistas que ya participaron en otras ediciones vuelvan a celebrar con nosotras nuestro aniversario, como es el caso de La Teta Calva, que estrena una pieza, o Jimena Cavalletti, que ha desatado las risas más sinceras en otras ediciones. Recuperamos Mamá natura, un espectáculo para bebés que se presentó en la primera edición y que sigue en activo, de Inés Cárdenas; el trabajo de Linda Vitolo y Anna Estellés sobre la soledad en las personas mayores, y que también repiten; Mª José Peris con otra prepuesta de memoria histórica, y un concierto de Luna y Panorama de los Insectos, que también estuvieron en nuestra primera edición, y ahora actuarán en la iglesia desacralizada de San Miguel de los Reyes. Me hace especial ilusión porque, aunque el edificio está fuera del Cabanyal, antes conectaba con el barrio a través de la huerta y ahora tiene muy fácil acceso por la ronda norte, es un espacio increíble. Como colofón final me he permitido llamar a tres mujeres artistas que participaron en otras ediciones o que tienen una vinculación especial con el barrio y les he pedido que preparen una pieza de diez minutos a modo de homenaje. Será una clausura emotiva y diferente Zona Santiago, un nuevo espacio circular e innovador, al aire libre, en un descampado al lado del colegio Santiago Apóstol.

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