Un virus llamado Stalin ha infectado el programa Psychobook propiedad del gobierno de los Estados Unidos. Para impedirlo, la CIA recurrirá a dos de sus agentes, Palmer y Gagano, que tendrán que introducirse virtualmente en el programa y salvar la situación. En una de las escaramuzas, Gagano, interpretado por el actor etíope Daniel Tadesee, sufre un coma cerebral. Sin embargo, su conciencia ha sobrevivido dentro del programa. Allí tendrá que enfrentarse al propio Stalin, a un líder político africano que va de aquí para allá disfrazado del Batman de la serie de los 60, y conocerá, ni más ni menos, que al mismísimo Jesucristo, en esta ocasión un chico con aspecto de hippie que trafica con una gelatina de color verde. Todos estos elementos, mezclados con cierta tecnología ochentera, da como resultado Jesus shows you the way to the highway, un cóctel bizarro que, con memorable sentido del humor, nos remite a las cintas de espías y conspiraciones, las novelas de Tom Clancy o una extraña parodia de James Bond.
Todo en esta película se nos presenta de forma desbaratada y casual, pero tiene más sentido de lo que parece. Este es el mundo de Miguel Llansó, director madrileño, hoy afincado en Estonia, que ya llamara poderosamente la atención con su primer largometraje, Crumbs, otra parodia futurista en la que elementos de la cultura popular de los ochenta se mezclaban con los paisajes africanos. Una experiencia que a más de uno le produjo un auténtico cortocircuito en cuanto empezó a circular por festivales. Con su segundo trabajo, de título tan pintoresco como radicalmente sugerente, Llansó va un poco más allá. Hablábamos con él para qué nos de algunas claves de esta producción que se proyectará en Valencia este martes 8/12 a las 18h. dentro de las sesiones especiales de la 35ª edición del festival Cinema Jove.
Lo primero que piensa uno cuando ve una película como esta (también me sucedió cuando vi tu primer film, Crumbs), es, ¿a qué extraña mente se le ha ocurrido toda esta locura? Así que, antes que nada, me gustaría que te presentaras como director o, mejor dicho, que nos explicaras qué hay de ti o cómo te proyectas en este tipo de películas que haces.
Pues es difícil describirse, pero me gustan las películas de aventuras y creo que esa es la razón por la que me fui a vivir a Etiopía en el año 2008, siguiendo el cine que me gustaba, como las películas de Werner Herzog o las de Jean Rouch, que también vivó en África muchos años. También quería escapar de la visión que tenía de África solo como un continente de pobreza y enfermedades. A mí siempre me ha movido ese espíritu aventurero de vivir las cosas con un poco más de profundidad, así que fui a Etiopía, conseguí una beca cultural en la embajada de España y allí, además de descubrir el verdadero país, con todos sus paisajes alucinantes y la cultura, la música y el valor de cada región, encontré dos cosas que me llamaron mucho la atención. Una, todos esos paisajes que te llevaban al Paleolítico o a la Edad Media. Y luego el proceso de la globalización, con toda la mierda y la basura que produce, todos los objetos chinos, coladores, zapatillas de plástico (risas)… Toda esa mierda parecía que había tomado forma allí. Entonces, empecé a pensar, más que en una serie de historias sobre África, en una serie de historias, en términos de ciencia ficción, sobre el impacto de la globalización en el mundo. Y empecé a encontrar que había muchas cosas entre España y Etiopía que se parecían. Por ejemplo, todo este tipo de objetos pop, pero también ciertas dinámicas del poder, no solo los políticos, también la manera de actuar de la mafia mundial, la manera en la que la gente famosa de hoy se convierte en caricaturas de sí mismos… Todas esas cosas estaban amplificadas en Etiopía, lo que me permitía reflexionar sobre ellas.
Entiendo, entonces, que ese tono surrealista que tienen tus películas tiene que ver con el absurdo que supone esa mezcla como orden del mundo. Ahora que lo estabas contando, me estaba diciendo: claro, así la cosa empieza a encajar…
Claro. Realmente todas las teorías de la conspiración son muy surrealistas. Hace poco leí que el presidente de Nigeria estaba tratando de convencer a sus conciudadanos de que ¡no era un clon! (risas) Eso está en el periódico The Guardian. Desde la Unión Europea llamó a la población de Nigeria para convencerles de que no era un clon, que era él mismo. Hoy estaba leyendo que en Namibia ha ganado las elecciones locales ¡Adolf Hitler! Hay un tío que ese llama Adolf Hitler. No es El Adolf Hitler, claro. El caso es que, de facto, vivimos en este mundo de la globalización que crea aberraciones muy surrealistas. Solo tienes que echar un vistazo a Estados Unidos, ¿no? El problema es que estas aberraciones son, de alguna manera, cómicas, pero también muy aterradoras. Yo creo que cuando los nazis llegaron al poder, esa grandilocuencia y parafernalia no te la podías terminar de creer, pero detrás había una cosa muy seria. De alguna forma, estos momentos de cambio están produciendo todo este tipo de discursos que parecen mentira, que parecen puestas en escena y eso me interesa mucho. También me ha gustado siempre el surrealismo de Buñuel y de Dalí, pero también de los hermanos Marx, de los Monty Python… Creo que mis películas van más por encontrar una línea argumental muy simple y, después, rellenar toda esa línea de un montón de pequeñas reflexiones, bromas, escaramuzas que te sacan de la trama. Pensando, por ejemplo, en La vida de Brian, uno no ve la película para saber a dónde va Brian, si resuelve sus problemas o no. Dónde vaya Brian en La vida de Brian es lo de menos. Es más una serie de anécdotas o de sketches, y mis películas van por ahí, de momento.
Estabas hablando y estaba recordando tu película y el hecho de que, cuando la estás viendo, muchas veces te preguntas, ¿y ahora por qué dice esto este personaje? Me refiero a eso que dicen en ocasiones y que no parece tener mucho que ver con lo que está sucediendo. En base a esa estructura de la que hablas y en la que sostienes tus películas, y viendo el resultado final, ¿llegas a sorprenderte a ti mismo haciendo tu trabajo?
Cuando hago mis películas, algunas de las escenas las escribo en conversaciones con mis amigos. Por ejemplo, con Israel, el director de fotografía. Son conversaciones que nos llevan a lugares muy surrealistas. Empezamos a hacer bromas y si nos hace mucha gracia, la solemos incluir en la película. Es una especie de escritura automática (aunque trato de mantener la coherencia, que haya una historia). Por ejemplo, una broma absurda que tiene la película son la de los tres ninjas, Espagueti, Ravioli y Baltasar. De repente, se nos ocurrió esa tontería y a mí me hizo partirme de risa. Me gustaba romper esa expectación que plantea que los tres se llamen como un plato de pasta. Es una tontería, pero si me hace reír o pienso que tiene mucha energía, normalmente lo ponemos. Diría que es un lenguaje humorístico-poético que te hace reflexionar acerca de cosas. O soñar o, a mucha gente, aburrirse, claro. También puede pasar (risas).
No vamos a desvelar el final, pero quería preguntarte de dónde viene o qué te inspiró el título la película. ¿Fue el título el que potenció la película o al revés?
El título vino porque estaba con mi novia en un viaje por Almería. Visitamos los poblados del Oeste [Almería fue escenario de innumerables westerns americanos e italianos] y, no sé por qué, en esa época a mí me hacía mucha gracia imaginarme a Jesucristo en diferentes contextos. Lo imaginaba allí, viviendo en el oeste, hablando de su filosofía, diciendo a la gente, “no os matéis”, “no hagáis duelos” y, luego, reflexionando sobre las cosas que hizo mal. Y ahí se quedó la cosa. Nos fuimos del poblado con este tipo de reflexiones y nos perdimos (risas). De repente, no sabíamos cómo volver a la autopista y, en lo alto de un monte, había un Cristo parecido al de Rio de Janeiro, pero en pequeñito, que estaba como apuntando hacia un lugar, señalando el camino. Cogimos esa dirección en plan de broma, pero pasó que la dirección que apuntaba nos llevó a la autopista (risas). No sé, no tiene ningún significado especial porque soy ateo, pero ahí tuve el final: un Jesucristo señalará a los protagonistas el camino a seguir.
Has dicho que eres ateo, pero casi fue como una revelación…
Bueno, una revelación poco profunda (risas) Pero yo creo que, a lo mejor, en muchas revelaciones poco profundas está la clave de la vida. Yo pienso en el Jesucristo de la película como un tipo más tranquilo. Si las revelaciones fueran un poco más tranquilas, todo sería mejor. En las teorías de la conspiración, por ejemplo, todo tiene que ser súper-grandilocuente: aliens, zombies, el Pizzagate [que implicó al Partido Demócrata en EEUU en una red de tráfico de personas y abuso infantil]. Pero, ¿qué pasaría si Jesucristo fuera un tipo relajado? Es decir, si la filosofía que promulgara fuera un poco como la de El gran Lebowski. “Bueno, en realidad nada está tan mal. Hay que tomarse las cosas con calma, no hay que exagerar, etc.” Una de mis reflexiones sobre Jesucristo era esa, que quizá había exagerado un poco todo esto de Dios, de los pinchos que le clavan en la Cruz… A lo mejor, los políticos, los grandes discursos, se toman demasiado en serio. Que vienen los inmigrantes, pues decimos: ¡Ah, los inmigrantes van a destruirlo todo! Es una exageración. Que decimos, “a lo mejor hay que legalizar las drogas”. Siempre hay alguien que responde, “¡no, porque entonces todos nos volveremos drogadictos!” Un poco exagerado, ¿no?
Estabas hablando y estaba pensando que es verdad que, cuando se da una de estas conspiraciones, pensamos que detrás hay como un gran plan y, en realidad, no hay nada. Me acordaba de un comentario de Alan Moore, el guionista de comics, que hizo una investigación sobre un trabajo sobre las conspiraciones que se habían dado en la Historia, y había llegado a la conclusión de que, generalmente, no había nadie detrás y que, en realidad, el mundo iba a la deriva.
Claro, Alan Moore, por ejemplo, su From hell es pura conspiración. Bueno, una especie de conspiración heredada casi de la sangre, una especie de demonio que se manifiesta en Jack el Destripador. Sí, yo creo que no hay nada detrás, que no existen las grandes teorías y que, a lo mejor, relajarnos un poco sobre las grandes teorías nos ayudaría. Eso no quiere decir que no existan diferentes grados de responsabilidad en lo que hacemos. Lo que hacen las grandes corporaciones o un tipo que tiene más poder no es lo mismo que lo que hace un trabajador. Hay diferentes responsabilidades, pero una cosa es eso y otra pensar que hay un único plan. El plan de Dios, el plan del Pizzagate o el plan de quien sea.
En Crumbs te acogías al género de ciencia ficción para crear esta exploración sobre algunas de estas cuestiones de las que estamos hablando. Jesus shows you the way to the highway se asienta sobre el género de espías. ¿Tenías algún interés especial? ¿Te inspiran los géneros para construir las historias?
Bueno, yo había leído mucho a Phillip K. Dick y en él siempre está esto de la conspiración. La conspiración siempre es un género paranoico, y las historias de espías son un género paranoico también, siempre hay alguien traicionado, siempre hay alguien más grande que tú. El género paranoico es muy platónico en el sentido de que la verdad siempre se oculta, está más allá. La idea, la existencia nunca se manifiesta, siempre puedes seguir investigando cuál es la verdad porque la verdad está escondida, es un Matrix. Y en este momento me interesaba hacer una especie de parodia hablando del poder, que es un mundo oscuro que está más allá. La empecé a escribir después de la crisis que movió a España, de la victoria de Donald Trump… De alguna manera, empecé a reflexionar sobre estos grandes mundos del poder que hay detrás de las cosas. Recuerdo que, cuando España estaba en lo peor de la crisis, pensábamos, ¿cómo hemos llegado aquí? ¿Qué oscuridad hay detrás? Ahora se está empezando a ver un montón de casos de corrupción, incluso el rey, pero, de alguna manera, todo estaba como en la sombra. Por otro lado, me interesaba cómo el individuo se encuentra, como un pelele, en mitad de ese juego de poder. También me acordaba de las tragedias griegas en las que los dioses juegan con los héroes. Aquí, en vez de Zeus o Afrodita, son Batman y Stalin y Ronald Reagan (risas) Es una parodia, pero nace de una estructura conspiranoica-paranoica de leer a Phillip K. Dick.
No puede ser porque tu película está fechada en el 2019 y no pudiste anticiparte a la Covid-19, pero verla ahora y que aparezca la cuestión del virus, un virus que, además, se llama Stalin y que viene a poner en peligro el orden, hace que la película tenga varias lecturas. Por un lado, la presencia de una amenaza, típico de las películas de espías, pero también la amenaza política del socialismo. Ahora mismo, allí donde mires, los rusos parece que tienen la culpa de todo.
(Risas) Es verdad.
Es Putin, pero son los rusos igual. ¿Estamos en el mismo punto de siempre, en el mundo de la segunda mitad del siglo XX, sin haber cambiado nada?
Buena pregunta. Pues, no lo sé. Claro, siempre hay un enemigo, ¿no? Siempre hay una gran teoría. En Jesus shows you the way to the haighway hay una equivalencia con todo esto. No quiero hacer spoiler, pero Stalin no es quien parece ser y la URSS no es lo que parece, sino que aquí el mundo del poder está unificado. De alguna manera, quería hablar desde un punto de vista más anarquista. No me considero especialmente anarquista, pero siempre tengo una sospecha hacia el poder. Y esa sospecha me hace unificar todas las esferas del poder. Para mí, el poder siempre es sospechoso, siempre conlleva cierta corrupción. En ese sentido, no quería poner a la URSS como el enemigo, sino que lo que quería es que la gente reflexionara sobre esa unificación del poder, que también afecta a Estados Unidos, y que quien pensamos que es el enemigo, en realidad es una tapadera para un enemigo más profundo.
Estaba viendo tu película y me acordaba de la película de Tim Burton sobre Ed Wood, o incluso el propio el cine de Wood. Ya has comentado ciertas referencias de Buñuel, pero yo me acordaba de Wood en su manera de trabajar con los actores o los actores que escogía. Pero, claro, a Ed Wood se le podría tildar de ser un mal director que dirige a malos actores, pero, en tu caso, todo es deliberado.
Bueno, supongo que aquellos que sean malísimos directores de actores, también dirían, “lo hice aposta” (risas)
(Risas) Sí, pero en el caso de tu película, cuando la ves, te parece que es una especie de respuesta o contestación al resto de la industria del cine. Si tus películas funcionan es, en parte, porque se confrontan con una manera, podríamos decir, “normal” o “corriente”, ortodoxa, de hacer cine. ¿Hay en ello una intención?
Claro, no solo viene de la dirección de actores, sino del guion y de la puesta en escena. En esta película todo está doblado, por ejemplo. En ese sentido, la explicación a por qué los actores se comportan así viene de la intención de crear personajes más icónicos que reales. Viene del comic y de crear casi dibujos animados, más que personajes creíbles, de carne y hueso. Para mí, en los últimos tiempos el cine se ha dirigido demasiado hacia el ultra-realismo y se ha perdido esa capacidad que tenía un cine más simbólico. Pero con simbólico me refiero en el sentido de un [Georges] Méliès en Viaje a la luna, por ejemplo. Un cine más inocente. Me gusta que los actores no sean tan verosímiles. Me parece que la creación del mundo cinematográfico sí debe ser verosímil, pero pueden ser grotescos o doblados, como hizo Godard en Al final de la escapada. A través de ese doblaje, Jean-Paul Belmondo va creando frases geniales, pero siempre con esa actitud rebelde, como punk. Me gusta esa capacidad que otorga el doblaje de elevar la energía de la película. Y luego, también me gusta que los personajes sean más personas que personajes en sí. Todos los personajes que intento encontrar deben tener algo de empático. Incluso los que son muy malos, son unos malos un poco perdedores, un poco chapucerillos, como Batfro, el dictador africano, como Stalin. Jesucristo es también un tipo bastante pancho. Trato de que no haya nada demasiado serio en los actores.
En ese contexto, todo espectador que trate de encontrar una historia o un hilo en tus películas al modo convencional, se va a sentir, inevitablemente, desorientado. En tus películas, ¿dónde quieres situar al público? ¿Hacia dónde lo quieres dirigir?
Bueno, las historias, tanto en Crumbs como en Jesus shows you the way to the haighway, son muy simples. No creo que se sientan perdidos ahí. Es una historia como la Odisea, en la que un héroe sale de casa, sufre una serie de aventuras y, al final, debe volver a casa habiéndose transformado. La complicación viene, a lo mejor, en el tono. Ahí es donde, quizá, la gente se sienta perdida porque, en vez de tocar una estructura más “tele-novelesca”, como estamos acostumbrados, donde el director se cierne a la historia en sí, toco una estructura más energética, donde el director hace lo que le da la gana. Yo creo que la cosa está en si sientes o no esa libertad, en el hecho de que en cada escena puede pasar cualquier cosa. Yo lo leería más desde el punto de vista de Terry Gilliam, de los Hermanos Marx, de Aterriza como puedas, etc. Nadie se queja de que en Aterriza como puedas las cosas no tengan sentido, pero son así. Es esa forma de hacer humor. A lo mejor no te ríes tanto, pero estate abierto a que las ideas entren en tu cabeza de una manera similar, a esa libertad creativa. Claro, si eso te molesta y tratas de buscar la historia y que todo esté muy medido, te vas a desilusionar.
El reto está en permitirte entrar en un caos diferente a la hora de mirar o leer historias.
Abrirse a la espontaneidad. Y aquí habrá gente a la que le haga gracia y otra a la que no. Bueno, pues es así la vida. (risas) Mira, el otro día, le puse un ejemplo a mis estudiantes. ¿Has jugado alguna vez al ajedrez con un niño de cinco años? Lo que hacen es que, con cada pieza, se inventan el movimiento. El caballo, en vez de moverse en “L”, se mueve en “C” porque les da la gana. Le dices, “pero, bueno, el caballo se mueve en “L”, no en “C”. Y a lo mejor te responden, “ya, pero es que se mueve en “C” porque es la “C” de caballo.” Esa idea de cambiar las reglas, pero con cierta espontaneidad, a mucha gente la puede hacer gracia y otra se puede aburrir a los diez minutos. Bueno, pues es aceptable.
En tus dos películas hay un recurso a ciertos elementos de la cultura pop. En Crumbs recurrías a la figura de Michael Jackson, por ejemplo, y aquí aparecen otros elementos. Pero no solo eso, sino que conviertes a ese lenguaje pop sujetos como la propia figura de Stalin, que ya hemos comentado, de George Bush padre o Robert Redford, mezclándolo todo con la estética de los primeros video-juegos de los años 80. ¿De dónde te viene esa querencia? ¿Son elementos que entran en tu historia o aparecen de una manera natural y espontánea?
La descontextualización de los diferentes objetos y personas la encontré cuando vivía en Etiopía. Tratabas de buscar a artistas locales y era imposible, pero, en cambio, te encontrabas con los objetos más normales en los lugares más extraños. Por ejemplo, estaba en el sur de Etiopía rodando un documental, tomando algo por la noche en un bar, y se montó una especie de discoteca. Era en una especie de tucul, una de esas casitas de barro. Era un sitio que parecía de la Edad Media. ¿Y qué pinchan? Bomba de King África. Al día siguiente, entramos en uno de estos tucules y vemos que, por dentro, estaba forrado de imágenes de periódicos con rascacielos de Dubai. Yo le pregunté al dueño por qué tenía eso. “Pues porque son bonitos, porque me gusta sentir que vivo como en un rascacielos”. Me gusta toda esta descontextualización de objetos que adquieren un nuevo significado. Era la premisa de Crumbs. ¿Qué pasaría si dentro de tres mil años se encontraran los objetos de nuestra civilización? ¿Cómo entenderían quién es Michael Jordan o Michael Jackson? No tendrían ninguna referencia de la misma manera que nosotros no podemos interpretar unas esquirlas del Paleolítico. Podemos decir que esto servía para comer, pero a lo mejor servía para limpiarte del culo. (risas) Este tipo de cosas me interesan porque crean una libertad creativa muy grande. Se trata de coger cualquier objeto, persona, político o significación y subvertirlo o darle otra significación azarosa que esté conectada con algo poético, pero que te haga reír. Un poco volvemos a la escritura automática de los surrealistas: se trata de la creación de un nuevo significado destruyendo el significado del objeto. Los objetos están llenos de significado. Nadie se compra un Ferrari si no tiene significado. Lo haces porque te parece bonito, porque te da un estatus o porque te da sensación de poder. Eso es el Ferrari, no el coche. Todos los objetos tienen asociado una significación al margen de lo que son porque, si no, nos daría igual comer con un tenedor de plástico que con uno de plata. Pero comer con uno de plata está mejor porque tiene una significación. Romper esa significación, cambiarla, pone a la gente bastante nerviosa. Uno de los cortos que hicimos trataba de un clon de Hitler que va a los bares de Adís Abeba donde la gente se ríe de él. Cambias a Hitler y lo conviertes en una especie de enano que va por bares de Etiopía. Quieras o no, hay una comparación con el original. Esa comparación te hace reflexionar. “Bueno, si viniera Hitler a Etiopía, ¿cómo organizaría el Holocausto?” “Pero si en Adís Abeba nada funciona.” (risas) Eso te hace reflexionar sobre la sociedad alemana y su alta tecnología, y la responsabilidad de alta tecnología en relación con el exterminio. La distorsión del significado siempre te hace reflexionar.
Me gustaría que nos hablaras un poco de tu relación con Daniel Tadesse, el actor protagonista de tus dos películas. ¿Cómo le conociste? ¿Cuál es la relación artística que tienes con él?
Le conocí en Etiopía, en el año 2008. La primera vez que le vi estaba en el Teatro Nacional de Etiopía representando al amigo del novio de Bodas de sangre. Y claro, Daniel haciendo de vengador, tratando de cazar a los amantes prófugos… La gente se partía de risa. Yo me decía, ¿cómo es posible que Lorca se haya convertido aquí en una cosa tan tarantiniana? Ahí nos hicimos amigos y empezó actuar en mis cortos y luego se me ocurrió que debía ser protagonista porque tiene una personalidad muy singular. [Daniel] tiene muchas cualidades que me gustan. Es una persona frágil, pero de mirada muy inteligente, que crea empatía. Es valiente como persona, pero también en las películas. Esa combinación de fragilidad y valentía, de perspicacia, me gusta. Creo que habla muy bien del héroe trágico, del antihéroe. No es Leonardo DiCaprio, es alguien que está más cercano a lo que yo entiendo que es una persona. De alguna manera, estaría más conectado con el héroe de La dolce vita, ese héroe que trata de ligarse a Anita Ekberg, pero que solo es un pobre desgraciado que quiere pertenecer a la clase alta.
Con respecto a Crumbs, y a pesar de esa estética que vas buscando, me ha parecido que Jesus… tiene una producción algo más refinada. Los efectos especiales tienen ese toque de serie B, o quizá más hacia abajo en el abecedario (risas), pero, a pesar de eso, se nota que la producción tiene un refinamiento formal, más cuidado. No sé si tiene que ver con tu aprendizaje o quizá has tenido la oportunidad de trabajar con más recursos. Sé que parte de la película se financió a través de crowfunding.
Sí, tuvimos más presupuesto porque, además del crowfunding, tuvimos la ayuda del gobierno del Estonia, de un productor inglés y de una gran casa de post-produción. Esta película implicó a muchísima gente. Al margen del dinero, todavía hay gente que hace películas por amor. Sumamos a gente muy potente. Parte del equipo que hizo los efectos especiales han hecho Harry Potter y Misión Imposible. Nos hacían algunos efectos en sus fines de semana. También rodamos la película en diferentes formatos y en varios países y eso hizo que tuviéramos la oportunidad de viajar y encontrar diferentes actores y localizaciones. Es una producción unas cinco o seis veces más grande que Crumbs.
Tus dos largometrajes, aunque son dos historias distintas, tienen elementos muy similares en cuanto a su concepción, su estructura, el tipo de humor, etc. Para acabar, quería preguntarte hacia dónde va tu cine en el futuro. ¿Vas a seguir explorando esta línea o crees que, en algún momento, cambiarás de registro?
No sé lo que voy a hacer, la verdad. Ahora tengo la oportunidad de hacer otra película, pero es una película que está más anclada en personajes más reales. La película va a ser de ciencia ficción, pero va a tener una estructura más clásica en el sentido dramático. Y esto es así porque los productores con los que estoy ahora creen que es más comercial un arco dramático más convencional. A mí me gusta mucho la historia que estamos haciendo. Seguramente se rodará aquí, en Estonia, el verano que viene. Y, no sé, a lo mejor es una mierda (risas) o a lo mejor descubro que ese es el camino a seguir. Pero sí, esta historia es menos comic, menos dibujo animado y más carne y hueso. No las tengo todas conmigo, pero ya veremos (risas).