“Puedes hablar de cosas serias sin dejar de lado el ingrediente fantástico”

YOLANDA CAMACHO

Leo es un joven que va a pasar unos días de verano en Cap de Sal, un pueblo de la costa valenciana, con su amiga Sonia. Leo es un chico especial o, al menos, él se percibe diferente al resto de amigos de Sonia, que lo desplazan. Pero, en esas vacaciones, en el pueblo se ha abierto un pub en el que parece encajar. Leo pasa una noche tras otra en el pub. Allí conoce a Sebastian, uno de los dueños, por el que se siente atraído. Pero Sebastian y sus socios guardan un oscuro secreto. Hay, además, otro misterio: la desaparición de una chica llamada Marina de la que nadie conoce su paradero. Leo se ve envuelto, así, en una serie de extrañas situaciones. Este es el argumento de Verano del 99 (Obscura editorial), último libro de Yolanda Camacho (Valencia, 1983). Hablamos con ella sobre vampiros, literatura y muchas otras cosas. GERARDO LEÓN

¿De dónde surge la idea de esta historia?
Pues es que tiene tantos años que ya me cuesta… (risas) Yo con los vampiros es que tengo mucha obsesión, desde siempre. Empieza desde pequeña, cuando vi Entrevista con el vampiro (Neil Jordan, 1994) y me voló la cabeza… Y ya me quedé ahí (risas) En realidad, no sabría decir muy bien de dónde surgió. Fue durante un típico verano en el que eres joven, te aburres, estás escuchando mucha música, eres un poco dark, y me vino a la mente esa idea de qué pasaría si [los vampiros] tuvieran un pub. Es verdad que lo del pub me vino por un libro que me obsesionaba mucho entonces, La música de los vampiros de Poppy Z. Brite. Ahí hay un vampiro que se pone a llevar un bar en un barrio de Nueva Orleans. Fue ahí cuando surgió la imagen de una persona que se encuentra en ese bar, en medio de un verano, aburrido… Es verdad que la primera versión no tenía ese elemento vacacional. En la primera versión, la protagonista era una chica y sucedía en su propio pueblo, pero la historia fue cambiando mucho con los años.

El género de vampiros está muy conectado con la literatura y, sobre todo, el cine anglosajón. En ese sentido, uno de los retos más difíciles de sortear es cómo trasladar todo ese universo, con una serie de códigos muy establecidos, a un espacio culturalmente diferente, en este caso, a la costa valenciana. Yo creo que el libro consigue llevar muy bien esos códigos del género a ese espacio y a otra cultura.  ¿Cómo te lo planteaste?
Yo siempre he pensado que, para dar credibilidad a una historia, lo mejor es que todo sea lo más cercano posible. Hay mucha gente, incluso en España, que ambienta sus historias en Estados Unidos o en otros países, pero yo siempre he pensado que, si quiero que el relato sea tangible y saber de lo que estoy escribiendo, tiene que salir de un espacio muy cercano a mí, porque es de lo que sé. Es que, si me pongo a escribir sobre otros lugares, acabaré por caer en los tópicos que conozco de las películas. Si yo no he vivido en otro país, ¿qué voy a escribir? Siempre que escribo lo hago ambientado la historia aquí. Bueno, no siempre menciono dónde está ambientada, pero nunca intento dar la impresión de que estamos en otro lugar. Siempre recurro a lo que tengo más cerca.

En esa confabulación de elementos, ¿cuál fue el mayor reto que te encontraste?
Para mí, lo más complicado era que estaba tan obsesionada con que fuera creíble que eso lastraba un poco la acción. Soy consciente de que mucha gente que lee género fantástico quiere que todo sea siempre más exagerado, que haya más monstruos, más sangre… Para mí es al revés. A la hora de escribir, yo siempre trato de que la historia esté en un nivel en el que, si alguien me la contara, me quedaría con la duda de si podría haber pasado de verdad. Pero, claro, a mucha gente eso no le gusta. Mucha gente lee fantástico esperando que sea algo muy, muy alejado de la realidad. En ese sentido, me asustaba un poco. Esta es una historia pequeñita que siempre se mantiene en un tono discreto. Es decir, están pasando cosas raras, pero, si alguien te lo contara, tu dirías, ¿esto es verdad? Por eso tenía un poco de miedo de que pudiera parecer que tiene poca acción.

Renovar los códigos de un género que está tan explotado me parece muy difícil. Pero yo creo que la novela consigue sortear también ese escollo. Por ejemplo, el hecho de que los vampiros no tengan colmillos. O al menos no se dice si los tienen, lo que crea una atmósfera interesante. ¿Cómo abordase ese problema?
Me estuve planteando mucho qué tipo de vampiro iba a hacer. Me decía, vale, ¿es un vampiro de verdad o es alguien que bebe sangre, pero no es lo que entendemos por vampiro? Al final, fue una combinación de varias cosas. No iba a ser la típica figura que todos conocemos, con colmillos, que no pisan la calle, etc., pero sí que quería que tuviera algunos elementos típicos: que se preocupen por el exceso de sol, el hecho de que viven en una especie de guarida… Quise jugar también con las conversaciones del protagonista [Leo] con Sebastián sobre los vampiros. Por ejemplo, me parecen muy absurdas esas películas en las que alguien se pone a buscar en Google: vampiro (risas) ¡Todos sabemos lo que es un vampiro! Si el protagonista empieza a imaginarse que hay vampiros, él mismo ya los conoce. ¿Hasta qué punto es lógico que actúe como si no tuviera ni idea? Lo normal es que él mismo tenga referencias, que haya visto películas, y utilice ese conocimiento para preguntar, pero, oye, ¿qué hacéis? (risas)

En ese sentido, me parece interesante el juego de ambigüedades que está planteando todo el tiempo la novela. ¿Por qué tenías tanto interés en ese juego?
Vuelvo al tema de la realidad. Hay gente que me ha comentado que es raro que Leo no sospeche antes lo que está ocurriendo. Pero, volvemos a lo mismo: esto es la vida real. Si esto estuviera pasándote, tú pensarías que esa gente está metida en algún asunto turbio, pero no pensarías que están haciendo lo que están haciendo porque eso no sucede. Desde fuera, desde el punto de vista de un lector de fantasía, podría decir: el protagonista no se entera. Pero, en la vida real, tú no lo pensarías. Estarías pensando cosas raras, habría recelos, pero tampoco llegarías a hacerte una idea. Quería incidir mucho en eso. Luego también está el tema de que ¡son jóvenes! Y, cuando eres joven, la sensación de peligro es bastante relativa. Te crees muy listo, vas a tu bola, y aunque ves cosas alarmantes, es como si no pasara nada.

Te iba a preguntar sobre eso porque, despejando lo que es la trama que sostiene el libro, a mí me parece que, en realidad, es un retrato bastante interesante de la adolescencia, de sus comportamientos y contradicciones. Esto lo has tratado también en otros libros tuyos. ¿Era tu intención hacer ese retrato?
Sí, un poco sí. Está el tema de ser adolescente y el hecho de que no tengas a nadie que comparta tus intereses y te sientes un poco outsider (risas). Normalmente, cuando escribo juvenil siempre está ese perfil. Me gusta pensar que alguien lo va leer y, si se siente así, en plan “no tengo a nadie con quien hablar de estas cosas”, que sepa que, al final, siempre hay alguien que está para escucharte. Que, dentro de tu pequeño círculo, al que estás acostumbrado, igual te sientes muy solo, pero, al final, siempre hay gente más allá. Es verdad que esa gente más allá también tiene sus problemas, pero bueno. (risas)

Por lo que has hecho hasta ahora, parece que usas el género para tratar siempre alguna cuestión de este tipo. No es exactamente la historia la que otorga el sentido de la novela, sino que hay un algo que quieres decir que luego cobra la forma de una historia.
Sí, sobre todo, ahora. Es verdad que, cuando se me ocurrió la novela, todo era más puro, estaba la historia fantástica y ya está. Pero, poco a poco, he ido queriendo hablar de más cosas: de los medios de comunicación, de cómo se frivoliza con el tema de las desapariciones… En esa época estaban en auge los programas de tertulias en los que salía cualquiera opinando de cualquier cosa sin tener ni idea. Es lo que pasa con el entorno de los jóvenes, que tampoco saben nunca que están haciendo. Se les censura porque llevan pintas raras o por que escuchan tal música, pero realmente tampoco les conocéis, no sabéis qué están haciendo con su tiempo libre, no sabéis con quién van. Al final, todo el mundo acaba haciendo conjeturas y opinando, pero nunca se sabe lo que está pasando ahí.

Una de las cosas que me parecen más reseñables del libro es cómo trasladas las emociones de esa etapa de la vida, pero también su lenguaje. No es simplemente una representación. Quería preguntarte, ¿cómo es escribir sobre esas edades, y que tenga una cierta consistencia, desde el paso del tiempo o con tu edad actual?
Yo creo es cuestión de acordarte un poco (risas) Hay gente que, incluso, me dice que no le gusta cuando escribo juvenil. Es gente de mi edad, que te dice: es que lo juvenil ya me pilla muy lejos. Sí, te pilla lejos. Pero, ¡has sido joven! (risas) Nadie ha llegado a los cuarenta sin haber pasado por ser joven. Al final, solo tienes que pensar un poco en cómo eras entonces. Es verdad que, en este caso, como es una historia que he estado desarrollando durante mucho tiempo y las primeras versiones surgieron cuando yo era más joven, simplemente, se trataba de mantener su espíritu. También es verdad que la historia sucede en el 99. Si hubiera tenido que escribir sobre los jóvenes de ahora, igual me pierdo, pero en el 99 yo tenía esa edad. Es como me sentía yo en ese momento.

El protagonista es ese chico que se siente o que se percibe diferente a los demás, el raro de la pandilla. ¿Por qué lo raro nos resulta siempre tan atractivo dramáticamente?
En mi caso es una cuestión más de identificación que porque lo piense conscientemente o porque piense que eso va a atraer más. De hecho, yo estaba convencida de que podía ser un problema porque, ahora, hay menos identificación con lo raro. Yo creo que, en los noventa, se llevaba mucho el personaje outsaider, pero ahora no. Ahora me da la sensación de que la gente tiende más a pensar que un personaje así puede ser altivo, que está haciéndose el guay o intentando ser especial. Antes no pasaba tanto. Pero, en mi caso, ha sido una cuestión más de identificación. Y también porque para la historia era la excusa para que él acabe pasando por alto cosas y acercándose a gente que no es la de su círculo. Leo realmente necesita conocer gente con quienes pueda ser él mismo.

La música juega también un papel muy importante en el libro. Nombras muchos grupos, incluso canciones. Quería preguntarte si es un simple ejercicio de nostalgia, de reivindicación de la cultura de una época, o tenía algún otro valor para la historia. Mencionas a Placebo, Suede, Massive Attack y tantos otros grupos, incluso anteriores, como David Bowie o The cure.
La música me servía para ambientar la época, porque es verdad que la historia no siempre estuvo ambientada en los noventa. De hecho, tuvo versiones situadas más ahora. Pero, en un momento dado, me pareció que era lo lógico. En el 99, me sentía más cerca de esa historia. Sí, toda la música que se menciona y que aparece en la Playlist [que encontramos en el libro], es de esa época, te ayuda a meterte en ese tiempo. Era recrear el ambiente y los gustos del momento.

Este es un libro con bastante sentido del humor. ¿Cómo usas ese recurso? ¿Es algo que te surge o es algo que tienes planeado desde el principio?
Yo creo que el humor sirve para ese momento en el que sabes que algo te está quedando demasiado absurdo o que en la vida real sería muy absurdo, para bajar el tono. El vampiro es un personaje que conocemos tanto que, al final, el humor me servía para manejar esa situación en la que un humano esté hablando con un vampiro y haya cosas que conoce y se imagina.

En una nota al final del texto hablas del Drácula de Coppola y, sobre todo, Entrevista con el vampirode Neil Jordan, al que ya has mencionado. Recordé la película y es verdad que tiene algunos elementos en común con tu novela. Están esos tres vampiros que tratan de discernir qué hacer, si deben entregarse a la pasión de la sangre o reprimirse. ¿Es un homenaje intencionado o no eras tan consciente de esa referencia?
Si, sí. Yo creo que esa visión de la sociedad vampírica en la que unos quieren mantenerse en las sombras y otros no, ya es un poco universal (risas) A mí me servía para construir la relación entre ellos. Y también para pensar en cómo se organiza esa gente, o lo que dicen, que a veces no es muy sostenible. Desde su punto de vista, hacer lo que les da la gana, no tiene sentido. Pero, también es verdad que se quieren divertir. Estas puteado porque llevas una forma de vida que es un poco rara, ¿y no puedes hacer lo que quieres? Es la lucha entre la inmadurez del vampiro que solamente quiere divertirse y no es consciente de que hacer lo que quiere no siempre es factible, y el que tiene más claro que sí.

A mí el libro me ha sugerido una reflexión final, qué sería algo así como: “cuidado con mirar a la gente por encima del hombro porque puedes acabar mal”. No sé si la compartes.
(risas) Sí, también trata un poco de eso de “a ver de quién te fías”. Igual no fue intencionado, pero sí que creo que, al final, de lo que más habla el libro es de cuando menosprecias el peligro, de esos momentos en los que te sientes tan cómodo en un lugar que no ves la bandera roja por ninguna parte. Y luego, sí, también está eso que comentas de esas amistades que acabas despreciando y que, al final, lo que te espera al otro lado no es para tanto.

Sin desvelar nada. ¿Dirías que, al final, Verano del 99 sería una historia de amor?
A ver, hay amor… o algo parecido (risas) Yo no diría tampoco que es una historia de amor, pero claro, en esas edades el amor es importante. Yo creo que no habría podido escribir la misma historia, con todos sus ingredientes, sin que hubieran sentimientos intensos. No habría tenido sentido.

Tengo la impresión de que actualmente hay mucho interés por la literatura de género. ¿A qué crees tú que se debe?
Yo creo que la gente se va dando cuenta de que una historia fantástica no es necesariamente un género menor. Puedes hablar de cosas de la vida, de sentimientos y cosas importantes con ingredientes fantásticos. Durante mucho tiempo, la gente pensaba que la literatura de verdad, seria, era realista o policíaca, y, luego, estaba la fantástica, que era como de evasión. Primero, no hay nada de malo en que algo sea de evasión. Una obra puede ser de evasión y ser maravillosa. Pero, además, es que puedes hablar de cosas serias sin dejar de lado el ingrediente fantástico. De hecho, a veces es muy útil para hablar de esas cosas. Todavía queda mucha gente que piensa que lo fantástico es como menor o marginal, pero, poco a poco, cada vez hay menos. Cada vez van habiendo más festivales y más editoriales. Yo creo que esto va a ir para arriba.

España es un mercado muy potente para este tipo de literatura.
Sí, yo creo que ahora está en un buen punto. Están surgiendo muchos festivales, muchas editoriales, hay muchísima gente que escribe fantástico… Y luego, es que tiene muchísimos subgéneros. Yo ya me pierdo porque tienen su propio nombre y clasificación. Pero, vuelvo a lo de antes: lo principal es entender que una obra puede ser profunda y hablar de cosas humanas y “serias”, aunque sea fantástica.

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