Áurea Ortíz, Mikel Labastida y David Brieva son, entre otras muchas cosas, los responsables del podcast y el festival sobre series, LABdeseries, que este mes de abril se celebra en Valencia del 26 de abril al 1 de mayo y que reunirá a un buen puñado de profesionales de las series de televisión en un nuevo encuentro con el público. Con ellos hablamos sobre este certamen y el presente y futuro de las series de televisión. Más que una entrevista, una charla entre amigos. Atentos. G. LÉÓN
Más que un festival de series, LABdeseries es un espacio para hablar de ellas. ¿Por qué nos gusta tanto hablar de series?
Áurea Ortíz: [LABdeseries] es un punto de encuentro. Esa es la idea del festival: juntar a gente de muchos campos distintos y que hablen de series. A nosotros tres nos gusta mucho hablar de series, como nos gusta hablar de tantas otras cosas que nos gustan. Pero sí es verdad que las series están en todas las conversaciones, están en todos los medios. Con las series se intenta explicar cualquier cosa. La idea es sentarnos a hablar y crear un espacio distendido en el que haya gente de muchos saberes distintos para que den su punto de vista. Nos parecía una fórmula bonita.
Mikel Labastida: Yo creo que las series se han convertido en una buena herramienta para explicar el mundo. Se están utilizando desde diversos lugares y áreas, desde la economía, la política… Yo creo que están llegando a un gran público y tocan temas muy diversos, por eso nos gusta tanto hablar de series.
David Brieva: Es que, de todas las ficciones, son las que están más pegadas a la actualidad, las que reaccionan más rápido a todas las cuestiones que acontecen, tanto históricas como de pensamiento. Y luego, los formatos de visionado, ya sean los nuevos formatos de maratón en los que aparece toda una temporada y te la engulles y tienes que hablar de ella en las redes sociales, como el de semana a semana, favorecen mucho la conversación. Una cosa que nos pasa frecuentemente es que, cada vez que decimos que tenemos un festival, la conversación siempre acaba con que la persona con la que hablamos nos cuenta la serie que está viendo y nos pregunta qué opinamos de ella. Nos ha pasado en cualquier sitio, en el notario, cuando vas en el taxi… Esta es una de las explicaciones de por qué se habla tanto de series, pero creo que el fenómeno es mucho mayor de lo que podamos explicar.
¿A qué creéis que se debe el boom del formato?
AO: Yo creo que una parte tiene que ver con el crecimiento de las plataformas. Ahora hay una oferta muchísimo más grande de la que había hace diez años. El tema de las plataformas puede llevar a dos fenómenos. Uno, a una cierta homogeneización. Algunos productos, como tienen éxito, se repiten. Pero, al mismo tiempo, también hay mucha diversidad. Ahora hay temas que se tratan en las series que antes era impensable que se plantearan. Se tratan historias sobre rostros, sobre cuerpos o paisajes que habitualmente no aparecen en el cine comercial (no digo en otro tipo de cines). Y bueno, también está el hecho de que nos hemos metido en casa a ver series. Esto es previo a la pandemia, pero se ha multiplicarlo por mucho. Es ese placer de seguir una historia que te apetece y verla a tu ritmo.
DB: Con muchas de las series pasa que te acompañan, que te identificas, te sientes parte de ella. Ver una serie como A dos metros bajo tierra o tantas otras es estar cinco años con esos personajes. Al final, son parte de tu familia. Yo creo que el propio formato, que cuenta una historia a la larga, es la clave del éxito.
ML: Yo creo que siempre ha habido un boom de series. Igual ahora hay un discurso, hay más prosa alrededor de esto, pero siempre hemos hablado de series y las hemos seguido mucho. Siempre sale el nombre de Twin Peaks, pero pasaba con Remington Steele, con La ley de Los Ángeles… Eran series que también daban conversación. Lo que pasa es que todo se ha amplificado con las redes sociales y los medios. Ahora estamos en otra época, pero las series siempre han generado un boom alrededor de ellas.
AO: Lo que pasa es que no eran un fenómeno cultural, como ahora. Se entendía que eran algo distinto del cine, que era para un ámbito doméstico, como que no tenían la enjundia del cine. Eran algo más relacionado con un divertimento, salvo casos muy concretos, como Twin Peaks o, luego, Los Soprano. Ahora tienen otro espacio cultural y social.
DB: El paradigma ha cambiado totalmente. Si antes era el medio menor al que los grandes directores o grandes actores no querían acudir, ahora es el sitio en el que se fijan todas las miradas.
Todas las semanas recibes información sobre “las series que tienes que ver” o “las mejores series de la historia”. Si haces caso a estas alertas, todas te parecen exquisitas, lo cual es imposible. En este maremágnum, ¿cómo hace uno para separar el grano de la paja?
DB: [En el podcast] tratamos de cribar un poco. Intentamos hablar de series que creemos que merecen la pena y explicar por qué. Pero es muy difícil, incluso para nosotros, que estamos en el medio. No se puede llegar a todo, desde luego. Al final, te guías por creadores a los que conoces y de los que te puedes fiar, por plataformas o cadenas que te gustan, hay diferentes maneras. Pero es realmente difícil porque lo que sale es demasiado para cualquier persona.
ML: Es que no hay que verlo todo. Creo que nos tenemos que ir desenganchando de esa ansiedad permanente en la que vivimos, en la que hay que consumir todo y comentarlo al día siguiente. No leemos todos los libros que se publican, y se publican un montón. También hay mucha morralla, por cierto. También se hacen muchas películas de mierda, que parece que solo pasa con las series, pero no. Pues eso, sin prisas. Y, sobre todo, construyendo cada uno la serie que quiere ver, no la serie que “tiene” que ver, que es muy diferente.
AO: Yo creo que ahí las redes son las que ejercen una presión enorme. Y es difícil escaparse, incluso siendo consciente de ello. Como todo el mundo está hablando de esto, voy a verlo, aunque solo sea para entrar en la conversación. Todo tipo de consumo, el audiovisual incluido, hay que tomárselo con calma. Hay que elegir las series. Si te apetece un divertimento que no tenga la menor seriedad, adelante. A tu tiempo y a tu ritmo.
ML: Eso es importante. ¿Separar? Pues, depende. Es como cuando nos preguntan, ¿qué serie veo ahora? Pues es como decidir qué jersey me pongo. Depende de tus gustos, de tu talla, de para qué lo vayas a utilizar, etc. Te pone en un compromiso porque, yo qué sé… ¡no te conozco de nada! (risas)
DB: Yo todavía recuerdo el tiempo en el que eras capaz de llegar a prácticamente todo lo que salía. A ver, al menos, algún capítulo de todas las series y estar hablando de todas ellas. Es verdad que no hace falta ver todas las series y que no hay que ver la que te estén diciendo que hay que ver, sino la que más te guste, pero reconozco que es difícil encontrarla. Si no eres muy seguidor, es muy difícil saber cuál es la serie que te va a gustar entre las cincuenta que salen esa semana.
Otro gran eslogan que se ha establecido sobre las series de televisión es que le guionista es la estrella. ¿Coincidís con esta idea? ¿Estamos viviendo una edad dorada del guion? Por otro lado, esa preminencia del guion, ¿es un paso hacia atrás, a la era de los grandes estudios de Hollywood donde el relato vuelve a ser protagonista?
AO: Bueno, aquí está la figura del showrunner, que, en general, es el creador de la historia, el que tiene el armazón de la historia y puede que algunos capítulos. Eso ha puesto la mirada, yo creo que para bien, sobre los guionistas, que siempre han estado muy olvidados, incluso en el mundo del cine. Yo creo que parte del fenómeno de las series también tiene que ver con eso. Si las series las hace su propio creador, que conoce su mundo y es quien las desarrolla y quien acaba controlando el producto, también te garantiza que va a salir algo personal, diferente. Todas las series que se consideran los grandes clásicos, como Los Soprano o A dos metros bajo tierra, son de un creador que tiene una idea muy clara de lo que quiere contar. Eso ha ido a favor de que las series tengan cada vez más espectadores, porque encuentran algo con sentido, un relato como tal. Eso sí que es importante.
ML: Es importante, pero tampoco sé si está pasando tanto. Es verdad que hay una reivindicación del guionista, pero hablamos de grandes nombres. Hay muchas otros que no conocemos. De hecho, está ocurriendo otro fenómeno. Ahora se está diciendo: “es una serie de Netflix”, pero no sabemos quién hay detrás porque Netflix se ha convertido en una marca capaz de atraer a más público que cualquier otro nombre, si no eres un showrunner tipo Ryan Murphy (Glee, American Horror Stories). Pero, ¿los guionistas menores? En el caso de España, los creadores aún están peleando porque se les reconozca, para que se les invite a las ruedas de prensa, que se les premie… Yo creo que aún queda mucho recorrido. No todos son David Simon (The Wire).
DB: Aquí, en España, si le preguntas a un seguidor de series que te diga cinco showrunners españoles no creo que sea capaz.
AO: El otro día pillé a un taxista, gran seguidor de Aquí no hay quien viva, que sabía quiénes eran Alberto y Laura Caballero. Me llamó la atención porque me pereció rarísimo.
DB: Olivares (El ministerio del tiempo) y poco más. Yo creo que, incluso en Estados Unidos, donde sí que es verdad que los showrunners tienen mucha importancia, aún están bastante por debajo de los directores de cine. Se venden más las películas con el nombre de los directores de lo que, en general, se venden las series con los showrunners, salvo casos. Creo que aún no han llegado.
AO: Y por lo que decías del relato, yo creo que las series sí favorece que haya una cierta primacía del relato, del argumento, sobre una dimensión más estética, plástica o más discursiva. La propia serialidad favorece un gusto por que pasen cosas, por la causa-efecto, por un tipo de relato “de siempre”, menos innovador. Pero también es verdad que, en todas las grandes series, y sobre todo aquellas que todos estamos de acuerdo que han marcado, ese elemento está toralmente cuidado. Son una cosa y la otra, a la vez, hay una total coherencia. Están The leftovers y otras series que se permiten muchos lujos. La parte buena es que la diversidad de las series y la necesidad de una oferta tan grande hace que haya cabida para propuestas que también se saltan todo eso.
Habéis introducido el tema de las series españolas, y quería pediros una breve panorámica sobre cómo se encuentra el mercado de series en nuestro país. Lo bueno y lo menos bueno o lo que nos falta.
ML: Si nos llegas a preguntar esto el año pasado, te hubiéramos dicho que estamos en un momento estupendo. El año pasado tuvimos Patria, Antidisturbios y Veneno, que fueron las tres series de las que más se habló. Pero creo que la pandemia ha provocado una especie de recesión. Para mí estamos en un momento que no esperábamos estar hace mucho tiempo. Más allá de si nos gusta más o menos, La casa de papel ha sido un fenómeno como pocas series lo han conseguido. Hay mucha más diversidad de temas de lo que había hace diez años y con planteamientos diferentes, sobre todo de nicho. Antes, en las series tenían que aparecer todos los miembros de la familia para que todo el mundo se viese representado (Los Serrano). Creo que ahí hemos avanzado mucho. Hemos conseguido que las series españolas se dirijan a públicos concretos y ya no intenten contentar a todos. Y luego falta un poquito de riesgo. Nos queda mucho camino por recorrer. Es muy recurrente, pero hay que nombrarlo todas las veces porque te quitas el sombrero, y es el caso de la BBC. Es una pasada. Es que pasan los años y sus series siguen siendo arriesgadas.
DB: Es que una serie como Podría destruirte es de la BBC, una de las series más arriesgadas de los últimos años.
ML: Aquí la televisión pública española no tiene esa misión de acometer proyectos de riesgo. Hay un poquito en RTVE Play, pero lo esconden. Es raro. También las producciones propias de las plataformas aquí son un poco decepcionantes, tanto en HBO como en Netflix. Atresmedia está sorprendiendo un poco, pero falta riesgo.
DB: Creo que lo que más me ha decepcionado es, precisamente, el papel de las plataformas que están produciendo de manera local. Después de Crematorio, todos teníamos la idea de que con estas plataformas iban a haber ficciones muy arriesgadas y de todo tipo. Y es verdad que no es el sitio donde están apareciendo. Son más clónicas, cosas que nos recuerdan a las series de televisión de antes. Yo esperaba más de plataformas como HBO o Amazon, Netflix y demás.
En relación con todo esto, he asistido alguna vez a encuentros donde se plantean proyectos para series y me parece que hay una tendencia hacia una cierta homogeneización de los relatos y las maneras de contar. Es como si, ya desde el arranque del proyecto, se apelara a unas ciertas formas de fabricar las series. ¿Cómo lo veis?
AO: Yo creo que están siguiendo mucho el manual, tanto en la elaboración del guion, como a la hora de presentar las series. Si hay una serie que ha tenido determinado éxito, es como: “vamos a repetirlo”. Se está pidiendo a los creadores que hagan lo que hacen los demás, incluso, como dices, en el proceso de venta. Está genial que haya talleres y encuentros, y que se explique cómo vender una serie, pero acaba siendo como una única forma que atiende a según qué tipo de productos y, a lo mejor, otros más arriesgados son más difíciles de sacar adelante. Hay excepciones, como Veneno, pero, claro, son Los Javis y tienen una personalidad muy concreta. Como productores han hecho Cardo, que es una serie súper-arriesgada.
ML: Pero al principio fue muy difícil. Nadie creía en Veneno, lo que pasa es que eran Los Javis y tragaron. Y al final, saltó la sorpresa. Esto tendría que haber sido un aliciente para dejar a la gente desarrollar sus propias ideas, pero eso no está pasando.
AO: Claro, confías en los creadores, pero en el fondo no les dejas hacer lo que quieren. No se trata de hacer cualquier idea que pueda parir cualquier guionista, Pero si hay alguien que está trabajando un tema, no hagas que el producto se parezca a otro y lo desvirtúes. Precisamente, la edad de oro de las series ha venido porque se confió en los creadores. Eso ha permitido esa diversidad de la que hablábamos. En el caso de las televisiones públicas, estoy de acuerdo. Su papel me parece central. Que Televisión Española apueste por El ministerio del tiempo, que es una de las series españolas clave para entender el cambio, y que la arrinconen o que acabara una temporada y nunca supieras si iba a seguir, o que luego no pudieran ni volver a juntar al equipo porque habían pasado dos años y los actores estaban cada uno por su lado… Hombre, cuida algo que ha creado una comunidad que no has tenido jamás y con la que has tenido un auténtico fenómeno.
ML: Y un matiz: también faltan presupuestos. Falta presupuesto para comparar a la industria española con otras. Y ya que estamos aquí, televisiones públicas como À Punt deberían ser un motor de nuevas ideas. Tampoco lo está siendo.
¿Tenéis alguna teoría sobre cuáles pueden ser las razones? Quiero decir, ese es el hecho: arrinconar una serie como El ministerio del tiempo. Pero, ¿cuál puede ser el motivo que hay detrás?
ML: En el caso de Televisión Española porque se siguen guiando por los índices de audiencia. No tienen publicidad y no están compitiendo en esa liga, pero juegan a eso. No están valorando nuevas métricas que son muy importantes: la conversación social, el efecto comunidad, las audiencias en diferido, que ahora mismo son fundamentales en todas las plataformas. Y, sobre todo, la sensación de éxito. La mayoría de éxitos de las plataformas no sabemos a cuanta audiencia se refiere, solo tenemos una “percepción de éxito”. Pero Televisión Española se sigue midiendo como si estuviésemos en 1990.
AO: Y con una especie de idea de que todavía sucede eso de que toda la familia se sienta delante del sofá a ver la tele. Tengo esa sensación con Televisión Española, la tengo, absolutamente, con À Punt… Eso ya no existe. Puede suceder en algún momento concreto, pero no como algo continuado. Es verdad que las televisiones generalistas las ve mucha más gente de lo que pensamos, pero también es verdad que ya no existe eso de la abuela, la nieta, el padre, la madre y el tío todos sentados viendo lo mismo. Ahora cada uno tiene sus pantallas y las televisiones públicas y generalistas no están acabando de responder con la rapidez que requeriría. Pasa incluso con La casa de papel, que era un fenómeno, pero llegó Netflix y explotó. Daban ganas de decir, “pero, Antena 3, mira lo que has tenido” (risas)
DB: Ahí había más cosas: el formato de los capítulos, que duraban una hora, los anuncios… Hay un montón de elementos que lo convierten en viejo paradigma.
A mí me parece que el formato de la serie está derivando, del producto largo de varias temporadas, a la miniserie de pocos capítulos. ¿Cuáles creéis que son las razones?
AO: Has tocado un tema que nos encanta (risas).
DB: Yo creo que es una cuestión principalmente comercial. Si hay más miniseries es porque las cadenas y las plataformas apuestan por ellas. Y eso tiene algunos motivos. No olvidemos que muchas de estas miniseries son engañosas. Son miniseries que, cuando funcionan, continúan. O sea, es un modelo más interesante para ellos en el sentido de que pueden hacer una miniserie cerradita, y si funciona bien, crear una segunda temporada, en lugar de decir: “firmamos por tres temporadas y a lo mejor tengo que cancelarla después de la primera porque no ha logrado el resultado”. Es mucho más interesante hacer El cuento de la criada y, en el momento en el que funcione, nos podemos plantear una segunda temporada. Lo están haciendo, incluso, con series como esta, que está adaptando una novela. Pero, por otro lado, ¿por qué pueden fracasar más este tipo de series? Ahí el exceso de oferta hace que surja un fenómeno que estamos viendo y es que las segundas temporadas quedan sepultadas. Aparecen primeras temporadas muy exitosas y cuando llega la segunda, pasa desapercibida.
AO: Mi sensación es que, aunque no nos guste, los grandes relatos están desapareciendo. Series como Los Soprano son como grandes relatos. Tú puedes estar contando la vida de estos mafiosos hasta que te de la gana porque lo que estás haciendo es estar viviendo con ellos. Pero yo creo que estas grandes obras río están acabando. La pandemia también ha ayudado. Ha creado un fenómeno tipo Gambito de dama, por ejemplo, o Unortodox, un éxito que nadie se esperaba y que nos pilló a todos metidos en casa.
ML: Yo creo que es una mala noticia para los seriefilos de toda la vida, y yo me reivindico como tal, porque parte de la liturgia de las series era esperar para ver la siguiente temporada, poder hablar sobre ella, elucubrar sobre lo que iba a venir… Todo eso formaba parte de la experiencia y se está perdiendo con estas ganas de ver las series aceleradamente. Estamos en un momento en el que, incluso, las plataformas te dan la opción de pasar rápido el capítulo. Puedes verlo ¡a más velocidad! Pero, ¿quién quiere hacer eso? Es una especie de competición por ver las series.
DB: Es más importante ver lo que pasa que disfrutarlo.
ML: Los grandes relatos eran importantes para dar tiempo a desarrollar los personajes. Esto, con una película, no se podía hacer. Tony Soprano es un personaje que va creciendo a lo largo de las seis temporadas que tiene la serie, o el Don Draper de Mad Men. A día de hoy, nosotros solo recordamos dos series supervivientes que son The Crown y Better Call Soul.
DB: Y, de verdad grande: The Crown. Hay más, pero que tengan una cierta relevancia dentro del mundo de las series, yo creo que esas. Grandes como las que hemos citado, como, en su momento, Breaking Bad o Perdidos, nos queda muy poco.
ML: Ha nacido una pequeña esperanza con Euphoria. La segunda temporada ha ganado adeptos y hay ganas de la tercera, pero veremos qué pasa.
AO: Otra cosa que está matando un poco esto es el hecho de que hay que opinar sobre el capítulo inmediatamente y, además, criticarlo. Y la obra no está completa. Hay que entender que las series no son los capítulos, son la serie completa. En el caso de Euphoria, los lunes no podías entrar en redes porque te encontrabas con que, de repente, había una crítica en la que se decía que se estaban glorificando las drogas. Pero, ¿quieres verlo entero y esperar a ver lo que te está contando? Hay una especie de ansiedad que tiene que ver con estos tiempos acelerados y consumistas en los que estamos y que no las dejan respirar. Esta crítica capítulo a capítulo está matando esa posibilidad de construir un relato coherente.
ML: De todas formas, yo sí creo que van a volver los grandes relatos. Tengo la sensación de que lo de Euphoria no es un caso aislado. También está pasando con Succession, que ya va por la tercera temporada. La gente tiene ganas de una cuarta y durante la tercera se comentaba mucho y se disfrutó bastante de la experiencia. Yo creo que son como alertas de que el fenómeno puede volver porque volvemos a tener esa sensación de comunidad, que es algo que nos pasó con Perdidos. Ahí empezó el hecho de tener una serie de la que hablar durante mucho tiempo, eso de estar semana tras semana intercambiando teorías, pelearse por un personaje o por otro, con lo que la experiencia se ampliaba. Eso lo hemos perdido con las miniseries. Están muy bien, pero los grandes relatos nos ofrecían ese extra.
En el festival traéis a muchos creadores de series. ¿En qué sentido ha cambiado vuestra perspectiva de las series ese contacto con los autores? ¿En qué medida echar un ojo, a través de ellos, a la trastienda, cambia vuestra mirada sobre las series?
ML: En el LABdeseries nosotros, en realidad, analizamos series, más que criticarlas. Y ahí está guay conocer al creador porque conoces otros entresijos de las series, cómo se han rodado, las circunstancias, la coyuntura… nos pone un poco en contexto.
AO: También nos ayuda a entender algunas series. Por ejemplo, en el caso de una serie como Aquí no hay quien viva, que no es una serie de la que yo sea espectadora, te informan de cómo eran conscientes de la importancia de la serie y de su efecto, o cómo surgían determinados personajes o determinadas tramas. A mí eso me parece muy interesante. Yo tengo mucho respeto por los creadores en general, incluso aunque creen cosas que a mí no me gustan, porque me parece muy difícil. Hay que escuchar a los creadores. Se aprende muchísimo más escuchando o leyendo a los creadores que consultando libros de teoría cinematográfica o sobre series o sobre el mundo audiovisual. Los creadores se tienen que enfrentar a retos, se ven obligados a tomar determinadas decisiones o a defender sus propias formas de ver el relato y me parece muy interesante oírlos.
Y en el caso del público, ¿cómo veis esa relación con los autores?
AO: Sobre todo es muy interesante la relación que tienen con los chavales, con los estudiantes, adolescentes y jóvenes que, de repente, tienen a los creadores de las series que ven. Esto es muy bonito. Habrá muchos que probablemente no se planteen quién crea estas series, pero esto les permite preguntarles sobre su propio mundo, sobre el hecho de ver cómo esta gente, que no es de su edad, está creando su mundo. Esas sesiones son muy ricas, nos gustan mucho.
LM: Nuestro planteamiento en el festival no es traer a grandes figuras de éxito. La gente que viene al festival lo que quiere no es hacerse una foto o preguntarles una chorrada. A nosotros nos interesa la gente, más por el éxito que tiene, por el discurso que tiene detrás. Eso atrae a un tipo de público ávido de respuestas, con muchas ganas de conocer a esa figura y de intercambiar impresiones con él o ella. El año pasado, por ejemplo, la charla sobre Berlanga funcionó muy bien por cómo los creadores de Aquí no hay quien viva, Vota Juan o Siete vidas relacionaron su trabajo con el universo de Berlanga.
DB: Se trata, sobre todo, de exprimirlos en el sentido de que no vengan a repetir un discurso aprendido, sino que, al rodearlos de gente inesperada, otros agentes culturales, la conversación vaya por otros derroteros, que lo que primen sean las ideas, las conexiones entre esa serie y otras cosas. Nos gusta mucho que se den esas cosas en el festival.
Hay quien lo ha dado por muerto, pero, ¿volverá el formato sitcom?
DB: ¡No! Nunca. (risas)
AO: Sí, volverá (risas) Yo creo que, de otro modo, pero volverá.
LM: Esto es muy cíclico. Hemos asistido muchas veces a la vuelta de muchas tendencias y las sitcoms también se reformularán. Algún día, dentro de no sé cuántos años, alguien vendrá y dirá, “mira este formato novedoso” y los señores mayores, que seremos nosotros, diremos, “no, perdona, esto lleva existiendo desde hace mucho tiempo”. No se puede comparar I love Lucy con The Big Bang theory. Entre las dos hay una evolución, pero no dejan de ser dos sitcoms. Pues creo que dentro de diez o veinte años, de otra manera, reformuladas, volverán.
Ya para terminar, algunas preguntas cortas. ¿Cuál es vuestra serie favorita?
DB: Está claro: Mikel, A dos metros bajo tierra, la de Aurea es Mad Men, y la mía, por supuesto, Perdidos.
ML: Podríamos intercambiarlas, menos David que no ha visto Mad Men (risas)
AO: Y podríamos decir otras tres (risas)
DB: Sí, esto es porque lo hemos repetido en otras ocasiones…
ML: Por no contradecirnos a nosotros mismos (risas)
DB: …te atas emocionalmente a lo que has dicho, pero es verdad que podría decir otras cinco diferentes. Podría decir The Wire, en lugar de Lost, perfectamente.
¿Y qué serie de las grandes os atreveríais a decir que no os ha gustado?
ML: The walking dead.
DB: ¡Pero eso no es polémico! (risas)
ML: Pero son tan felices viéndola… algunos.
AO: He leído que tiene como 10 spin-off. Demasiados zombis, francamente… Yo diría Breaking Bad.
DB: Modern Family.
¿Y ese final decepcionante que dijisteis, para qué he visto esto?
DB: Juego de Tronos.
AO: Cómo conocí a vuestra madre. Tampoco es que me parezca una súper-serie, pero el final me parece penoso.
ML: House of cards.
AO: ¡Ah, claro!
ML: Pero, vamos, no es solo por la última temporada. Hay dos o tres temporadas anteriores que me parecen un horror.
AO: Dexter.
ML: Otra serie a la que le sobran siete u ocho temporadas.
DB: Hay bastantes.
Y la última es un encargo. Me han pedido que os pregunte por Anatomía de Grey.
AO: (risas) Esta va dedicada a mí. Bueno, yo le perdí la pista durante unas temporadas. Es una serie larguísima, y eso que, de repente, te cansas… Pero creo que las últimas temporadas se han retomado con muchísimo interés. Por ejemplo, la temporada dedicada a la pandemia me parece casi modélica. Es una serie que siempre ha tenido una cierta dimensión política, pero no tanta como en las últimas temporadas, sobre todo en lo que se refiere a cuestiones de raza o diversidad sexual y este tipo de cosas. A mí me parece entretenidísima. A veces te presentan a algunos personajes que no te gustan o gente que no hace más que idioteces, que también las hay, pero es como un placer encontrarme con ellos y lo sigo haciendo. La veo, además, semanalmente. Es un placer no culpable al que no hay que renunciar. (risas)