Por fin llega a la cartelera de los teatros públicos una nueva producción propia del Institut Valencià de Cultura (IVC). Se llama La mancha, la escribió Sergio Serrano en 2022 y la podéis ver hasta el ocho de diciembre en el Teatro Rialto. Todo arranca con una anécdota: una familia descubre una pequeña mancha en la pared de su cocina. Es el gancho del que se sirve Serrano para hablarnos sobre los miedos y anhelos de esta familia, sobre incomunicación y ausencia de futuro, sobre lo que ocultamos como sociedad y como individuos. El segorbino compagina sus trabajos para cine y televisión con labores de producción en El Gatopardo y La Zafirina, compañías que han recibido la atención de los prestigiosos premios Max gracias a las obras El artefacto y Chucho. Hablamos con él de su nueva criatura, de la precariedad en el sector y de la catastrófica DANA que arrasaba en octubre varias comarcas valencianas.
Cuéntanos, ¿de qué va La Mancha?
La mancha es una comedia sobre una familia que vive apartada en un pueblo y que, al descubrir una extraña mancha en la pared de su cocina, sus miembros se atreven, por un momento, a hablar de las cosas que nunca hablaron y a enseñarse sus heridas. La mancha también es un juego teatral donde los actores y actrices juegan con el propio relato y lo alteran para contarle esta historia al público y a ellos mismos, con la intención de comprenderse y ser reflejo de la sociedad en la que vivimos.
¿Qué podemos leer en el subtexto?
La fábula “esconde” muchos temas que me interesan. Cuando comencé a escribir el texto me planteaba qué significaba la palabra “mancha” e intenté desarrollarla en varias capas que permanecen ocultas en la obra. La mancha como parte de nuestros anhelos y miedos humanos, la mancha como concepto de familia clásica y la mancha como todas aquellas cosas a las que deberíamos prestar atención como sociedad, con el deseo de que alguna vez sean distintas. De algún modo, estos conceptos o estas ideas aparecen en medio de la fábula, a veces a través de personajes que llegan hasta esta casa donde se desarrolla la obra, y otras como deseos de los protagonistas.
¿Es una obra pesimista o hay cierta esperanza en ella?
La mancha es una obra que apela directamente a la esperanza. Los personajes creen en el juego que han establecido y se hacen cargo de su propia ficción para ser capaces de contemplar todos nuestros miedos contemporáneos, con la esperanza de que las cosas sean distintas. Como dice uno de los personajes “la mancha es un espejo que nos abrirá los ojos.”
No es la primera vez que montas una obra utilizando una anécdota sencilla para el arranque. En El artefacto construyes el argumento a partir de una antigua granada de mano y, ahora, a partir de una mancha. ¿Ayudan los pequeños detalles a hablar de temas universales? ¿Cómo los utilizas?
Una anécdota muy sencilla puede ser el disparador para hablar de temas complejos. La fábula simplemente es el raíl que nos lleva en una dirección clara. Todos los temas y preguntas que se plantean están en otros lugares. A mí me interesa mucho las heridas de los personajes y como se muestran a partir de estos hechos tan sencillos.
Tanto El artefacto, como La Mancha, se desarrollan en espacios indeterminados. En este último caso, en una casa poco definida de no se sabe qué pueblo. ¿Qué buscas con esta indefinición?
Esta indefinición tiene que ver con el juego teatral. El espacio se convierte en un pequeño terreno de juego, para que los personajes, junto al público, a través del texto y la imaginación, puedan jugar libremente con la historia que están contando. En este caso, la obra transcurre en una pequeña casa y los personajes van diciendo los lugares que transitan. En esta indefinición, ellos nos van guiando y el público completa ese cuadro vacío. A veces dicen que están en la habitación y otras en la cocina, pero no apoyamos escenográficamente estas acciones que hacen ellos, sino que es el espectador el que completa el cuadro. Me interesa mucho este tipo de dispositivos para contar historias.
En La mancha te has rodeado de colegas de La Zafirina y El Gatopardo como Mafalda Bellido (en el reparto) y Marcos Sproston (en la dirección). ¿Qué le han aportado a la obra?
Son muchos años trabajando junto a muchas de las personas del montaje. Hay un entendimiento mutuo sobre el teatro que nos interesa y sobre la manera de trabajar. En el caso de Marcos, a mí me interesaba, como autor, que hubiera otro director con una mirada que no estuviera empapada por las ideas de dirección que yo ya tenía establecidas. Hemos trabajado en otros montajes, siempre con un gran entendimiento, y nos interesa el mismo tiempo de teatro. Sabía que el montaje lo tenía que codirigir con él porque él también conocía cual era la base escénica de la que íbamos a partir y le ha aportado mucho al proceso. En el caso de Mafalda, el personaje estaba escrito para ella desde Ínsula Dramataria. Ella conocía perfectamente el proyecto desde sus inicios. Su trabajo como actriz es muy potente y tiene un grandísimo conocimiento sobre el teatro textual y, en concreto, sobre la manera en la que están escritas mis obras. Ella le ha dado un vuelo increíble a este personaje en el escenario. No podía imaginar el proyecto, ni con otra actriz haciendo el papel de la madre, ni con otra persona en la dirección.
En el último año has ganado premios otorgados por Rambleta y la revista Red Escénica, y has sido seleccionado para participar en Laboratorio de Escritura Teatral de la Fundación SGAE y en el Programa Nuevas Dramaturgias de San Sebastián. El artefacto lo desarrollaste en un laboratorio de dramaturgia de la sala Cuarta pared de Madrid y La Mancha en el Laboratorio de Escritura Ínsula Dramataria. Parece que sí hay ayudas a la escritura teatral, ¿o es que te las llevas tú todas?
La escritura teatral es de una precariedad enorme y, gracias a estos laboratorios que apuestan por la autoría contemporánea, los autores y autoras podemos tener un espacio y unos recursos para desarrollar nuestras obras. Yo he tenido la grandísima suerte de poder participar con diversos proyectos en casi todos los laboratorios que hay en el estado. Si no fuera por estos espacios, seguramente, yo no habría podido escribir teatro o no habría podido dedicarle el tiempo que le he dedicado. Aun así, desgraciadamente, las ayudas y laboratorios que existen no son tantos, y hay muchos proyectos que se quedan por el camino y que nunca llegarán a escribirse por falta de recursos.
Sé de algún actor valenciano que, aún trabajando regularmente, tiene problemas para llegar a final de mes. ¿La precariedad es un mal endémico del ecosistema teatral valenciano? ¿Cuáles serían tus reivindicaciones para mejorar las condiciones de todos los que vivís en él?
Yo sé de más de uno. Prácticamente todos los que conozco. “La precariedad es la nodriza del espanto”, que dice Paco Zarzoso en su maravillosa Querencia. Por un lado, creo que no existe una fórmula con la que subsistir en la mayoría de las compañías privadas, sin tener que realizar infinitas tareas. Nosotros intentamos escribir y montar nuestros espectáculos, invirtiendo muchísimo tiempo y recursos, pero luego, difícilmente esto se ve mínimamente “recompensando” o “amortizado”. El mundo en el que vivimos, cada vez deja menos espacio para las cosas que no son rentables económicamente. Todo pasa por el interés de los mercados. Lo que hacen la mayoría de las compañías escénicas, en cualquier otro sector, sería completamente incompresible por el nivel de precariedad. Creo que este mundo en el que nos ha tocado vivir debería dejar mucho más espacio para lo colectivo y el pensamiento desde el sector público. Nadie le exige a un colegio u hospital ser rentable económicamente porque, claramente, se entiende la necesidad de estos en la sociedad; pero cuando hablamos de lo cultural, parece que no se llega a comprender. Se deberían destinar más recursos, pero, desgraciadamente, no se hace. En cuanto a compañías privadas, las giras son cortas o inexistentes, y las producciones privadas no cuentan con los recursos necesarios para trabajar dignamente.
Personajes de la cultura valenciana como Mª Ángeles Fayos (Olympia), Xavi Castillo (Pot de Plom), Pilar Almería (Teatre Micalet) o Francis López (TAMA) pidieron que no se cancelaran espectáculos culturales por la DANA en València y los municipios que no estuvieran afectados. ¿Cuál es tu postura? ¿Hay que frenar los eventos en signo de duelo y respeto o la cultura debe continuar pese al desastre?
Copio, pego y suscribo el comunicado de Comités Escèniques, del que formo parte, para hablar de esta cuestión: Comités Escèniques solicita que se mantengan las programaciones en los teatros, centros culturales y festivales o ciclos municipales. Dado que esos teatros no se encuentran dentro de las causas legales de la suspensión. Suspender las funciones supone aumentar los daños causados por la DANA. Hay otras formas de ayudar a los municipios y a las personas afectadas, más allá de suspender funciones. (Seguramente los espectadores de la ciudad de Valencia que no pueden ayudar físicamente, estarían agradecidos de poder ayudar asistiendo a una función benéfica, por ejemplo.) Si aun así, se deciden suspender, exigimos a los teatros municipales que paguen los cachés y las indemnizaciones pertinentes marcadas por la ley en el caso de suspender sin ningún motivo.
Todos los que tenemos cierta edad sabemos qué estábamos haciendo el 11 de septiembre de 2001, y a partir de ahora, va a formar parte de la conversación pública qué hacíamos el 29 de octubre de 2024 cuando se desbordó la rambla de Poio arrasando l’Horta Sud. ¿Qué hacías tú? ¿Cómo has vivido la catástrofe? ¿Cómo la ha vivido tu sector?
Yo estaba en Madrid en la última sesión del Laboratorio de Escritura Teatral de Fundación Sgae. Salí tarde, fui a coger el AVE para volver e ir al ensayo del día siguiente y ya no me dejaron regresar. En Chamartín empecé a enterarme de todo. Los primeros días de la DANA estuve fuera y los viví con distancia, con la información que había, enterándome de la magnitud de lo que estaba ocurriendo aquí, con gran incertidumbre y con la rabia de la gestión que se estaba haciendo. Finalmente, cuando pude regresar fui a las zonas afectadas a intentar ayudar. En el caso concreto de “La mancha”, parte del equipo que se vio afectada directamente. Muchísimos compañeros del sector teatral han perdido equipo, escenografías, etc. La tragedia trasciende a cualquier sector. Ha sido un absoluto desastre en todos los sentidos. Sobre todo, en las muertes que se podían haber evitado. Es una grandísima decepción ver como, a quien le toca asumir responsabilidades, no las quiere asumir. Y sí, hablo de Mazón.