“HAY QUE EMPEZAR A LEER MÁS LAS ETIQUETAS”

Me concede una interesantísima entrevista la doctora Odile Fernández poco antes de impartir un taller sobre alimentación anticáncer, organizado por la Clínica Neurotec, en Valencia. Odile Fernandez es médico de familia, especialista en nutrición anticáncer. Además de superviviente de cáncer es autora de los libros best-seller sobre el cáncer: Mis recetas anticáncer y Mi revolución anticáncer. Le pregunto por el libro recién publicado Recetas para vivir con salud (Planeta). GINÉS J. VERA

En Recetas para vivir con salud vemos dos partes diferenciadas, una primera en la que aborda temas teóricos sobre la alimentación anticáncer y, una segunda, con recetas. Respecto a la primera vemos a su vez tres grandes bloques divulgativos, ¿por qué se decidió por estos tres temas en concreto?
Sí, hablamos de la cocina anticáncer, la cocina de la felicidad y la cocina de la larga vida. Quizá sería porque son tres cosas que queremos en nuestra vida; alejar la palabra cáncer, vivir felices y vivir mucho. Eso es lo que nos gustaría pero por desgracia no es lo que está pasando, cada vez hay más depresión, cada vez hay más casos de cáncer, todo y que tenemos una esperanza de vida bastante alta, pero no con buena calidad de vida. Entonces a esto hay que darle la vuelta, ¿cómo podemos prevenir esas enfermedades y retrasar el envejecimiento? Porque envejecer vamos a envejecer pero podemos hacerlo con buena calidad de vida. Esos son los tres pilares del libro, que luego, cuando lo lees, ves que es todo lo mismo, la alimentación ha de basarse en productos vegetales, en productos frescos, en poca grasa, muy parecida a la dieta mediterránea, pero esos son los tres grandes pilares de que hablo en mi libro.

Leemos que nuestra felicidad y el poder vivir más y mejor depende al parecer de lo que comamos, de nuestros hábitos alimentarios. Felicidad y longevidad reaccionadas con lo que nos llevamos a la boca, vamos.
En los últimos años cada vez hay más depresión, más ansiedad, más trastornos del sueño y la calidad de vida no es tan buena como desearíamos. Parece que esto está relacionado con el cambio de alimentación que ha habido en los últimos años. Estamos abandonando la dieta mediterránea a favor de comida procesada con mucha carne, mucho azúcar y mucho procesado. Y cuando nuestra alimentación es deficitaria en algunos minerales, vitaminas, ácidos grasos esenciales como el Omega 3, algunos aminoácidos como el triptófano o la tirosina, eso hace que en el caso de la depresión, la química cerebral no funcione de manera adecuada, porque afecta a los neurotransmisores, y nos sentimos más tristes y con el ánimo más bajo. En el caso de la longevidad, sabemos que los telómeros que son los responsables del envejecimiento, se pueden acortar prematuramente si nuestra comida está basada en comida rápida y ultraprocesada. Por eso lo que apostamos aquí es por una comida muy rica en minerales, en ácidos grasos en aminoácidos, apostando por una dieta con muchos vegetales, una dieta basada en plantas.

Hace poco ha vuelto el debate social sobre el consumo de carne, procesada o no, y sobre las ventajas o perjuicios de su consumo habitual. Curiosamente en este libro lo relaciona además con el estado de ánimo de quien se alimenta habitualmente así.
Sí, es algo que probablemente mucha gente no asocia, pero el alto consumo de carne produce inflamación crónica en los tejidos. Y sabemos que la inflamación crónica se relaciona con mayor riesgo de padecer cáncer, trastornos del ánimo, y un acortamiento de los telómeros, por tanto, del envejecimiento. De hecho, si dejas de comer carne durante dos semanas rápidamente vas a notar que tu estado de ánimos mejora y que tienes más vitalidad. Y no solo es el problema de la carne en sí, sino que si comes mucha carne estás dejando de comer muchas cosas como puede ser la verdura. Entonces, yo siempre digo que no ha de ser vegetariano si no se quiere, pero si decimos de cambiar la carne por pescado y por huevos que es más saludable. Además, el pescado azul tiene ácidos Omega 3 que es antiinflamatorio. Uno de los problemas de la carne es que produce inflamación y a más inflamación más depresión.

La National Cancer Research Foundation publicó un informe en 2007 (se espera se actualice este 2018) sobre la relación entre cáncer y dieta. En aquel hay una serie de recomendaciones entre las que se encuentra no solo limitar el consumo de la carne roja y procesada. También limitar el consumo de sal… (Casualmente este domingo cuatro se conmemoró el día europeo para la prevención del riesgo cardiovascular).
Respecto a lo de la sal, se relaciona con algunos cánceres, sobre todo con el cáncer de estómago. De hecho, los países que más sal toman, como Japón o Hungría, son los que más casos de cáncer de estómago tienen a nivel mundial. Reduciendo el consumo de sal podemos disminuir estos cánceres y otros que están menos relacionados pero que también tiene que ver con el estómago. El problema no es tanto la sal que tú le pongas a la comida sino la sal oculta. Le pasa como el azúcar, que es que sin darte cuenta, si lees los ingredientes de los productos que compras verás la cantidad de sales añadidas, aunque no tanto como el azúcar, porque el azúcar sí que es un gran problema, y por eso hay que empezar a leer más las etiquetas.

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