Esta semana entrevistamos al escritor y abogado valenciano Juan Francisco Ferrándiz. Nació en Cocentaina (1971) y es autor de las novelas históricas Secretum Templi, Las horas oscuras (con la que ha cosechado un enorme éxito de público y ventas) y La llama de la sabiduría (Grijalbo, 2015) por la que le preguntamos en esta entrevista.
La llama de la sabiduría transcurre en la Valencia del siglo XV, se me antoja una época difícil para las mujeres –eje vertebral de su novela– también para muchos de sus moradores con la constante presencia del hambre, la miseria, la pestilencia y la muerte.
En cualquier ciudad de la época se vivían situaciones dramáticas. La muerte estaba presente y era contemplada como algo cercano, de ahí el desarrollo del Ars moriendi para preparar el tránsito al más allá.
He querido que Valencia sea, más que un escenario, un protagonista, que pone a prueba a los personajes para ver si son dignos de serlo. Les enfrenta a calamidades que podrían ocurrir en cualquier ciudad y a otras particulares de esta ciudad, en especial una que desde antiguo ha aterrorizado a sus habitantes (como consta en las crónicas): una riada del río Turia en los meses de otoño.
Que el propio escenario sea partícipe de la trama, la modifique o retuerza, le da más fuerza a la historia, a las vivencias personales de los protagonistas, además de enriquecer al lector que poco a poco va conociendo más cómo se vivía en esa ciudad.
Valencia es una ciudad muy literaria.
¿Qué papel jugaba la medicina y la religión en esa época con la ciencia enfrentada a la fe y la razón a las creencias? Precisamente en Valencia se fundó hace más de cinco siglos el que se considera el primer hospital para enfermos mentales.
Leyendo documentos de la época salta a la vista que no había una clara frontera entre enfermedad y castigo divino. Los consilium, una especie de historial médico, describían los síntomas del enfermo, recomendaban el remedio (sangrías, lavativas…), especificaban los fármacos (ya empleaban incluso píldoras hechas con hierbas) y finalmente las oraciones y penitencias para su sanación.
El propio Lluís Alcanyis, en su obra Regiment de la pestilencia atribuye a causas divinas la enfermedad aunque ya da ciertos consejos sobre higiene pública, como limpiar acequias o prohibir la pesca en el tramo de río que pasa por la ciudad… Será siglos más tarde cuando en medicina, ciencia y religión separen sus caminos.
Háblenos de Irene Bellvent, de sus valores como mujer en una sociedad machista y represiva como era la del s. XV en Europa, en el contexto argumental de esta historia.
La novela comienza con el dilema al que se enfrenta una joven soltera de finales del siglo XV… Irene Bellvent hereda el hospital regentado por sus padres, pero las leyes de la ciudad obligan a que los spitalers, encargados de su gerencia, sean un matrimonio… ¿Debe casarse entonces? ¿Qué esposo querrá asumir un hospital lleno de deudas y con mala fama por ser el epicentro de extrañas muertes? ¿Le conviene más vender la propiedad y aportar ese dinero a su propia dote? Y sobre todo… ¿Qué siniestra amenaza planea sobre de su familia?
He buscado con atención y la sorpresa ha sido encontrar numerosas biografías y hechos de mujeres que tomaron el camino difícil, el que dictaba su corazón o su conciencia frente a los prejuicios y, sobretodo, las leyes del momento. Todos imaginamos la situación de la mujer en aquellos tiempos, sin embargo las hubo que siguieron su propia senda. En ellas y su valor se inspiran Irene Bellvent, Caterina, Peregrina y también personajes varones, claves para la historia.
El lector leerá a menudo en La llama de la sabiduría, una referencia a “el latido de la sibila”, me gustaría que nos hablara de él por su relevancia en la novela.
Aunque sea un recurso ficticio de esta novela, bebe de lo que algunos historiadores consideran pequeños conventículos femeninos de ayuda ante la ausencia de espacios públicos para ellas más allá del mercado o los deberes religiosos. Muchas mujeres de la edad media y moderna se reunían para compartir conocimientos, remedios, confidencias y secretos como verdaderas comunidades, a menudo secretas. Son muchos los antropólogos que interpretan los “coven” o aquelarres en este sentido.
En la novela vemos esa solidaridad y compañía entre ellas, siendo además una válvula de escape donde cabrían la danza y los flirteos (hay que tener en cuenta que muchas habían sido casadas por imposición y otras ya eran viudas). Unos ojos ignorantes y fanáticos verían sin duda en tales encuentros algo malsano y pecaminoso que debía ser denunciado a las autoridades…
Entre los muchos detalles históricos he rescatado el del posible interés de Luis de Santángel por unos mapas guardados por Lorenzo de Medici, trazados por el matemático Toscanelli… No en vano Colón pasó por Valencia en su recorrido por las cortes de Portugal y Castilla.
Se trata de un artificio de ficción pero tiene elementos históricos que me llevaron a valorar esa posibilidad. Hay estudios que detallan qué mapas podría haber estudiado Colón para calcular la posible ruta hacia las Indias. Destaca el realizado por Toscanelli. Tales documentos obraban en poder de poderosas familias de banqueros y mercaderes, la mayoría venecianos, pero también los Medicci.
El valenciano Luís de Santángel era Maestro de Ración, beneficiario de ciertas concesiones reales y financiero de la Corona. Solía viajar a la corte real y estaba al corriente de la propuesta de Colón. Como financiero es lógico que tuviera interés en valorar si aquella expedición tenía sentido y sus posibilidades económicas, algo que sólo podía comprobarse estudiando los mejores mapas del momento. Por otro lado, como bien dices, Colón pasó por Valencia y además se conserva la carta que le envió a Santángel tras el primer viaje.
Estos mimbres dispersos son los que al escritor le estimulan para que la imaginación se ponga en marcha…
¿Cómo surgió la idea de escribir una novela histórica sobre el alma las mujeres, emplazada en la Edad Media valenciana?
Fue la fusión de dos ideas independientes que podrían haber derivado en dos historias totalmente distintas. Por un lado el fascinante camino que ha recorrido la mujer occidental durante milenios: desde la época minoica en Creta, su descenso a los infiernos con los griegos micénicos, las interpretaciones en la mitología, filosofía y religión, hasta el debate intelectual de la querella de las mujeres. Se puede intuir la existencia de un rastro muy sutil que es para mí uno de los mayores enigmas del pensamiento occidental.
Por otro lado Valencia a finales del siglo XV era no sólo una ciudad. Era una Metrópolis en el sentido arquetípico, es decir, la confluencia en un punto del espacio y tiempo de todo lo luminoso y oscuro del ser humano. Un escenario con infinidad de aristas: edificios ostentosos, el mayor burdel de Europa, la pugna entre nobles, comerciantes y banqueros por el poder, las intrigar, los casos de corrupción, esclavitud, epidemias, riadas… Luego está el sistema sanitario, los usos y remedios de la época, sus protagonistas…
Sólo el escenario ya posee tanta potencia que fue muy fácil ubicar a los personajes de ficción en él. Para mí profundizar en la historia de esta ciudad ha sido un viaje emocionante.
GINÉS VERA