Reservoir Books · 2018
La historietista sueca Liv Strömquist explica con mucha socarronería en El fruto prohibido cómo el cuerpo de la mujer y su sexualidad han sido usados a lo largo de los siglos para mantenerla sometida. La crítica la hace desde el humor más amargo, pero aportando datos y mucha documentación. Para llegar a la conclusión de que TODOS los discursos sobre la sexualidad y el orgasmo femeninos se construyen en relación con el cuerpo, la sexualidad y el orgasmo masculinos. Primero concibiendo la vulva como una mala versión del órgano masculino y luego como su contrario, ¡pero nunca por derecho propio! Leeremos sobre las ideas peregrinas de John Harvey Kellogg (sí, el de los cereales) respecto a la masturbación femenina (¡provoca cáncer!), y conoceremos la placa grabada en la sonda espacial Pioneer que lanzó la NASA en 1972 –una especie de mensaje en una botella que contenía información sobre la vida en la Tierra destinado a posibles extraterrestres– donde el hombre exhibe orgulloso su órgano sexual mientras la mujer no tiene nada que mostrar. Como si no existiera nada ahí, oiga. Además, nuestro buen amigo Sigmund Freud afirmará que solo las mujeres jóvenes e inmaduras tienen orgasmos clitorianos (ja!) y veremos como muchísimas culturas se han puesto de acuerdo demonizar la menstruación. Lo que explica que, por ejemplo, una empresa de tampones escriba en su página: “Los tampones XXX caben en el bolsillo de los vaqueros y los puedes llevar en la mano para ir al baño sin que se vea lo que es”. Cómic feminista que sacude conciencias y hace despertar. S.M.