ECC · 2018
El talento artístico y expresivo de Dave McKean está sobradamente demostrado en múltiples publicaciones, muchas de las cuales he tenido la suerte de reseñar. Sin embargo, esta ocasión es especial, ya que McKean se mide con otro artista no fácil, Paul Nash, haciendo suyo su mundo y su voz sin por ello renunciar a plasmar su impronta personal, tan característica. El proyecto tiene su origen en la conmemoración del centenario de la Primera Guerra Mundial, por la que la organización 14-18 Now propuso a McKean desarrollar un relato gráfico con este motivo. La elección de la vida y experiencia de Nash como hilo conductor es todo un acierto, ya que permite al autor abordar un hecho histórico con la desgarradora potencia expresiva del arte y la vivencia individual. De esta manera, McKean fusiona vida y sueños del pintor surrealista, profundamente marcado por su participación en el conflicto, para acercarse al horror de las trincheras, de la sinrazón humana, del absurdo de la guerra, pero también de una vida de zozobra entre anhelos artísticos, amorosos y tortuosos recuerdos, en la que mundo interior y realidad externa son difícilmente distinguibles.
Así, tenemos ante nuestros ojos un impresionante despliegue de recursos gráficos y estilos artísticos, con una profunda inspiración en las vanguardias del momento, como surrealismo o expresionismo alemán, además de frecuentes guiños a las imágenes mostradas en los cuadros de Nash. McKean muestra su potencia no sólo a través de sus célebres fotomontajes, sino de un uso magistral del dibujo, el cromatismo y una riqueza pasmosa de efectos expresivos que no desmerecen la concepción unitaria de la obra. A través de ellos nos zambullimos en la oscuridad de un alma torturada en pos de un perro negro que es, a la vez, el propio Nash y su destino fatídico. Sumergidos en la mente del pintor avistamos el estallido de la guerra, en apariencia un hecho nimio y considerado de final próximo por el mundo; la dureza de las trincheras; los estallidos de bombas y proyectiles; la quietud engañosa del hospital; el triunfo de la neurosis colectiva y, sobre todo, el trauma que se apodera de los recuerdos de Nash y que está presente en su obra pictórica.
Como ocurre con las grandes obras de arte, McKean consigue en esta narración gráfica –nominada a los premios Eisner 2017 e incluida en la selección oficial del Festival de Bande Dessinée de Angouleme 2018– llegar a la universalidad de la experiencia a través de los recuerdos más íntimos y crudos del interior de un ser humano. La guerra es tan absurda que no sabemos si lo que se nos cuenta pertenece a la realidad o a los desvaríos de una mente desquiciada, y aun así McKean sabe impregnar de una belleza dura, descarnada y contundente todo lo que crea. La altura y la calidad artística que puede alcanzar el cómic como arte quedan ampliamente mostradas con esta obra, lo que hace que su lectura, e incluso su reiterada consulta, resulten absolutamente recomendables. RAQUEL J.R.