Qué decir de… Joker

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Título original: Joker · Todd Phillips · USA · 2019 · Guion: Todd Phillips, Scott Silver · Intérpretes: Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Frances Conroy.

1.Antecedentes. A todo buen (y viejo) aficionado a los comics, no puede dejar de sorprenderle el repentino interés que la industria del cine ha demostrado en los últimos tiempos por ese medio de expresión y, especialmente, por el sub-género de superhéroes. ¿A qué venía esta explosión de producciones dedicadas a relatos que ya había leído treinta años atrás?, se preguntaba. Y lo más importante de todo, ¿qué tenía que aportar el cine a lo ya contado durante décadas en las viñetas? Pero, más que nada, la cuestión más peliaguda quizá fuera esta: ¿sería capaz el cine, en su vertiente como forma de consumo de masas, de asumir la transformación que había padecido ya el propio género durante la década de los 80 del siglo pasado? En aquellos años, con la publicación de obras como Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, o el famoso The Dark Night Returns de Frank Miller, los comics de superhéroes ya no iban a ser lo mismo. Con estas (y otras muchas) obras fundamentales, las viñetas daban un salto estético y argumental para tratar cuestiones más “serias”, podríamos decir, abordando las complejidades del alma humana y su proyección en la realidad social y política de su tiempo. Los personajes serían a partir de ahora más complejos, sus peripecias se harían algo más enrevesadas, filosóficamente hablando, que la mera confrontación entre buenos y malos que había sido la práctica habitual previa. Pero, salvo algún modesto intento, la industria del cine contemporánea no parecía muy interesada en estas mutaciones, y más bien había optado por agarrarse al género como puro entretenimiento ligero para adolescentes, lo cual, dadas las posibilidades técnicas de hoy en día, no dejaba de ser una decepción. Para este cronista, ni siquiera la adaptación del Batman de Christopher Nolan se acercaba a aquellos presupuestos. Se agradecía el esfuerzo por reformar la estética cinética del hombre murciélago, pero las historias estaban muy lejos de algunas expectativas. Hasta que llegó Joker.

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2. El argumento. Brevemente y sin desvelar mucho. Arthur Fleck es un hombre que vive en un pequeño apartamento de un barrio degradado de la ciudad de Gotham. Para ganarse la vida y siguiendo su vocación de cómico, Arthur trabaja como payaso para una empresa que ofrece sus servicios en todo tipo de eventos: fiestas de cumpleaños, para animar a niños enfermos en un hospital, como hombre anuncio para una tienda, etc. No gana mucho dinero, tan sólo lo justo para llenar la nevera y pagar el alquiler del decadente apartamento que comparte con su anciana y enferma madre, a la que cuida. A pesar de su precario estado vital y económico, a Arthur su madre le enseñó siempre que tenía que sonreír ante cualquier problema. Una actitud positiva era, así, el camino más seguro para alcanzar el éxito, no sólo en el trabajo, sino en su relación con los demás. Pero la verdad es que a Arthur la vida no hace más que golpearle, tanto física como emocionalmente. Le golpea una banda de jóvenes en la calle, le golpean las pequeñas traiciones de su jefe y sus compañeros de trabajo y, sobre todo, le golpea un sistema político y social que lo abandona económicamente condenándolo a la marginalidad, pero también anímicamente dejándolo en manos de funcionarios que tienen pocas herramientas (si es que realmente les importa) para atender su afección, pues Arthur sufre una extraña disfunción que le impulsa a reírse incontroladamente en situaciones de tensión extrema. Todo el mundo golpea a Arthur… Hasta que se harta.

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3. Un impecable trabajo de reconstrucción. Lo primero que hay que destacar de este Joker dirigido por el realizador Todd Phillips, es el mimo con el que él y su equipo (tanto en el guion, como en el resto de facetas de la producción) han tratado de actualizar la figura de un personaje tan icónico como el loco que pone nombre a este trabajo. Si algo ha caracterizado esta última hornada de producciones super-heróicas era el intento por rediseñar el pasado de los personajes que abordaban, bien porque consideraban que lo ya escrito en las viñetas podía no interesar al público contemporáneo, bien por razones comerciales, para reescribir el relato desde el origen y crear así un nuevo mundo en el que ese espectador poco familiarizado con el género no se viera condicionado por ningún referente previo. Pero la verdad es que la mayoría de estas reinvenciones, tanto en su carácter, como en la serie de sucesos que sustentaban su génesis, o no aportaban nada o eran, como poco, mucho menos originales que su precedente en papel. En este punto, el éxito de Todd Phillips y su coguionista Scott Silver es doble. Apoyándose en la ya mítica reescritura del personaje llevada a cabo por el mencionado Alan Moore en The killing joke, la pareja creativa Phillips/Silver no sólo hacen una recreación psicológica del personaje impecable (hablaremos de esto en el siguiente punto), sino que logran arrastrarla a la pantalla con todo su potencial y, nos atrevemos a decirlo, la empujan un poco más lejos. Pero lo que resulta más admirable de este trabajo es cómo han conseguido Phillips y su equipo creativo lo que sin duda es más difícil en estas adaptaciones: llevar a imágenes en movimiento toda la imaginería del mundo del Joker (y, por extensión, de Batman) y hacerla creíble y sostenible para el espectador moderno. Hablar de todo ello nos llevaría muchas páginas, tan solo diremos que Phillips y compañía han logrado trasladar a la sala de forma especialmente realista elementos complejos como la risa histérica del personaje, su rostro blanquecino y su desproporcionada sonrisa, y hasta el famoso traje morado y el pelo verde tan característicos y que aquí aparecen en un trabajo de estilismo francamente reseñable. Ese trabajo de estilización lo llevará a otros ámbitos, como veremos.

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4. Joaquin Phoenix, sí. Sin duda una de las piezas fundamentales de esta función. Su trabajo es sobrecogedor, una auténtica delicia para los sentidos. Y aquí no nos referimos solamente a su imponente capacidad gestual o a su llamativa transformación física hasta dejar su habitual cuerpo fornido en puro hueso y nervio. Sí, cada mueca de su interpretación es un regalo para ese espectador que gusta de atender a lo más nimio cuando le dan la oportunidad. Cada músculo, cada gesto, cada expresión de su cara y de su cuerpo nos habla y nos cuenta algo de su personaje, cargando de detalles cada plano de esta cinta en un ejercicio plástico que no parece agotarse nunca. Hasta la última toma de la última secuencia tiene Phoenix algo que ofrecernos que no habíamos visto hasta entonces. Para Phillips, el cuerpo del actor se convierte, así, en pura masa madre, arcilla que, en sintonía con la cámara y el resto de elementos de la puesta en escena, son puro deleite estético. Pero todo ese trabajo gestual no está al servicio del mero capricho de una actuación simplemente histriónica, como cabría haber imaginado por algunos avances, sino en la construcción psicológica íntima de un personaje cuyo tormento sentimos en cada una de las imágenes de esta cinta. Plano a plano, secuencia a secuencia, podemos sentir el enorme trabajo físico y psicológico, la extraordinaria lucha que el Joker de Phoenix y Phillips tiene consigo mismo por resistirse a ceder y, al mismo tiempo, el íntimo deseo de romper la coraza que aprisiona su verdadero yo, la profunda aflicción de un hombre que se deja la piel por no caer en la tentación y comportarse de acuerdo a las normas, aunque, ay, esas normas no son más que la excusa que lo condenan a someterse a un sistema que lo ve como un simple títere. Y Arthur/Joker ya no puede más. ¿Cuánto tiempo aguantará así, humillado, vejado, sometido? Pero lo más increíble del Joker de Phoenix es que, aun quedándonos todo esto perfectamente claro, todavía guarda en su interior una especie de misterio, un secreto que solo reserva para sí, motivación última de sus acciones, que el espectador percibe y no es capaz de desentrañar del todo. Ese misterio es la esencia misma del Joker, su tuétano. Sí, Joaquin Phoenix “es”, por fin, el Joker. Pura adrenalina.

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5. El lenguaje del cómic en el cine. Pero donde el cine ha encontrado mayores dificultades ha sido siempre en cómo adaptar el lenguaje propio de las viñetas a la pantalla. Desde las torpes aproximaciones del Watchemen de Zack Snyder, pasando por los esfuerzos más o menos logrados de trabajos más sobresalientes como el de Christopher Nolan y su saga de Batman, a las últimas producciones de la factoría Marvel, el mayor problema era cómo lograr llevar a imágenes en movimiento la gramática secuenciada de los cómics haciendo, a la vez, algo diferente y propio. De todo lo visto hasta ahora (y no lo he visto todo, naturalmente; de hecho, me siento muy desconectado de la mayoría de estas propuestas), solo el injustamente denostado Superman returns de Bryan Singer (¿no es su Superman una perfecta adaptación estilística del Myracleman de Alan Moore, Rick Veitch y John Totleben?) y El Capitan América: soldado de invierno de Joe Russo, parecían haber ofrecido algo interesante. Podríamos decir que el mayor logro de muchas de estas producciones ha sido asumir el lenguaje del cine convencional del género de acción y fantasía, y poco más. Con Joker se marca un antes y un después. La jugada de Phillips es francamente inteligente. No es que ofrezca nada nuevo, pero sabe jugar bien con lo que tiene. El mismo Phillips daba las pistas mencionado al Taxi driver de Martin Scorsese como uno de sus referentes estéticos en los que se ha apoyado para diseñar esta producción. Y claro, ahí está; desde la propia composición física y psicológica del personaje (el homenaje es más que evidente en muchas secuencias), hasta muchos de sus referentes ornamentales. El uso de las sombras, la ambientación lúgubre de la ciudad o el muy calculado empleo de la figura humana son algunos de los elementos que destacan de manera más que obvia en la pantalla. Joker emula en muchos aspectos al Travis Bickle de Scorsese, pero lo hace creando, a su vez, su propia imaginería, su propio mito. Pero Phillips recurre también al estilismo de la publicidad y la lógica del video-clip musical como buenos aliados formales, lo cual le permite jugar a estilizadas composiciones que, esta vez sí, rememoran, sin tratar de imitarla, a la cuidada composición de las viñetas, pero sin dejar de abandonar los elementos de la construcción narrativa del cine. Y quizá lo más satisfactorio para todo buen aficionado al cómic (y que creo que el no iniciado, no podrá apreciar en todo su valor): que a pesar de ese esfuerzo (logrado) por presentarnos esta historia dentro de unos parámetros pretendidamente realistas, al no renunciar a todos los elementos del relato original (las alusiones a Gotham, la presencia de Thomas Wayne y su hijo Bruce, el futuro Batman), el Joker de Phillips sigue manejándose en esas coordenadas de extrañeza, de pura fantasía con las que juegan las mejores narraciones del género. Con estas herramientas, Phillips nos regala una pieza que es pura pulsión dramática y física. Hay tensión en cada travelling, en cada corte de plano dentro de cada momento de la historia, en cada transición a cada nuevo escenario, en un suma y sigue inagotable para sostener todo el tiempo el reto que le tiende su personaje y principal actor. Ahora que lo vemos, no es de extrañar, pues Phillips ya había dado muestras de su dominio de estas herramientas en producciones anteriores, como es el caso de Resacón en las Vegas, una cinta llena de buenas ideas que, como aquí, era pura energía.

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6. La polémica. Pero, ¿de qué nos habla este Joker? Llegamos así al nudo gordiano del asunto. Y es que no ha dejado de sorprender al propio realizador y a muchos especialistas las críticas que ha recibido esta película (muchas veces anteriores al propio visionado de la misma basándose en el tráiler de promoción) por su recurso a una violencia que, para ciertos comentaristas sociales (o censores), parece más una incitación que un análisis crítico o juego meramente estético. Creo que estos comentarios no están justificados o tergiversan deliberadamente las intenciones de esta obra. En todo caso, lo más llamativo es que, más de cuarenta años después de Taxi driver, estemos en las mismas triviales disputas de antaño. Algo no anda bien. La violencia está en el cine, sí, y a veces de forma gratuita, cuando no caricaturizada (lo cual no sé hasta qué punto es necesariamente malo). Pero tanto en el caso de Phillips como en el de Scorsese es absurdo reprocharles esto, pues su violencia es el resultado de la violencia que hay en la realidad, la de fuera de la pantalla. Ambos personajes tienen, de hecho, algo en común. Si el Travis de Scorsese era un hombre psicológicamente perturbado por un mundo en decadencia que lo marginaba a lo más bajo de la escala social y solo se acordaba de él cuando llegaban las elecciones, aquí sucede algo parecido. Como hemos comentado antes, Arthur es, en ciertos aspectos, un reflejo de nuestro tiempo. Sonríe, le dice una sociedad que, por otro lado, lo trata como un auténtico despojo. Esa sonrisa no es más que una demanda a dejarse someter. Se amable, no causes ningún problema y todo te irá bien, le dicen. A medida que Arthur se va transformando en Joker, la ciudad estallará en una revuelta popular que es espejo de esas mismas miserias. Revuelta contra el sistema, revuelta contra la clase política, revuelta contra el narcótico y cínico espectáculo de la televisión… Y sí, Joker es una película en la que hay violencia, pero su carga no se encuentra en ello, precisamente. Y aquí es cuando viene lo realmente polémico pues quizá lo más relevante de este caso es que, desde un cierto punto de vista, Joker puede ser entendida como una abierta llamada a la revolución. Y a partir de aquí que cada uno se las componga como buenamente pueda. Es posible que su llamada sólo sea simbólica, una mera insinuación a la rebelión, no precisamente agresiva, pero lleva puro veneno.

7. Y ya, para terminar. Sin duda el Joker de Todd Phillips es de lo mejor que nos ha regalado la cartelera de este año que se encamina ya hacia su desenlace. Pero lo más interesante de todo no es lo brillante de la resolución de la propuesta. Quizá lo más relevante es que Phillips demuestra que, visto el evidente éxito de taquilla que va a cosechar en todo el mundo, se puede hacer cine de entretenimiento con relatos potentes y bien construidos, y en eso este trabajo es un ejemplo a seguir. No hace falta tratar al espectador como un niño de pañales para hacer algo de dinero. No es incompatible. ¿Tomarán nota las grandes productoras del experimento? Material no les falta. Solo es necesario que lean buenos comics. Eso sí, con respeto. No es una petición… Es una exigencia. GERARDO LEÓN

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