Si algo ha tenido esto del coronavirus es que ha puesto a todo el mundo a cavilar. De estas cavilaciones han surgido muchas preguntas. Son preguntas que no se responderán ahora, por supuesto, si no en el futuro, cuando todo vuelva a esa deseada normalidad en la que podremos comprobar qué restos ha dejado todo este lio. Entre estas preguntas se encuentra la cuestión de la difusión de contenidos audiovisuales en Internet y, muy especialmente, de aquello que aún entendemos por cine. Llevada la cuestión al terreno de los festivales, esta pandemia ha provocado que la mayoría de los que estaban programados en fechas que transcurría hasta este verano próximo, hayan sido definitivamente cancelados. Ante este panorama, las respuestas han sido múltiples. Entre las más llamativas, se encuentra el reciente anuncio de los grandes festivales de clase A, entre los que contamos San Sebastián, Cannes o Venecia, de organizar un macro certamen on-line gratuito a modo de los grandes eventos musicales y con el propósito de proponer al cine como la gran herramienta de comunicación global que ha sido siempre.
Pero si bien la propuesta parece que ofrecerá parte del fondo de ediciones anteriores de estos certámenes, los que sí han dado un paso al frente en este sentido han sido los del D’A de Barcelona, que han decidido seguir adelante con la programación prevista de este año y ofrecerla a todo el mundo a través de la plataforma Filmin. ¿Es un festival de cine que se ofrece fuera de las salas y en dispositivos domésticos un festival? En España ya existen otros certámenes de este tipo, como es el Atlántida Film Fest que ofrece la misma plataforma de video bajo demanda. ¿En qué se diferencia, como experiencia, el visionado de estas películas de la programación que ofrece la plataforma el resto del año? Por otra parte, esta estrategia permite acceder a las proyecciones a otros espectadores que, en cualquier caso, no se habrían desplazado hasta las sedes oficiales, generalmente situadas en ciudades distintas de su residencia.
El D’A arranca sus proyecciones con la que, en otras circunstancias, habría sido su película inaugural (¿se puede hablar de inauguración cuando puedes disponer de toda la programación el mismo día?), Habitación 212 del realizador francés Christophe Honoré, una curiosa comedia en la que una mujer deja a su marido tras descubrir éste que le ha sido infiel. Tras abandonar su casa, se instala en la habitación de un hotel donde se encontrará con sus antiguos amantes, con los que mantendrá una intensa conversación que la empujará a plantearse su vida. Junto a la cinta de Honoré, la programación del festival se desgrana, así, en diversas secciones.
La sección Talents recoge las películas a competición del festival, es decir, aquello que cristaliza la verdadera oferta del certamen. Aquí encontramos hasta trece largometrajes. Una de las particularidades del D’A es que, en muchos aspectos, es más una muestra que un festival propiamente dicho, combinando películas que han sido seleccionadas ya por otros certámenes nacionales con estrenos exclusivos en nuestro país. En el primer caso, encontramos títulos como Algunas bestias, del chileno Jorge Riquelme Serrano, o Disco de Jorunn Myklebust Syversen, vistas en San Sebastián, Un blanco, blanco día de Hlynur Palmason, en Gijón, o Abou Leila de Hlynur Palmason, y Oleg de Juris Kursietis, en Sevilla. A estas cintas, se unen otros trabajos que, junto a las anteriores, ofrecen una variada oferta de estilos y géneros. Así, veremos dramas íntimos como Monsters del rumano Marius Olteanu, que aborda las dificultades de las relaciones de pareja, el cine de guerra de Homeward del crimeo Nariman Aliev, que analiza el conflicto entre Ucrania y Rusia desde el retrato de un padre y su hijo, la relación entre una adolescente y un hombre maduro en Nocturnal de la británica Nathalie Biancheri, o el bello drama costumbrista de Dwelling in the Fuchun mountains del chino Gu Xiaogang. Como no podía ser de otra manera, a la programación no le falta su buena dosis de películas coming of age, que nos describen las vicisitudes de la juventud contemporánea en diversos contextos sociales. En este sentido, encontramos títulos como Adam de Rhys Ernst, All of my mother de Małgorzata Imielska o Nevia dirigida por Nunzia De Stefano y producida por Matteo Garrone. Y como prueba de que aquí no se le hace ascos a anda, también encontramos un documental, La mami, trabajo dirigido por la mexicana Laura Herrero Garvín sobre la vida en un cabaret de Ciudad México y la relación entre las chicas que van a trabajar allí y una mujer, la Mami que da título a la cinta, con la que tienen una relación maternal.
A partir de aquí, el festival se desgrana en otras secciones que, por su concepción, bien podrían intercambiarse con la Sección Oficial, es decir, títulos sacados de recientes ediciones de otros festivales con estrenos exclusivos. Así en Direccions encontramos cintas de Jessica Hausner, a la que el festival le dedica una retrospectiva, Arnaud Desplechin, Werner Herzog, Kiyoshi Kurosawa, la argentina Paula Hernández, o el realizador chino Lou Ye, que con Saturday fiction, ofrece una bella cinta bélica rodada en blanco y negro para contarnos una historia de espionaje ambientada en la Segunda Guerra Mundial.
Mismos criterios siguen las secciones Transicions, con ocho películas entre las que destacan Ghost tropic del belga Bas Devos, que hace un retrato de la inmigración musulmana en su país sobre la base del viaje de una mujer que pierde su último transporte para llegar a casa después del trabajo, This is not a burial, it’s a resurrection del director de Lesoto (pequeño país situado en el extremo sur de África) Lemohang Jeremiah Mosese y que nos habla de las dificultades a las que se enfrentan las pequeñas comunidades ante el avance de la modernidad, o Los lobos de Samuel Kishi, entrañable retrato de la inmigración mexicana en los Estados Unidos. En Sesiones Especiales encontramos trabajos como el segundo largometraje de Miguel Llansó (Crumbs) Jesus shows you the way to the highway, otra extravagante propuesta que nos lleva de nuevo a África para narrar un thriller bizarro en el que dos agentes de la CIA tienen que destruir un peligroso virus informático llamado Unión Soviética, o el debut del realizador David Moragas, A stormy city, que nos sitúa en el Nueva York contemporáneo y en el que, al más puro estilo Woody Allen, nos cuenta la relación amorosa entre dos chicos una noche de tormenta.
Cierra la programación la sección Un impulso colectivo, con cintas realizadas en nuestro país con propuestas que se salen de lo convencional. En este espacio, predomina el documental autobiográfico con títulos como My mexican Bretzel de Núria Giménez, Video blues de Emma Tusell o Actos de primavera de Adrián García Prado. A estas, le acompañan el también documental Girant per Sant Antoni de Pere Alberó, sobre el mercado de Sant Antoni en Barcelona, la entrañable Violeta no coge el ascensor debut de Mamen Díaz, o la cinta de género As mortes de Cristóbal Arteaga, entre otras. No conviene dejar de lado la sección Cortos con hasta diecinueve propuestas de todo tipo de géneros. G.LEÓN