“Entendemos el teatro como una herramienta transformadora y enriquecedora”

MIGUEL ÁNGEL CANTERO

MIGUEL ÁNGEL CANTERO (Programador de Teatro Círculo)

Treinta flamantes años cumple el Teatro Círculo en 2023. Celebra tres décadas un poco antes que otras salas independientes de València Carme Teatre, Teatre Micalet o Sala l’Horta que en la primavera de 1995 fueron subiendo el telón una a una para ampliar una oferta teatral por entonces escasa en la ciudad. Existían el Principal, el Rialto, el Olympia y poco más. Teatro Círculo había empezado a hacer sus pinitos en 1993 asociado a la Escuela Estudio Dramático de Pablo Corral, lejos del barrio que hoy le da cobijo y en el que se siente como pez en el agua: Benimaclet. Un par de años después del arranque se incorporó al proyecto Miguel Ángel Cantero, actual gestor y programador, al que le hemos pedido que nos cuente un poco sobre la historia, el presente en Benimaclet y la proyección de esta pequeña sala de artes escénicas sustentada por más de sesenta socios que hace vida de barrio sumándose a iniciativas vecinales como Benimaclet ConFusión o el aula del Teatro del Colegio Pere Catalá de Benimaclet, programando producciones propias con una compañía estable y abriéndole la puerta a formaciones externas que traen en la mochila géneros y disciplinas de lo más variopinto, bajo la premisa de que, en la creación, no puede haber límite ni censura.

Treinta son muchos años e invitan a echar la vista atrás. ¿Cómo nace Teatro Círculo?
Después de cuatro años del nacimiento de la escuela teatral Estudio Dramático vimos necesario que los actores que surgimos de ella pudiéramos tener una sala de representación. Y lo que es más importante, un proceder en los ensayos coherente con los criterios estudiados, acordes con la herencia que habíamos tomado. Otro factor fue la ausencia de salas con estas características en la ciudad en ese momento. El Círculo nace, por la propia geometría que referencia, como un espacio interior de representación, no solo una compañía de creación. Así nace y así se desarrolla claramente durante más de una década, desde sus inicios con M… (Nana, Eh Joe y Aliento) de Samuel Beckett en la calle Maldonado, en Velluters, antigua sede del Estudio Dramático. Después vinieron diferentes producciones, durante poco más de la primera década la programación se sostuvo en su mayoría sobre nuestros propios trabajos.

En València ha sido bastante frecuente que las salas de teatro independiente se muden de un sitio a otro buscando espacio, visibilidad o estabilidad. Carme Teatre cambió el Carmen por Les Tendetes, Espacio Inestable el Botànic por la Xerea, Sala Ultramar ocupó el antiguo Teatro Gran Cielo antes de acabar en Arrancapins. Vosotros habéis pasado por Velluters y Aiora y, desde 2014 estáis en Benimaclet. En vuestro caso, ¿qué buscabais con cada cambio? ¿Por qué os vinisteis a Benimaclet? ¿Qué tiene de especial el barrio?
Todos nuestros cambios siempre han sido un poco en búsqueda de mejores condiciones. La sala dónde tuvo origen el proyecto tenía 146 metros cuadrados y contábamos con vecinos arriba. En la anterior nos iban a subir el alquiler y, ante esta situación, buscamos otras opciones. Queríamos encontrar un equilibrio entre el precio del alquiler, los metros cuadrados y que cumpliese la normativa. Benimaclet fue casual. Buscamos en los diferentes barrios de la ciudad y justo encontramos este local, antigua sede de la productora de cine Candil Films. El hecho de estar en este barrio, donde viven muchos estudiantes y donde hay un gran número de asociaciones vecinales, ha tenido una gran relevancia en nuestra evolución y nuestra manera de hacer las cosas. Cohabitar un espacio con personas tan activas nos nutre y nos enriquece como artistas y seres humanos.

Explícanos en qué consiste Teatre del poble per al poble. ¿El estar asentados en Benimaclet influyó en el nacimiento de este proyecto?
Se trata de una experiencia comunitaria en la cual participan personas sin experiencia escénica previa. Vecinos y vecinas de Benimaclet, de todas las edades, participan en un taller que finaliza con una muestra del proceso. Suele estar dirigido por uno o varios miembros del Teatro Círculo y se realiza una tarde a la semana. Sin duda, estar en Benimaclet mano a mano con los diferentes colectivos ha influido mucho en el nacimiento de este proyecto. Este deseo de compartir, de transmitir de manera gratuita nuestros conocimientos escénicos, generar herramientas y empoderar a las personas a través de sus capacidades creativas. En la actualidad, acabamos de empezar la séptima edición.

Por vuestro escenario pasó en 2021 Mujer en cinta de correr sobre fondo negro, una pequeña obra de la granadina Alessandra García que acabó ganando el MAX a Mejor espectáculo revelación. ¿Qué os lleva a querer programar una obra? ¿Qué debe tener?
Sin duda, Alessandra García fue toda una revelación y llamó mucho nuestra atención desde que vimos su material. No es la única obra que pasa por nuestra sala y después recibe premios, afortunadamente. También, a veces, tenemos trabajos premiados previamente, como el año pasado la compañía Perigallo Teatro con Cabezas de cartel. Desde la sala nos gusta ver todo lo que nos envían las compañías: sinopsis, integrantes del proyecto, los orígenes de las propuestas, sus procesos creativos, los lugares dónde ha estado, video completo (cuando lo hay)… En otras ocasiones, la información que nos llega es más escasa, una propuesta de una compañía con un texto explicando la línea de su proyecto… Para nosotros también es muy importante que la propuesta coincida con la línea artística, que encaje con el resto de la programación o con algunos de los ciclos, ya sea por género o por temática. Nos gusta también sentir que es un espectáculo profesional, con los detalles cuidados y con un mensaje que va más allá del entretenimiento.

¿A veces programáis por militancia? Me explico: ¿hay géneros o disciplinas que sabéis que no tienen tirón para el público y aún así los programáis por convicción?
Entendemos el teatro como una herramienta transformadora y enriquecedora, que busca hacer reflexionar y cuestionar al espectador. En cierta manera, la cultura también es educativa. No se sí la palabra exacta sería “militancia”, pero siempre programamos, incluso cuando creemos que puede no funcionar, pensando en aquello que a la sociedad le mueve o sobre lo que necesita reflexionar.

¿Qué habéis preparado para celebrar este treinta aniversario? ¿Qué piezas interesantes podremos ver en Círculo esta temporada que empieza?
Llevamos todo el año de celebración. Hicimos una exposición conmemorativa durante los meses de marzo, abril y mayo, que recogía materiales de las producciones propias durante estas tres décadas —cárteles, vestuarios, imágenes y escenografías— así como de nuestra programación: lonas, programas de mano, artículos… Además, hemos vuelto a programar espectáculos importantes. Algunos propios, como Gaskin, una obra de memoria histórica que ya lleva casi cuarenta funciones a lo largo de todo el estado. También tuvimos otros proyectos de compañías afines, bien por ser de socios o miembros del Teatro Círculo, como Las bragasde Senda Teatro o La traición 60.3 de la compañía Unatardeteatro. El próximo 26 de octubre estrenamos nueva producción, L’efecte apotropaic con texto de Pepa Lluesma. Además, la muestra de este año del Teatre del Poble per al Poble estará relacionada con el treinta aniversario.

A mediados de los noventa hubo una gran eclosión de espacios escénicos en la ciudad. Después de vosotros llegaron el Teatre Micalet, Sala l’Horta y la Carme Teatre, años más tarde Espacio Inestable, Sala Ultramar, Sala Russafa… ¿Es difícil la supervivencia para una pequeña sala de teatro en València? ¿Hay público para tanta oferta?
La cultura escénica, aquella que se concibe como algo más que un producto de entrenamiento, siempre ha tenido una situación complicada. Pero es necesaria porque interpela directamente a la sociedad. La pregunta debería ser otra: “¿Tenemos suficientes salas para una ciudad con tantos habitantes como es Valencia?”. Seguramente, algo estamos haciendo mal…

Imagino que ha sido toda una alegría conocer que le acaban de conceder el Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2023 a L’Horta Teatre, una compañía con casi cincuenta años de trayectoria. ¿Está en un buen momento el teatro valenciano?
Estamos muy contentos y orgullosos por nuestros compañeros de L’Horta, es un premio muy merecido a años de trabajo duro y dedicación. La Comunidad Valenciana siempre ha sido cuna de grandes artistas, por eso es importante invertir en ellos.

¿Cómo se presenta el futuro de las salas independientes con el cambio político en el Ayuntamiento y en la Generalitat?
Siempre que hay un cambio político, hay incertidumbre en la cultura. Confiamos en que gobiernen y legislen para todas las personas que componemos la sociedad, de no ser así, hay que ser crítico y decirlo.

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