“Me interesa mucho cómo se resuelven los conflictos en la familia”

JAIME ROSALES

La carrera de Jaime Rosales ya no es cosa de promesas. Frente al espectador o comentarista especializado nos enfrentamos ya a un corpus largo y sólido, con unos claros ejes personales. Y si bien, al repasar su filmografía, nos encontramos con algunas desviaciones de ese eje principal (caso de Petra), hay algunas constantes que permanecen. Hablamos de espacios urbanos, tipos sociales, conflictos. En Girasoles silvestres, Rosales nos lleva de nuevo a la periferia de Barcelona, espacio físico y sociológico de Las horas del día o La soledad, sus dos primeras películas, para contarnos la historia de Julia, una joven madre de dos hijos que trata de salir, tanto de su precariedad laboral, como, sobre todo, sentimental. En este último aspecto, Julia irá saltando de una relación en otra con varios hombres. El primero de ellos, Óscar, resulta ser un sujeto violento que pronto mostrará su verdadera naturaleza narcisista. El segundo es el padre de sus hijos con el que intentará volver. Puede que a la tercera vaya la vencida. Pero, ¿quién sabe? En el trayecto entre una relación y otra, sin embargo, Julia parece que encuentra su propio camino. Con cada tropiezo, una lección. Nunca dejamos de aprender de nosotros mismos. Rosales, llegaba esta semana a los cines Lys de Valencia para presentar su último trabajo, que se estrena este viernes día 14 en salas comerciales.

“Generalmente, yo voy de una película a otra buscando algo diferente”, comentaba Rosales en rueda de prensa tras el pase de la película a propósito de ese regreso de su cine a su Barcelona natal y a esos arrabales de los que hablábamos. “Efectivamente, en Petra era la historia de un artista millonario que tiene una masía en el Ampurdàn y que pertenece a una clase media y una élite concreta. En Hermosa juventud me había fijado en la periferia, en los jóvenes. Y en esta tenía la necesidad de volver a contar esta historia marcada por ese entorno. De película en película, varío cosas. Hay otras que mantengo. Muchas veces, veo más mi carrera como si fuera una espiral. Es algo que progresa, pero dando giros. No es una línea ni es un círculo. Sería como una mezcla de ambas, que es una espiral. A veces cambio el lenguaje, a veces cambio la temática, a veces el entorno, de una película a otra me llevan esos cambios”, comentaba el realizador.

Sobre estas cuestiones sobre su cine, continúa reflexionando. “Mis películas hasta ahora se enmarcan en dos grupos. Las cuatro primeras y las tres siguientes, hasta Sueño y silencio”, se explayaba el director. “Las cuatro primeras (desde Las horas del día hasta Sueño y silencio) son películas que siempre tienen un pie en la industria, pero son películas más artísticas, más personales. Las arrancaba yo solo y, básicamente, le decía a la productora, que es mi socia: “esta es la película”. A partir de Sueño y silencio tengo una crisis personal. Me parece que las dos primeras tenían un cierto equilibrio, quizá más inclinadas al arte que a la industria, pero un cierto equilibrio, y las dos siguientes son muy marcadamente artísticas y casi anti-industriales. Eso me produce una respuesta muy dura desde la industria. En Sueño y silencio, la industria me da mucho la espalda y el espectador también. Entonces, es cuando cambio el paso y me digo que no quiero acabar siendo un cineasta mártir, como ha habido muchos, también en este país. A partir de ese momento, me digo que cuando haga un proyecto lo voy a desarrollar contándole la historia al productor. Le digo: oye, tengo varias ideas. Le presento tres y de esas tres le pregunto cuál cree que tiene más sentido. Y ahí empiezo a trabajar. En las últimas tres películas, cada vez, el peso de los productores ha sido mayor. Se podría decir que hago unas películas de auto-encargo, mientras que las otras eran unas películas cada vez más autorales”, confesaba.

Esa búsqueda de equilibrio entre el lado autoral e industrial (¿comercial?), pivota o se confronta también en la trastienda de Girasoles silvestres, un trabajo narrativamente lineal, pero donde persiste esa voz personal, indiscutible, tanto en aspectos temáticos como formales. En el aspecto temático, aparece la cuestión de la familia, otra de las constantes de su cine. “Para mí la familia está en el núcleo de mis películas. Yo personalmente tengo unos vínculos muy fuertes con mi familia de origen, con mis padres, y con mi familia creada, con mi mujer y con mis hijas. Esa relación de ser hijo de mis padres y ser padre de mis hijas y esposo de mi mujer, es de una enorme intensidad de mi vida. Se puede decir que mi vida es prácticamente el cine y mi familia. Con lo cual, el cine se contagia de mi familia y mi familia también. Para mí la familia es una fuente de bienestar y de conflicto. En el global, pesa más el bienestar que el conflicto, pero también hay conflictos. Me interesa mucho cómo se resuelven los conflictos en la familia y cómo, en función de esa resolución, la familia sobrevive o se rompe. Eso es central en todas mis películas. En todas hay madres, hay padres, hay hijos, no es nunca un individuo contra el mundo o un individuo contra otro individuo. Siempre es un individuo dentro de una familia que tiene que resolver su existencia o sus problemas existenciales dentro de una familia. Eso para mí es muy importante”.

No hay que olvidar, sin embargo, que el cine de Rosales se asienta en la actualidad. Y nada más actual que la cuestión de las llamadas masculinidades. Cuando Julia conoce a Óscar, su primera pareja, parece un príncipe azul. A medida que pasa el tiempo, va mostrando su lado más oscuro. Pero la visión de Rosales trata de escapar de todo maniqueísmo contemporáneo. “Esta palabra nueva de masculinidad no está en mi vocabulario. Yo hablo de hombres y de mujeres. Y hablo de relaciones y de conflictos. Hay diferentes tipologías de hombres. Hay cuatro hombres relevantes en la película. Yo creo que los hombres de la película, incluyendo el padre, son muy diferentes entre sí. Y cada uno invita a modelos diferentes”, reflexionaba Rosales. “El primero, si lo tuviera que definir, sería bastante arcaico. Es un tipo de hombre que se prolonga hoy en día, pero que es de otra época. Creo que es un hombre muy inmaduro, muy infantil, pero que, por otro lado, es muy atractivo desde el punto de vista del deseo para la mujer. Ese deseo se manifiesta porque es muy divertido, es muy guapo, podemos adivinar que es sexualmente muy satisfactorio, y hincha mucho el ego de la otra persona. Le dice a ella que es maravillosa, que nunca ha conocido nada igual. El segundo hombre es una tipología muy diferente. Es un hombre que ni le hincha el ego, ni probablemente es tan divertido ni sexualmente quizá sea tan satisfactorio. Es algo más maduro: le pasa dinero, tiene un oficio, acoge a los niños, pero es una madurez insuficiente, se queda a medio camino. El tercer hombre es muy diferente. Él sí que es un hombre más maduro: tiene un oficio, es un hombre más moderno (le ayuda a ella en las tareas del hogar y también le ayuda a que saque adelante sus estudios), pero no desde la exaltación del ego del primero. Es un hombre más moderno, pero, por otro lado, no es un príncipe azul. No solo es el que se ocupa de los niños, el que la ayuda, el que tiene un oficio y, además, el tío más divertido y el más guapo del mundo. Y finalmente, hay un hombre más, que sobrevuela la película y que es el padre de ella. El padre es un hombre muy tolerante: no le da lecciones, no le dice lo que tiene que hacer, la anima, y cuando la tiene que apoyar, la apoya. Ese es el recorrido de los hombres que vemos”.

La historia de Julia parte de una historia real de un personaje que el director vio en un reportaje cuyo relato trasladaría a la ficción.A partir de ahí pensé llevarlo a un mundo español, al que le voy a añadir conflictos que me interesan, económicos, sociales, de pareja, psicológicos… El personaje me parecía que tenía la extrema dificultad de encontrar la medida entre sus malas decisiones y sus buenas decisiones, la relación entre el punto de partida y el punto de llegada. Es un personaje que toma decisiones equivocadas, pero no se victimiza. Aprende de esas decisiones para no repetirlas y madura o evoluciona; se hace mayor. Esa maduración, a aquellos que creemos que la vida es ese proceso de maduración, lo veremos como positivo. A aquellas personas más a lo Peter Pan o a lo romántico, les dará más tristeza. Pero yo pienso que sería peor para Julia si el segundo hombre fuera una variación del primer hombre, y el tercero una variación del segundo. Entonces, sí que estaría atrapada en su propia psicología. Ella no está atrapada, ella progresa”.

Girasoles silvestres es un trabajo que se apoya en varias patas. Una seria, como hemos visto, el guion, es decir, la historia que cuenta la película.  Pero eso que cuenta perdería peso sin la interpretación de un elenco de actores que logran una veracidad pocas veces vista en nuestro cine. “Yo tengo una manera de trabajar con ellos peculiar que busca esa espontaneidad y esa creación. Me parece que, cuando les doy libertad tanto para actuar como para defender al personaje, los actores, no solo logran más credibilidad, sino que aportan parte del texto que a mí no se me han ocurrido. [En la película] hay cosas que están escritas, otras que están improvisadas, es una mezcla.”

En esa lucha y tensión entre la cara autoral e industrial de su cine, la primera se revela sobre todo en la puesta en escena y, sobre todo, en el uso de la cámara. Esa cámara, el plano, en definitiva, es algo más que un recurso descriptivo. En Girasoles silvestres hay una presencia que lo observa todo. ¿Es el autor? ¿El espectador? “Lo que es esencial en el cine, igual que en la literatura, es que, cuando uno escribe, lo hace desde una voz. Puede ser un personaje, puede ser un testigo, puede ser uno mismo. En el cine, esa voz es el punto de vista de la cámara. En esta película, para mí, era muy importante tener dos puntos de vista. Uno era el de un narrador externo, y luego el punto de vista de ella. Y nunca tener el punto de vista de uno de ellos. La cámara siempre está un poco fuera o en ella. Y eso para mí es muy importante porque, en el cine, el punto de vista se vincula con el deseo. Y era muy importante explicar el deseo de ella. ¿Por qué desea a este? ¿Por qué desea de esta otra manera a este otro? ¿Por qué acaba deseando de nuevo de esta otra manera al tercero?”, explicaba Rosales. “En Petra solo hay un punto de vista. Yo le llamaba el ángel. Es alguien que está presente, pero no es del todo humano. Entra y sale, más frio. En este caso es un narrador que se implica, está muy cerca, le interesa lo que está ocurriendo, por eso está mirando. Si fuera un narrador en tercera persona en una novela, sería alguien que está ahí, que conoce la historia de los personajes porque ha tenido relación con ellos.”

La dimensión de la propuesta de Rosales, sin embargo, no termina aquí. Todavía nos queda el aspecto político o de descripción de la sociedad para una obra que, como confirmó en la rueda de prensa, se define a sí mismo como un cine del presente. Tras una pelea entre Julia y Oscar después de una noche de fiesta, ella acaba denunciándolo por una agresión. Sin duda, una de las escenas más tensas de la película. “Para mí era muy importante marcar que es deseable denunciar. Si nos fijamos, ella está a punto de arrepentirse. Él ya está pidiendo perdón. Si no se la lleva la policía, eso se repite hasta que la mata.” Para Rosales “era muy importante marcar la necesidad de marcar este tipo de cosas. Creo que vivimos en un mundo en el que hay un estado del bienestar que cumple una función, pero hay otra función que es individual. Ella no se victimiza, no espera que ni el Estado ni nadie le saque las castañas del fuego porque va a depender ella. Pero el Estado, por otro lado, cumple su trabajo, que es extraer a esta persona, que es tóxica, del entramado social. Ese es el papel del Estado. Pero en última instancia ella no se victimiza y sale adelante por sí misma y eso también me parece importante destacarlo. Es una persona a la que le pasan muchas cosas difíciles, pero sigue adelante y se acaba mejor de lo que empieza.”

Girasoles salvajes es una cinta cuyas críticas se han centrado en algunas crónicas sobre la base de un Rosales algo más almibarado que en otras ocasiones. Lejos queda la crudeza de cintas como Tiro en la cabeza o Las horas del día. Recordar la visión del mundo que el propio director deslizaba entre reflexiones sobre cine en su libro El lápiz y la cámara. “El poder tiende naturalmente hacia la corrupción”, decía allí. El propio director reconocía en la rueda de prensa que su película Hermosa juventud, encajaba su visión ante la desesperanza que se abría en las generaciones más jóvenes ante las consecuencias de la crisis económica de la España post-crisis del 2008. Hoy ve las cosas de otra manera.

“Yo soy una persona que cree en la esperanza humana. Vivimos una evolución humana que, claramente, es una historia de ir a mejor. Desde los tiempos de las cavernas hasta hoy en día, pasando por la edad media, las guerras napoleónicas, el renacimiento, la modernidad y la posmodernidad, es una historia de éxito. Vivimos mejor materialmente, nos alimentamos mejor, estamos mejor en nuestras casas y en nuestros vehículos de lo que estaban los hombres de las cavernas, que a su vez estaba peor que los de la edad medieval, que a su vez estaba peor que los del renacimiento. Que hemos ido mejorando desde el punto de vista material, es indiscutible. Desde el punto de vista político y social, también hemos ido mejorando. Desde el jefe de la tribu al rey totalitario, a una democracia moderna, se ha mejorado y las mejoras sociales, también. Es mejor ser hoy homosexual que hace treinta años, es mejor ser hoy discapacitado que hace treinta años, es mejor ser hoy de una minoría racial que hace treinta años y, desde luego, es mucho mejor hoy ser mujer que hace treinta años. Para mí ese progreso me hace pensar que nuestros hijos también irán mejorando, y nuestros nietos también irán mejorando en el proceso civilizatorio, como lo hemos hecho todas las generaciones anteriores. Y me parece que la película tenía que transmitir esa esperanza”, sostenía el director catalán.  “El mundo es difícil, hay dificultades y es mejorable. Pero se va en ese camino. Cuando hice Hermosa juventud, esa esperanza, en mi caso, estaba un poco dañada porque había un entorno tan hostil que me hizo pensar si esa generación lo iba a lograr. Luego, la humanidad ha vivido peores que la crisis del 2008, lo que demuestra que, después de cualquier catástrofe, salimos adelante. Pero, así como allí había ese final tan duro y desesperanzador, en este caso era una película muy diferente en un momento diferente. Para mí es importante transmitir a los jóvenes y a todo el mundo que la familia tradicional ha mutado, pero esta otra familia, tampoco está mal, y puede obtener una cierta felicidad.”

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