Tiempos convulsos. Historias y microhistorias en la colección del IVAM

IVAM. Guillem de Castro, 118

Ahora sí que sí, el IVAM derriba sus muros para celebrar con los valencianos que cumple treinta años en buena forma. Después de algunos aperitivos previos, esta es la exposición con la que nuestro buque insignia del arte moderno conmemora la efeméride que bien merece un unpacking de la colección que marque músculo y saque a relucir lo menos manoseado. Según el director del museo, José Miguel Cortés, aproximadamente el 40% de las obras expuestas no han sido vistas nunca o lo han sido muy pocas veces. Concebida con un claro carácter narrativo, Tiempos convulsos busca entrelazar el trasfondo histórico desde los años 30 con los aspectos más cotidianos de la vida, desbordando los límites cronológicos y geográficos, épocas y contextos. La muestra se divide en seis grandes áreas en las que vemos el papel que adoptó el arte frente a los hechos políticos, sociales y económicos del momento: dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil Española, la sociedad de masas, la aparición de feminismos y la teoría de género…

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Pero vamos por partes. Fuera, en la entrada de la sala nos recibe la escultura Prometheus (1937) de Jacques Lipchitz que simboliza la lucha por la libertad en un tiempo convulso que ya apestaba a totalitarismo. Esta escultura es solo un aviso, lo de dentro no es un camino de rosas. En el apartado Violencia y poderlo primero que vemos es a Julio González, su escultura expresionista de unas manos que transmiten sufrimiento y crispación. A la derecha Faces, pasquines en los que Joana Hadjithomas y Khalil Joreige han tachado los ojos –el rasgo principal de cualquier cara– de los “mártires” desaparecidos durante la guerra del Líbano; y obra del Equipo Crónica, que en Heartfield / Lissitzky combinan las caras del fascismo de Heartfield con cartografía bélica de la batalla del Ebro. En la sección Mundos ocultos el arte se rebela contra las amenazas, la insatisfacción y los acontecimientos traumáticos, y es instrumento de los artistas para sentirse vivos. Darío Villalba prestó atención a los marginados y Music volvió al campo de concentración de Dachau donde estuvo recluido para trasladar a la pintura sentimientos y recuerdos. El resultado fueron seres asexuados, sin dimensión subjetiva, porque cuando hay sufrimiento y dolor, hay pudor y silencio.

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En la sala del fondo todo gira en torno a Marcel Duchamp, un artista clave en la historia porque facturó una nueva forma de hacer arte que no representaba lo real, sino que se apropiaba de ello. Todos los artistas de esta sala se relacionan con Duchamp de alguna manera, ya sea citándolo o creando ready-madesRichard Hamilton, por ejemplo, construyó ready-mades llenos de ironía como la dentadura titulada The critic laughs, y John Cage pintó lienzos con semillas que iban cambiando de aspecto con el paso del tiempo, es decir, que el artista ya no hacía, sino que dejaba hacer. En los años 60 los artistas empiezan a manipular la imagen, descontextualizándola y dotándola de nuevos significados, como en Socialite de Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat (no pertenece a la colección del IVAM pero se lo ha cedido el Reina Sofía durante cinco años), donde devienen protagonistas elementos reivindicativos del arte urbano y el comic underground como las máscaras y los grafitis.

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La presencia de mujeres artistas y los cuerpos no normativos eran asignaturas pendientes de la colección del IVAM que durante la última etapa se han tratado de subsanar. Y la prueba es Cuerpos disidentes, donde se hace un planteamiento de género que representa el sida, el travestismo y cuerpos caleidoscópicos que rompen con lo impuesto por el sistema. En La pluma marica, Jesús Martínez Oliva compone fragmentos de fotografías de hombres CIS en posturas femeninas para evidenciar que lo masculino y lo femenino son construcciones culturales; y Cindy Sherman se disfraza de infinidad de personajes e identidades para criticar, entre otras cosas, los estereotipos que el cine construye y refuerza sobre lo femenino. Por último, Periferias urbanas cuenta como, a raíz de mayo del 68, el espacio público se transformó en un medio alternativo y subversivo de transmisión de mensajes. Veremos carteles que empapelaron las calles de París durante la revuelta francesa y una nueva cartografía de valencia de Rogelio López Cuenca con los usos y abusos del poder político sobre el espacio urbano y las iniciativas como Salvem el Botànic o les Falles Populars i Combatives que han surgido para enfrentarlos. S.M.

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