«Hay una parte muy importante de mi forma de narrar que se la debo al cine y a las series»

Me concede una entrevista Fernando J. Múñez, quien acaba de publicar La cocinera de Castamar (Planeta). Múñez empezó a escribir su primera novela con catorce años, y sus primeros guiones de cine con dieciocho. Tras licenciarse en filosofía, inició su carrera como realizador en publicidad mientras dirigía sus primeros cortometrajes, completando su formación académica en Cinematografía en Estados Unidos. En 2012 dirigió el largometraje Las nornas, mostrado en el festival de Alicante y la Seminci de Valladolid. La cocinera de Castamar, por la que le pregunto, es su primera novela. GINÉS J. VERA

Dado que tiene amplia experiencia en libros infantiles y juveniles, a la hora de abordar la construcción narrativa de esta novela -una gran novela, si se me permite-, ¿qué se ha traído de esas historias juveniles a esta, dirigida a un público adulto?
Gracias por lo de gran novela. Los libros infantiles y juveniles que he realizado todos estos años, no tiene nada que ver con la novela. Son libros de pop up o incluso de cuentos, pero nada cercano a la novela juvenil o infantil. Sin embargo, sí he tomado prestado el tipo de narrador equisciente de la novelas juveniles que leía en mi adolescencia, principalmente de la narrativa fantástica, donde es muy usado. Es un tipo de narrador que me permite estar muy pegado a los personajes, y son ellos los que emiten opiniones o los que creen o dejan de creen cosas. Además, es un narrador que conecta muy bien con los lectores porque, sin llegar a ser un narrador en primera persona, el lector tiene la sensación de estar dentro de los pensamientos, sensaciones, pasiones, de cada personaje y le posibilita empatizar con ellos muy rápido.

La joven Clara, la (indiscutible) protagonista femenina de esta novela, sufre agorafobia a causa de un hecho traumático familiar, ¿cómo se planteó este detalle para incorporarlo a su personaje? Adelante brevemente a los lectores en qué sentido va a afectarle a Clara en los distintos conflictos que van a tener lugar en la mansión donde trabaja?
La agorafobia es una enfermedad que produce un terror profundo a los espacios abiertos y era esto lo que me permitía que la cocina de Clara Belmonte fuera mucho más que un lugar de trabajo. Para ella es el mundo donde vive, es el lugar seguro donde refugiarse y además el espacio que le permite realizar su pasión. Este hecho hacía que el reducido mundo de Clara, pudiera centrarse en un microuniverso que era la cocina, los colores de las especias, sus aromas, su sabores escondidos, los secretos de la cocción, etc. Por otro lado, de su enfermedad me atraía el hecho de que ella misma no sabe lo que le ocurre, solo sabe qué le pasa cuando sale a los espacios abiertos y se ve invadida por la debilidad, el mareo y ve cómo la inmensidad la sobrepasa.
Lógicamente a principios del s. XVIII la medicina no estaba desarrollada como ahora; todavía tenía una carga importante de suposiciones erróneas como “bañarse no es bueno” “la fruta es desaconsejable”, no digamos las enfermedades mentales, que hasta el s. XIX no se empezaron a investigar y menos aún a tratar adecuadamente. Si no hace muchos años la homosexualidad se veía como una enfermedad, o incluso se diagnosticaban enfermedades mentales de forma errónea, como el TDA (trastorno déficit de atención), imaginemos lo que significaba tener un tipo de trastorno como la agorafobia en aquellos días.
Precisamente por esto, ella debe mantener esta enfermedad en secreto. Si se conociera lo más seguro es que la despidieran de inmediato, pues nadie querría tener una chica de servicio con una enfermedad nerviosa de ese tipo. Tenemos que entender que una muchacha de su edad, sin marido y sin trabajo tenía pocas perspectivas para sobrevivir. Por eso ella debe ingeniárselas para tratar de no salir al patio exterior o a los parterres y ocultar su enfermedad todo lo posible. Este secreto jugará un papel fundamental en el desarrollo de los acontecimientos.

El don culinario de Clara va a ser capital en el devenir de su vida y de la trama de esta emotiva novela. Hay mucho más que una historia de amor y aventuras en La cocinera de Castamar. Desde un principio, entre don Diego, duque de Castamar, y ella el lenguaje sensorial de la comida se transforma en una suerte de lenguaje secreto que alimentará algo más profundo.
Efectivamente, las recetas de Clara se transformarán en un lenguaje secreto entre ella y el duque, un lenguaje que irá cargado de detalles y degustaciones exquisitas que aludirán a los sentidos. Esta comunicación, además, tendrá la connivencia inconsciente de gran parte del servicio. Los ujieres de viandas, el sumiller, incluso el mayordomo serán, sin saberlo, los que trasportarán los mensajes secretos de agradecimiento y dedicación entre ambos. Esto será el comienzo de una suerte de relación muy intensa y especial, que tiene como telón de fondo la sociedad clasista y enjuiciadora del s. XVIII. Esta relación, siendo Clara la cocinera del duque, la sitúa en una posición peligrosa para su honra y para su supervivencia. Hasta ahí puedo leer.

Es indudable la singular relación entre la literatura y el cine. En este caso, para apelar a los lectores a que se adentren en La cocinera de Castamar por afinidad a argumentos acaso parecidos. Quizá evocando, salvando las lógicas distancias, a Las amistades peligrosas de Stephen Frears, o a la serie británica Arriba y abajo.
Sin duda hay una parte muy importante de mi forma de narrar que se la debo al cine y a las series. Las amistades peligrosas, tanto la adaptación de Frears como el libro de Chordeclos, así como las series tipo Arriba y abajo o Dowton Abbey; las novelas y adaptaciones a la pequeña pantalla de Orgullo y prejuicio, por poner otro ejemplo, son referentes que uno tiene en cuenta cuando escribe. Aunque tomes distancia de ellos, siempre están en ese imaginario de las cosas que te gustaron y que de alguna forma plasmas en tus obras.

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