Un pueblo que sufre el proceso de la despoblación. Nuevos habitantes que, animados por un programa puesto en marcha por el ayuntamiento, llegan para empezar una nueva vida. Uno o varios misterios por resolver. La llegada de nuevos vecinos despertará el recelo de algunos de los habitantes del pueblo en la misma medida que provoca el entusiasmo de otros. Pero la reacción de estos y aquellos no responde exclusivamente a sus prejuicios culturales. En La Vall, pequeña población ficticia del interior de la Comunidad Valenciana, todos tienen sus secretos. Rodada, entre otros espacios, en la población de Alfondeguilla, en Castellón, La vall, la serie, es la primera producción de ficción de À punt. En el reparto, muchos nombres conocidos y otros nuevos que pronto serán familiares para el público. Tras los mandos de este barco que zarpaba en antena el pasado domingo 22 de septiembre, se encuentran los directores Pau Martínez (El kaserón, Reset, Inocente) y Ana Ramón Rubio (Sin vida propia). Hablábamos con ellos con motivo de este estreno. GERARDO LEÓN
¿Cuál es el origen de la serie?
Ana Ramón: Bueno, a mí es que, cuando me llamaron, ya estaba todo armado. La habían escrito David Cansany, Quico López y Paco López Diago. Los personajes ya estaban creados, ya estaba armada toda la trama …
Pau Martínez: Hay que decir que es un proyecto que viene de los que se presentaron al Alto Consejo Consultivo [de la Coprporació de Mitjans de Comunicació], previo a que la tele estuviera en marcha. Lo que pasa es que el proyecto original era muy diferente. Yo no he leído nada del proyecto original, pero ni a la tele, cuando se puso en marcha, ni a la productora les entusiasmaba los guiones y le dieron la vuelta. Creo que era más costumbrista, menos con el rollo del misterio y del thriller que lleva ahora.
¿Cómo es esto de dirigir una serie a cuatro manos? ¿Cómo os habéis organizado?
P:M: Bueno, pues hablando mucho en la previa. Luego, en el rodaje, ya teníamos poco tiempo de hablar. Ella se encargaba de los exteriores, allí en la Alfondeguilla, que es algo que la gente ha destacado mucho. Les gusta mucho los paisajes.
A.R: Hombre, la verdad es que la serie respira mucho cuando sales. Y con trabajo previo. Con bastantes ensayos con los actores, intentando cuadrarnos entre nosotros.
P.M: Sí, que en la creación de personajes estuviéramos los dos, cuando el actor empezaba a hacer suyo el personaje. ¿Qué tuvimos? ¿Dos o tres semanas de ensayos?
A.R.: Tres, creo.
P.M.: Estuvimos con todos los personajes. Con algunos insistimos más, pero estuvimos dos o tres días, mínimo. Pero a nivel del tono de los actores hubo un trabajo previo común. Luego, en la puesta en escena, hablamos algunas cosas, pero ahí había más libertad.
A la hora de dar coherencia visual al producto, ¿cuál fue la mayor dificultad que encontrasteis?
P.M.: Pues no sabría qué decir. Me acuerdo que, antes de empezar, me viniste tú con alguna planificación de algunas de las secuencias más importantes. Te di algún consejo, por aquello de que quizá tengo algo más de experiencia en series, pero tampoco hubo ninguna dificultad así…
A.R.: Bueno, al principio, con las primeras planificaciones, yo iba con mi propuesta a Pau, y enseguida vi por dónde iba a ir la cosa para que luego quedase unificado y no parecieran dos series en un mismo episodio.
P.M.: En mi caso, lo más complicado siempre son las corales. Y esas me las comí porque eran siempre en el bar del pueblo. Las corales son cuando hay diez actores, y son un mal de cap porque tengo que estar pensando que no me deje nada: el plano corto de este que habla, la mirada, la reacción… Y claro, con tan poco tiempo… Lo que los americanos, o en Madrid (no hace falta irse tan lejos), tienen para hacer una secuencia todo el día, nosotros lo hacemos en tres o cuatro horas. Y supongo que, en tu caso, lo de la cueva, ¿no?
A.R.: Sí, sobre todo, las localizaciones que eran un poco más complicadas. Las dos cuevas diferentes, Les coves de Sant Josep y unas cuevas que había en Alfondeguilla. Era lo más complicado, sobre todo a nivel físico porque, para cualquier cosa, tenías que irte veinte minutos andando. O cuando grabamos en las cuevas había que subirse a las barcas. Pierdes mucho tiempo en la logística y al final no te queda mucho tiempo para rodar.
La serie cuenta los conflictos entre los habitantes de un pueblo ante la llegada de nuevos habitantes. El eterno conflicto entre los de dentro y los de fuera. ¿Somos tan cerrados?
P.M.: Yo no creo que sea algo solo de Valencia. Yo creo que pasa en todo el mundo. Hay gente a la que le cuesta más aceptar al extraño que viene de fuera y hay gente que lo lleva mejor. Pero no creo que sea solo de Valencia.
A.R.: No, es la desconfianza general que tenemos todos. Además, aquí [en la serie] es un pueblo que se está quedando despoblado, entonces también es normal que la llegada de los nuevos pueda suscitar algo de desconfianza, porque siempre piensas “¿y este por qué vendrá aquí? ¿Por qué vendrá a un pueblo donde no hay nada? ¿Por qué necesita que le demos casa y trabajo?” Siempre parece que vengan huyendo de algo o buscando algo.
Una de las apuestas más fuertes de la serie es la parte estética. ¿Cómo lo planteasteis? ¿Fue una apuesta vuestra? ¿Fue una decisión de la productora?
P.M.: Cuando llegué al proyecto (fue antes de hablar con Ana, luego ya lo hablé con ella), le dije al productor: “mira, yo no quiero hacer La alquería blanca”. Con todos los respetos, ya la hice en su momento, está muy bien, pero en cinco años la cosa ha cambiado mucho. La gente está muy acostumbrada a series de mucha calidad a nivel formal. Vamos a hacer un rollo más cinematográfico. Y es algo que hablé con el dire de foto, Víctor Entrecanales, y le encantó la idea. Entonces, empezamos a hablar de referentes. Yo le pasaba Happy Valley, él me pasaba Big Little lies. Y, sobre todo, Big Little lies la propuso por el uso de la luz, porque él quería hacer un juego que hacen mucho los americanos y es que, en cualquier interior, la luz de fuera viene muy potente, quemada, y luego, dentro las lámparas están encendidas. Es una manera de iluminar con las propias lámparas y justificar cualquier entrada de luz. A la vez queríamos que no fuera una luz con la que se viera todo muy bien. Yo decía, si un personaje viene de la sombra y entra a la luz, pues que entre a la luz, pero que no esté iluminado todo el decorado. Jugar con una luz más cuidada, más arriesgada. De hecho, Víctor, en base a esas conversaciones que habíamos tenido, se curró un dossier con mis aportaciones, las suyas y las de la productora (que le encantó) y se lo envió a la tele. Pero sí, iba un poco por ahí la línea estética. Hacer algo diferente a lo que había hecho Canal 9 y un poco más parecido a lo que se está haciendo en plataformas como Netflix o HBO.
Diríais que el público valenciano está “preparado” (no sé si es la palabra adecuada), que ya acepta este tipo de propuestas.
P.M.: Yo creo que sí.
A.R: Sí.
P.M.: Es que ahora todo el mundo tiene Netflix en su casa… Es más, la evolución de las series, incluso las que se hacen en Madrid están yendo por esa línea. Telecinco está arriesgando más, Antena 3 está arriesgando más a nivel visual. Luego podemos hablar del guion, pero a nivel visual, series como La casa de papel o Fariña son mucho más arriesgadas que lo que se hacía hace cuatro años, por ejemplo.
A.R.: Sí, el espectador ahora pide eso. No quiero decir que antes se conformase con cualquier cosa, pero ahora mismo es mucho más exigente porque le están llegando muchas más referencias de todas partes y ya tiene esa costumbre. Entonces, si no haces un producto que sea algo potente…
P.M.: Sobre todo con determinado tipo de serie. Una diaria, no. La gente que va a ver un culebrón cada día no espera este tipo de estética. Si haces una sitcom, pues tampoco. Pero aquí, que íbamos a jugar con un tono de thriller y dramático, yo creo que tocaba.
Ahora que mencionas lo del thriller quería preguntaros por el tono. La vall es una mezcla entre soap opera con esos elementos de misterio que mencionáis. ¿Qué dificultades encontrasteis para trabar el tono adecuado?
P.M.: Pues hablándolo con los actores, pidiéndoles naturalidad. Hay tramas de determinados personajes, de las dos señoras mayores, por ejemplo, o el personaje de Ximo, el vendedor ambulante, que tienen un punto más costumbrista y menos de thriller. Pero, trabajando con ellos. Enseguida lo pillaron y, a pesar de que algunas tramas puedan ser más costumbristas, no se salen excesivamente, ¿no?
A.R.: Sí, yo pienso que esa fue la parte más difícil. Cuando empecé a leer los guiones lo que más me preocupaba era encontrar el tono, precisamente, porque había algunas tramas que eran mucho más de thriller, pero había otras que eran más costumbrismo. Pero también el argumento lo potenciaba un poco porque al venir gente de fuera al pueblo, cada uno con su propio misterio, tanto los habitantes como los forasteros, al final esta fusión de tonos está bastante justificada.
Habladme de los guiones.
P.M.: Yo creo que en general han hecho un curro muy bueno. Pero es lo que decía antes: la falta de tiempo. Yo creo que es muy importante dedicar el tiempo suficiente a los guiones antes de plantear la producción. Y eso que los primeros guiones estaban ya y estaban muy trabajados. Conforme empezamos a rodar e iban llegando los guiones, los guionistas iban “de culo” y eso es un riesgo. Yo particularmente creo que debería haber menos personajes porque te lastra mucho. Te lastra como guionista a la hora de plantear tramas para todos los personajes y que todos tengan una importancia y un peso. Y luego, a la hora de desarrollar los personajes con los actores es complicado porque, al haber tantos y todos tienen que aparecer en cada capítulo, no da tiempo a desarrollarlos. Ahora que estoy viendo series como Mindhunter, toda la serie la llevan tres personajes y el resto son secundarios prácticamente de capítulo. Claro, ahí los personajes crecen mucho. Pero bueno, no sé si es la tele quien lo pide o los guionistas que están acostumbrados a trabajar así porque son guionistas que vienen de La alquería blanca. Pero yo particularmente apostaría por menos personajes. No solo para una segunda temporada, sino también en otras series.
La vall es la primera serie de ficción de À punt. ¿Cómo habéis vivido el estreno y esa “presión” de ser examinados por el público?
A.R.: Nos sentimos muy “históricos”, ¿verdad? (risas)
P.M.: Sí (risas) La verdad es que es algo que no me había planteado hasta que se estrenó la serie. Cuando estábamos rodando tenía la sensación de estar haciendo algo que no se estaba haciendo todavía en la tele, porque había muchos proyectos de ficción aprobados en su momento, pero que no habían empezado. Yo me he dado cuenta realmente cuando hemos estrenado. Ahí he dicho, “hostia, que es la primera”. Hemos pasado a la historia como la primera serie de ficción de la cadena. Pues hombre, es la hostia. Pero ya te digo que durante el rodaje no me lo planteaba.
A.R.: Aparte tampoco sabíamos cuando se iba a emitir porque al final eso depende de la tele. No sabíamos si se iba a estrenar en septiembre o se iba a guardar en un cajón (risas)
Desde que se cerró Canal 9, ha habido un largo parón en la producción valenciana. Ahora que toca poner otra vez en marcha esa maquinaria, ¿cuál creéis que ha sido el mayor escollo?
P.M.: ¿Sabes lo que pasa? Que en realidad mucha de la gente que está en el equipo venía de Madrid y no ha parado de currar. Sí que, por ejemplo, costó encontrar foquistas. Aquí el operador de cámara trabajaba con un foquista, que no es nada habitual en series. Eso marca un punto de calidad, también. Pero al margen de eso, es gente que no había parado y ahora sigue currando. Gran parte del equipo está ahora en La forastera [otra serie de Á punt] que empezó poco tiempo después de acabar nosotros, y es gente que son operadores de cámara, de sonido que, en realidad, no paran y que trabajan bien. Aquí en Valencia hay buenos profesionales. La vall era lo primero de ficción, pero, desde que arrancaron las producciones, la gente empezó a trabajar de continuo. De hecho, yo empecé en agosto del año pasado una serie documental y nos costó encontrar cámaras. Y ahora que estamos empezando la segunda temporada nos está costando encontrar un operador de cámara porque está todo el mundo trabajando. Es gente muy válida, muy buena.
Un punto fuerte de la serie son los actores. Habladnos del reparto.
A.R.: Hombre, el casting es muy, muy bueno, en general. Tenemos algunos actores que son prácticamente de toda la vida como Marta Belenguer, Àngel Figols, José Manuel Casany, Isabel Rocatti y Pilar Almeria que llevan muchísimo tiempo trabajando y que están muy bien en los personajes. Luego hay algunos descubrimientos nuevos como, por ejemplo, Jorge Motos, que ha sido uno de los aciertos del casting. O Nazaret Alacil, que también viene de Cuéntame y de un par de series más. Hay un poco de todo. Yo creo que, en general, todo el reparto está muy bien.
P.M.: Luego ha habido combinaciones que han funcionado muy bien. Por ejemplo, Pilar Almeria con Óscar Ramos, que hace de su hijo, tienen una naturalidad, una química brutal. Y Pilar con Isabel Rocatti, que no habían trabajado juntas y desprenden una naturalidad que te lo crees todo.
A.R: El trio de Ximo Solano, María Almudever e Isabel Rocatti, que es un núcleo familiar, también funciona muy bien.
Como habéis comentado, La vall es una serie muy coral, con muchos personajes. ¿Cuál ha sido vuestro mayor dolor de cabeza a la hora de coordinar un reparto tan grande?
A.R.: Bueno, eso lo ha sufrido mucho más Pau que era el que hacia las corales.
P.M.: Cada actor pide su espacio y su tiempo y, claro, cuando vamos con estos ritmos que vamos, pues a veces, cuando un actor viene y te pregunta cosas, empiezas: a ver, ¿dónde estamos? Porque claro, estamos en el capítulo ocho, pero vamos a rodar una secuencia del capítulo cinco y tienes que tener muy claro en qué punto está el personaje. Él, como actor, también, pero a veces van perdidos. Los guiones llegan unos días antes y como se ruedan secuencias de diferentes capítulos, mantener ese racord[continuidad] emocional es una de las cosas más complicadas.
Durante la presentación de la serie se habló de la posición de las televisiones en abierto con respecto a las nuevas plataformas. ¿Cómo deben afrontar las televisiones en abierto los nuevos hábitos del consumidor?
P.M.: Bueno, yo creo que teniendo muy claro que hay gente que va a verlo en directo y otra que lo va a ver a la carta. Hay que saber convivir ya con eso. La cuestión es tener muy claro que tu consumidor no va a estar solo en la televisión en directo, sino que mucha gente va a ir luego a la carta. Por ejemplo, yo mismo me he acostumbrado a ver las series cuando quiero y como quiero. A lo mejor, solo veo un capítulo cada noche, pero el que yo quiero y a la hora que yo quiero. No me siento en la cadena a ver cuándo lo emiten. Yo ya me he acostumbrado a eso y la mayoría de los espectadores, también. No solo la gente joven. Yo veo que mis padres lo hacen.
A.R.: Sí, tienen que saber que se tienen que adaptar a los hábitos de consumo y, si no, el consumidor se irá a otro sitio.
¿Qué creéis que debe de tener una televisión autonómica, dentro de este proceso, para atraer al espectador?
P.M.: Pues tiene que tener elementos que el espectador no vaya a encontrar en otra cadena o en otra plataforma. Primero, en este caso, el idioma. Normalmente el espectador de Valencia no va a ver otra serie que le hable en valenciano que en este canal. Y luego tramas diferenciadas, que sean también universales porque el tema del pueblo que se queda deshabitado sirve en otro lado. Por otra parte, tienen que dar un nivel y tienes que ofrecer algo que la gente tenga la sensación de que podría verlo en una plataforma. No bajar el nivel porque sea autonómico. No, hay que dar un nivel alto, pero con esos elementos de tramas, del idioma, que solo puede ver en esta cadena.
A.R: Sí, yo creo que la clave es esa, que lo que vaya a encontrar en À punt o en cualquier autonómica sea diferente a lo que va a encontrar en cualquier otra televisión; si no, tampoco tendría sentido. Tanto en ficción como en informativos o en programas como documentales.
P.M.: Estoy pensando en las series de IB3 [televisión autonómica de Baleares] que ahora están triunfando, en las que uno tiene la sensación de que lo que le pasa a la protagonista puede aparecer en una serie inglesa. Pero no, es una chica mallorquina, con su realidad en Palma de Mallorca. Lo que le pasa en su vida cotidiana puede pasar en Londres, pero es muy personal, muy de Palma de Mallorca, etc. Y eso, como espectador, desde fuera lo ves y te interesa igual que nos interesa una serie que trascurre en Arkansas y nos mola cómo es la vida allí. No sabemos si es así la vida allí, pero nos atrae. Entonces, se trata de darle ese puntito, que alguien de Galicia pueda decir, hostia los valencianos, ¿qué les pasa?