Pl. Mercat, s/n
—¿Qué será lo próximo?
—Los Santos Juanes está fatal.
Cuenta Hortensia Herrero —la esposa de Juan Roig— que, después de poner los millones sobre el altar para rehabilitar la espectacular iglesia de San Nicolás, la gente la paraba por la calle “como si fuera un hada madrina” para pedirle que pusiera el ojo en otra iglesia del casco histórico que necesitaba un buen lavado de cara: la iglesia de los Santos Juanes. El templo quedó muy tocado por el incendio de 1936, especialmente los frescos pintados por Antonio Palomino en la bóveda, pero hoy vuelven a lucir pálidos como entonces, para visitantes religiosos y paganos. Después de “salvar” este patrimonio artístico de mi comunidad —decía la mecenas vestida de superhéroe con capa— “ahora toca propagar la fe cristiana desde aquí”. Esta vez ha desembolsado más de ocho millones de euros para reflotar la iglesia desde la cual San Juan Bautista y San Juan Evangelista miran a la Lonja de la Seda, resistiendo desde hace siglos, codo con codo, junto a ella, al impresionante Mercat Central y a la coqueta Llotgeta. En unos pocos metros cuadrados se apelotonan construcciones de altísimo valor histórico y artístico que hoy los valencianos podrían visitar saltando de turista en turista mientras escuchan “Que viva España” cantado por un torero. De poner aún más a València en el mapa turístico habló Herrero en la presentación.
Su dinero le ha devuelto el esplendor a la estructura de esta iglesia exenta construida sobre una antigua mezquita que primero fue gótica —ojival, de nave única, con contrafuertes y un rosetón tapado— para acabar vestida de barroca durante el siglo XVII. Se han rehabilitado los muros góticos, las portadas barrocas y las capillas laterales, pero también las esculturas de los paramentos, las gárgolas, los blancos estucos, la capilla de la Comunión, los ventanales ojivales (cegados en la transformación barroca), la torre del campanario y, como decíamos antes, las pinturas de Palomino, que lucen nuevas gracias a técnicas pioneras en el Estado español como la biolimpieza con bacterias. La bóveda del ábside, sin embargo, es un gran lienzo en blanco. Las pinturas fueron extraídas en su día y acabaron perdiéndose, así que no había nada sobre lo que trabajar. Únicamente unas fotos en blanco y negro de los años veinte con la firma de Joaquín Alcón. Han sido lo único a lo que poder agarrarse para recuperar la obra dentro de un espectáculo de videomapping llamado Barroco que recrea cuatro momentos de la historia de la iglesia. Cinco años después del inicio de las obras, se acabaron los andamios en el centro neurálgico del patrimonio histórico valenciano. S.M.











