#menuts especial llibres desembre 2020

 

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Marisa Vidilla creía saberlo todo. Sabía el número pi con decimales, dominaba varios idiomas (4 contando uno secreto que ella misma había inventado), sabía sobre artefactos, animales e historia del arte. No había conversación que no le interesara y la última palabra siempre era la suya. Durante el confinamiento montó un grupo de debate online en el que logró demostrar que el huevo fue antes que la gallina ¿o era al revés? En cualquier caso, a sus padres no les extrañó lo que pidió como regalo de Navidad: “Quiero ser mayor”, dijo. Para intentar disuadirla, le tendieron un libro. Inquieta contaba la historia de una niña impulsiva, interesada en muchas cosas y que quería hacer todo a su manera. Marisa se sintió muy identificada, pero aún quería crecer. Sus padres le ofrecieron entonces otros siete títulos para ver si realmente lo sabía todo. Disfrutó con Formas diferentes de hacer las mismas cosas, pues descubrió que existen muchas maneras de enfadarse, de tirarse al agua, e incluso de viajar a la luna; gracias a El arquitecto y el árbol se dio cuenta de que a partir del caos nace la creatividad, e ideó cómo mejorar la convivencia entre ciudad y naturaleza; Mercados, un mundo por descubrir le desveló la existencia de mercados flotantes e innumerables alimentos exóticos; el cosmos se abrió ante ella al adentrarse en Cuando papá me enseñó el universo, una historia en la que un niño y su padre se lanzan a la aventura de contemplar el cielo estrellado; no había oído hablar de la II Guerra Mundial y sus horrores, y se conmovió cuando leyó He visto un pájaro carpintero, el diario de un niño en la Polonia de 1939, adornado con preciosas ilustraciones; jamás se había parado a pensar en lo que siente un animal encerrado hasta la lectura de La Jaula, que la hizo reflexionar sobre la libertad, sus límites, e incluso sobre la muerte, un concepto tan lejano para ella; pero, sobre todo, hizo mella en su corazoncito la emoción de La burrita Baldomera al reencontrarse con su dueño tras meses sin verlo, y en ese momento se dio cuenta de que el amor mueve el mundo, un mundo que se le antojaba aún misterioso. Esa misma tarde redactó una nueva carta: “Estimado Sr. Santa: he cambiado de opinión, quiero seguir siendo niña. Tengo aún mucho que aprender. Por ello, le agradecería recibir algunos libros más. P.d.: Le adjunto un informe sobre cómo puede realizar la entrega de regalos en la mitad de tiempo. Atentamente, Marisa Vidilla”. F.MARTÍN Y GLORIA POZUELO

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