El 24 de diciembre, Olvido Testaruda despertó con la sensación de echar mucho de menos algo, pero no lograba recordar qué. Una vez escuchó decir a Idea Sabia, la librera del barrio, que en los libros se encuentran respuestas a todas las incógnitas. Como a tozuda no la ganaba nadie, rebuscó entre los suyos. Encontró Mi piojo y yo, una divertida historia en la que un piojo es el héroe del cuento, pero no, definitivamente no era tener piojos lo que añoraba. También le parecía hilarante la trama de El selfi, y cómo al pobre Castor le resulta imposible hacerse una foto él solo porque siempre se unen animales a su retrato. Pero tampoco era autorretratarse lo que echaba en falta. En movimiento, que muestra cómo animales, plantas, personas y cosas se mueven y se desplazan, la inspiró a emprender su propio viaje. Si los ñus recorren miles de kilómetros en busca de comida, ¿no iba a bajar ella a la librería en busca de respuestas? Allí, Idea Sabia aventuró que quizás era descansar lo que añoraba. Le tendió Sueños del bosque, que invita a dormir plácidamente mientras damos las buenas noches a todos los animales. Pero Olvido resolvió que ella dormía ocho horas al día, así que no podía ser eso. Idea Sabia le acercó entonces Soy un árbol, interesante paralelismo entre la vida humana y la de un árbol desde su nacimiento. A lo mejor conocer su origen era lo que la inquietaba. Pero a Olvido sus papás ya le habían hablado de la semillita y esas cosas. En Onsen, ¿Qué hacen los monos? unos simios muy simpáticos hacen cosas súper importantes: comer, dormir, ¡jugar!… Mmm, no, tampoco era esa la respuesta. Idea Sabia encontró Todos contamos, un canto a la diversidad y la tolerancia donde se entrelazan las vidas de muchas personas. ¿Echaría Olvido en falta a alguien? No, hablaba a menudo por teléfono y videollamada con sus familiares. “¡Ya lo tengo!” –dijo Idea Sabia mientras desempolvaba Besos, un ejemplar colorido y lleno de mecanismos y solapas que muestra cómo animales y personas se besan. La cara de Olvido se iluminó. Era exactamente eso lo que tanto extrañaba: besos y abrazos. Le dio las gracias a Idea y corrió hasta su casa. –”¡Mamá! Ya sé lo que…” Pero antes de terminar la frase, su abuela, que acababa de llegar del pueblo para celebrar la Nochebuena, la cogió al vuelo, la abrazó y besó, así como el resto de su familia. Esa noche, entre canciones y risas se dieron todos los besos y abrazos que habían estado guardando. F.MARTÍN Y GLORIA POZUELO
